Robert Swartz,
una mente inspiradora para todo docente
Son ya seis (VI) los Principios que hemos divulgado para «enseñar a pensar» guiados por Robert Swartz, que nos permiten hacer de nuestros alumnos mejores pensadores, algo tan necesario en la sociedad de hoy. Después de conocer los patrones desafortunados del pensamiento; reflexionar sobre la importancia de los organizadores del pensamiento para conseguir un pensamiento eficaz; el consejo para docentes para infusionar el trabajo de enseñar a pensar con el currículum académico; en qué se basa lo que denomina el arte de enseñar a pensar y la reflexión sobre la importancia de ser explícitos a la hora de aplicar estos procesos, hoy nos llega un nuevo básico: la atención a la metacognición.
Atención a la
metacognición1
DAVID PERKINS – ROBERT SWARTZ
La mayor parte del poder de transformación que, como seres humanos, ejercemos sobre nuestro propio entorno, proviene de nuestra capacidad para inventar, resolver problemas, tomar decisiones reflexivas, etc.
Por analogía, también gran parte de nuestro poder para dirigir y mejorar nuestro propio pensamiento, y el mundo interior de nuestras mentes, fluye de nuestra capacidad para pensar sobre nuestro propio pensamiento. Nos vamos a introducir en esta serie de principios básicos en el proceso que en psicología llamamos metacognición.
En el contexto de la enseñanza del pensamiento, la metacognición significa simplemente pensar sobre tu propio pensamiento.(Swartz, 1989).
Aunque en algunos contextos técnicos psicológicos adopta significados ligeramente más amplios. Te haces preguntas metacognitivas cuando te preguntas:
¿Cómo he manejado esta decisión?
(Estás pensando sobre tu propio pensamiento)
¿Cómo voy a abordar este problema?
(Estás planeando de antemano qué estrategia
usar para resolver una tarea cognitiva)
Aunque parece sencillo, muchas personas tienen problemas para distinguir un proceso de metacognición de otros tipos de pensamiento.
Por ejemplo, supongamos que un alumno se dice a sí mismo: «¿Me gusta el final de la historia corta que he escrito?».
¿Está pensando en su propio pensamiento? No. Él está pensando en un producto externo, el cuento. No es metacognición.
Por el contrario, supongamos que se pregunta «¿Decidí el final de mi cuento demasiado rápido, debería haberlo meditado más?»
¿Está pensando sobre su propio pensamiento? Sí, porque está analizando cómo llegó a pensar el final del cuento. Eso es metacognición. La clave para identificar la verdadera metacognición está en preguntarse
«¿Estoy pensando sobre mi propio pensamiento?»
La metacognición es sumamente importante para cultivar un buen pensamiento. Mediante la metacognición, las personas tomamos conciencia de nuestras prácticas habituales de pensamiento y obtenemos la perspectiva que necesitamos para afinar, o incluso revisar radicalmente, dichas prácticas.
¿Y cómo funciona la metacognición?
La escalera de la metacognición
Para verlo más claro, distinguiremos cuatro niveles de metacognición, en lo que hemos denominado la escalera de metacognición.
Primer peldaño: Uso tácito
La mayoría de las veces, las personas hacemos uso de distintos tipos de pensamiento (cuando buscamos evidencias de un hecho, imaginamos opciones o criticamos argumentos). Simplemente lo hacemos, pero sin ser conscientes de estar usando un tipo de pensamiento concreto. Esto no implica ninguna metacognición.
Segundo peldaño: Uso consciente
A veces, las personas usamos distintos tipos de pensamiento con más conciencia, especialmente si hemos participado en alguna instrucción sobre prácticas de buen pensamiento. En esos casos nos damos cuenta: «Ahora estoy tomando una decisión, ahora estoy encontrando evidencias, ahora estoy inventando ideas». Este grado de conciencia, sí supone pensar en nuestro pensamiento, pero limitándonos únicamente a clasificar y etiquetar.
Tercer peldaño: Uso estratégico
Otras veces desplegamos deliberadamente organizadores de pensamiento para guiar nuestro pensamiento. Por ejemplo, decimos: «Esta es una decisión importante, voy a pensar en una lista de alternativas para valorar más opciones. Y tendré que pensar cuidadosamente en las consecuencias de estas opciones». Estas instrucciones que nos damos a nosotros mismos, de forma deliberada y estratégica van más allá del etiquetado y la catalogación: implican pensar en el pensamiento, para dirigirlo.
Último peldaño: Uso Reflexivo
Ocasionalmente, las personas pensamos en nuestro propio pensamiento y en los organizadores del pensamiento que usamos para evaluar críticamente y revisar creativamente nuestra práctica de pensar: «Sabes, cuando tomo decisiones, no siempre abro mi mente lo suficiente. Debo ver si puedo ir más allá de las opciones obvias y encontrar algunas mejores». Estas reflexiones sí implican pensar en pensar en el sentido más rico, no sólo limitado a etiquetar y categorizar, ni siquiera a dirigir, sino a examinar y reinventar la forma en que uno piensa.
En el escalón superior estaría el nivel de metacognición que nos
ofrece mayor poder para transformar nuestro pensamiento
(Swartz y Perkins, 1990)
La escalera de la metacognición nos aporta una reveladora reflexión en el sentido de que hay diferentes grados de meta-cognición. Muchos esfuerzos para enseñar a pensar prestan cierta atención a la metacognición, pero a menudo se detienen en el segundo peldaño. Limitan la metacognición a una simple cuestión de categorización y etiquetado. A veces incluso llegan al tercer peldaño, haciendo hincapié en la toma de decisiones y en el uso cuidadoso de los organizadores de pensamiento.
Pero rara vez la enseñanza se centra en el peldaño superior de la metacognición. Pocas veces se anima a los estudiantes a pensar sobre su pensamiento de forma crítica y en diferentes contextos. A dimensionarlo y a rediseñarlo.
Desde nuestro punto de vista, el desafío principal en la enseñanza del pensamiento implica llevar a los estudiantes hasta el peldaño superior, que supone el uso reflexivo de diferentes tipos de pensamiento.
Como estamos viendo, la construcción de la metacognición en la enseñanza del pensamiento puede hacerse con cierta facilidad. Se trata, sobre todo, de dedicar tiempo a la metacognición reflexiva. Los beneficios en términos de concienciación de los estudiantes y el aumento de control sobre su propio pensamiento y aprendizaje, realmente hacen que esta inversión de tiempo merezca la pena.
En resumen
Principio Básico 6
Desarrollar la metacognición de los estudiantes es una faceta importante de la enseñanza del pensamiento. Es especialmente deseable cultivar la metacognición de nivel superior que implica realizar un examen crítico y una revisión creativa de las propias prácticas de pensamiento.
1 Este artículo es una adaptación para INED21 del artículo de David Perkins y Robert Swartz, titulado: The Nine Basics of Teaching Thinking (1992) Editado por Artur L. Costa, James Bellanca, Robin Fogarty en Si la mente importa. Un preámbulo del futuro, Volumen 2.
Traducción y adaptación realizada por Paulina Bánfalvi Kam @aacclarebelion3 y José Blas García Pérez @jblasgarcia.