OTRA EDUCACIÓN ES POSIBLE. UNA CRÍTICA DEL PARADIGMA DEL APRENDIZAJE POR COMPETENCIAS

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Me gustaría justificar esta expresión: «Otra educación es posible. Una crítica del paradigma del aprendizaje por competencias». Y lo hago siguiendo una línea de reflexión que inicié hace tiempo en este rincón. Esa inquietud crítica son diferentes perspectivas que finalizarán en un futuro informe que publicaremos el próximo año, allí se quiere desvelar este nuevo reduccionismo educativo: el paradigma del aprendizaje por competencias. En ese escrito se desarrollará una serie de críticas pedagógicas (internas) y sociopolíticas (externas) que quieren ser el inicio de un debate que creemos necesario: no asumir acríticamente el Informe Pisa1. Además implica una confesión de aquello que los clásicos de diferentes tradiciones2 me han enseñado: el fenómeno universal del aprendizaje está más allá de cualquier reduccionismo. Dicho de otro modo: debemos avanzar hacia un pluralismo y contextualismo pedagógico que responda a esa verdad antropológica que nos constituye. Sé que hay toda una opinión mayoritaria que apoya este paradigma, pero ya existe una línea crítica en la que nos situamos3. En verdad, posicionarse respecto a esta temática condiciona qué idea sobre la educación y el aprendizaje se adopta4. Y su traducción política en consecuencia. Personalmente, por cuestiones profesionales, lo hago desde el conocimiento específico desarrollado: desde el trabajo de aula diario, y desde el análisis que he desarrollado de diversas competencias del Informe Pisa5. También desde años de reflexión y dudas, paradojas que iba encontrando, y que finalmente van conformando mi posición. Y de una autocrítica que es parte de mi evolución en el debate educativo. Más allá de esto, creo que es necesario esa familiaridad para poder identificar la tesis fundamental que defenderé: una crítica, interna y externa, del paradigma del aprendizaje por competencias. Sí, otra educación es posible.

Una crítica del paradigma del aprendizaje por competencias implica una crítica al concepto de competencia. Voy a enunciar tres críticas que serán desarrolladas en ese futuro informe. Primera: el concepto de competencia es un concepto que no tiene operatividad didáctica en el trabajo de aula. Segunda: el concepto de competencia es un reduccionismo de la pluralidad constitutiva del fenómeno del aprendizaje. Desconfiemos pedagógicamente de los conceptos holísticos que, para su aplicación, nos van a causar más problemas que soluciones. Tercera: lo competencial, en verdad, es una fase de cualquier verdadero aprendizaje, pero no debería ser su estación final o, dicho de otro modo, no es la única posible estación final. Cuando miles de docentes se quejan de esta nueva metafísica competencial6, tienen razón. Esos supuestos expertos que alaban el paradigma, sospechosamente en su mayoría no han dado clase nunca o no lo hacen desde hace mucho tiempo, desconocen esa complejidad específica que es una clase en acción con varios niveles, con diferentes intereses y características: el problema de la evaluación de este paradigma competencial, se ha convertido en un ejemplo claro de bizantinismo evaluativo. Esa crítica se hará desde varios frentes: avanzo que la inconsistencia del concepto de competencia es su inflación significativa, que deriva en tantos problemas que todo el que desarrolla un trabajo de aula conoce; su reduccionismo frente a la naturaleza del aprendizaje en la condición humana; y finalmente de las consecuencias ideológicas que tiene, lo queramos o no.

Una crítica del aprendizaje por competencias implica el reconocimiento de la naturaleza ubicua, plural, y compleja del aprendizaje. Lo anterior nos lleva a una visión del aprendizaje que no puede ser abordado desde el paradigma del aprendizaje por competencias. Quien cree que lo hace, lo reduce al concepto de competencia con una saturación de significado que demuestra su hipóstasis y su vaciedad. El aprendizaje es ubicuo, el aprendizaje es plural, y el aprendizaje es complejo entrelazando nuestra condición humana. Dicho de otro modo: debemos avanzar hacia un nuevo lenguaje que refleje esa amplitud y profundidad del aprendizaje como universal antropológico que nos constituye. Lo que implica es que esta posición (la defensa del paradigma del aprendizaje por competencias) tiene consecuencias filosóficas que, muchos minusvaloran o, en el límite, ignoran. Quien afirma que el paradigma del aprendizaje por competencias es el único modelo que debe guiar un sistema educativo, está afirmando un ideal antropológico que lleva implícito qué entiende por ser humano y por aprendizaje. Muchos desconocen esta dimensión porque asumen esa filosofía espontánea de adherirse a la moda pedagógica del momento. Otros lo hacen, y desvelan ese reduccionismo que cierta tradición de izquierda, paradójicamente, aún asume: ¿no es hora de cambiar? Ir más allá del síndrome Pisa, y del paradigma del aprendizaje por competencias es un primer paso para construir otra educación.

Una crítica del paradigma del aprendizaje por competencias implica liberar a la pedagogía de su reduccionimo a un paradigma economicista y practitocrático7. Aquí nos desplazamos a las críticas externas que tienen una dimensión política, económica, social, y cultural que es necesario recorrer. Que pensemos, actuemos, y vivamos en un sistema capitalista globalizado, no implica que la educación por la que optamos tenga que tener esa única dimensión economicista y practitocrática. Ni siquiera que el lenguaje pedagógico deba asumir el lenguaje competencial como el único lenguaje. Ni siquiera que lo práctico sea un criterio monopolizador de la formación del sujeto y la sociedad actual. Hay otras paideias posibles que es posible explorar. Un detalle: lo práctico tiene una ambigüedad que será analizada para demostrar cómo se ha convertido en un criterio que ni es claro, ni tiene esa pertinencia que se le supone. Hay muchos tipos de practicidad, y el que escojamos una de ellas no quiere decir que sea la única o la más importante. La practitocracia es un espejismo que tiene unas funciones ideológicas muy determinadas en nuestra época.

He avanzado estas posibilidades críticas como inicio de una nueva forma de entender lo educativo, y el aprendizaje. Y estoy seguro de que será un debate largo y sinuoso sobre el paradigma del aprendizaje por competencias. Tengo enfrente a ciertas opciones ideológicas y me gustaría que otras (todas las corrientes de izquierda) fueran conscientes de que hay que ir más allá de expresiones como neoliberalismo, o capitalismo injusto, para construir nuevas opciones pedagógicas. Dicho de otro modo: tiene que haber una relación entre crítica interna y externa de este paradigma reduccionista. E ir más allá: implica una reconstrucción de los presupuestos antropológicos que asumimos en nuestro lenguaje pedagógico, psicológico, sociológico, y político. La filosofía asoma, inevitable, cuando cruzamos cierto umbral. No podemos dejar que este lenguaje competencial monopolice lo que entendamos por educativo y pedagógico. Debemos cambiar este lenguaje competencial que quiere mostrar y evaluar ese fenómeno que es el aprendizaje en nuestros sistemas educativos. El síndrome Pisa amenaza con devorar todo el debate educativo, de ahí la necesidad de una crítica interna y externa de su presupuesto evaluativo central: este paradigma del aprendizaje por competencias que no se sostiene. Va a ser un larga lucha -nuestra época global ha asumido este paradigma-, pero ha llegado la hora de comenzar8. O formamos personas y ciudadanos que, por supuesto, deben integrarse críticamente en esta sociedad del conocimiento (ese doble ámbito interrelacionado: privado y público), o seguimos este paradigma competencial donde lo único que importa es reproducir una nueva generación de profesionales y consumidores, previamente adaptados al mercado practitocrático. Creo que ya ha empezado hace tiempo el enfrentamiento de dos discursos: una visión integradora y compleja de la educación, frente a una visión competencial y reduccionista de la educación. Sé que no estoy solo: gracias por seguir ahí, tanto en España como Iberoamérica, y de otros lugares de nuestra comunidad en español. Sí, a todos los lectores que comparten ese territorio de la Mancha, nuestra lengua común, como nos diría el maestro Carlos Fuentes. Otra educación es posible, y está más allá del paradigma del aprendizaje por competencias.


1El Informe Pisa por su impacto mediático y político, se ha convertido en el síndrome Pisa. Una actitud que revela su dogmatismo, y la necesidad de ir más allá. Un detalle: que sea necesaria una cultura evaluativa, no quiere decir que deba ser la cultura evaluativa Pisa. Evaluación tiene muchos significados, y diversas implementaciones. El problema no es cultura de la evaluación sí o no. Debemos situar adecuadamente el debate: qué cultura evaluativa elegimos, y el porqué y para qué de ella.

2John Dewey, Vigotsky, o Ausubel son lecturas que en la tradición pedagógica pueden abrir muchas perspectivas frente al paradigma del aprendizaje por competencias, que fundamenta el informe y el síndrome Pisa. Además, hay toda una investigación psicológica, sociológica y neurocientífica que no se traduce en una política educativa que actualice aquello que vamos comprobando. Un peligro actual: la aceleración del conocimiento en nuestra sociedad-red acentuará el anacronismo de los sistemas educativos. He leído hace poco que la mayoría de los proyectos filosóficos contemporáneos, son proyectos inevitablemente educativos: hay una parte de verdad en esa afirmación, pero me cuidaría de decir la mayoría.

3En el ámbito en español, hay referencias desde hace bastante tiempo. Un ejemplo: «Educar por competencias, ¿qué hay de nuevo? José Garrido Sacristán (compilador), Ediciones Morata, 2008″.

4Me sigue pareciendo sorprendente que alguien que se define como socialdemócrata, siga defendiendo el paradigma del aprendizaje por competencias como opción educativa. Se puede comprender como parte del desconcierto ideológico que ha vivido (¿seguirá?) la tradición socialdemócrata en esta compleja globalización. Creo que es uno de los pilares que debe sostener su nuevo discurso educativo: ir más allá del paradigma del aprendizaje por competencias. Desconfiemos de propuestas que se imponen en la dirección arriba/abajo: no hay neutralidad posible en esta globalización educativa bajo el síndrome Pisa. De ahí la pertinencia de relacionar una crítica interna y externa del concepto de competencia.

5Este informe es una autobiografía en cierta manera, ya que implica una autocrítica de posiciones superadas que adopté en el pasado. Una autocrítica que es una evolución y que se argumentó progresivamente en este rincón con una línea de reflexión iniciada hace tiempo. Además, por motivos personales y profesionales, he tenido que analizar ciertas competencias Pisa, ese proceso me ha ayudado a tener un conocimiento específico que considero necesario. ¿Por qué? Porque hay una crítica genérica que no logra recorrer esa doble crítica interna y externa, y no logra identificar el vínculo entre ellas. No obstante, mi respeto hacia ellas porque iniciaron una actitud crítica que es necesario frente al síndrome Pisa.

6Debemos señalar la arrogancia de ciertos supuestos expertos sin ninguna experiencia de aula. Que una mayoría de docentes encuentren problemas insalvables en su aplicación efectiva del paradigma del aprendizaje por competencias, debería ser motivo de reflexión para la pedagogía actual. Hay que tener respeto a esos miles de docentes que hacen una práctica educativa alejada de la metafísica competencial. Y no solamente para indicar la necesaria formación metodológica: ¿no será que el concepto de competencia tiene más problemas de los que creemos reconocer? Esa pregunta es el inicio hace años del inicio de mi reflexión crítica. Respecto a la necesaria selección y formación docente, hace casi tres años que lo desarrollamos en el informe: «Desde la igualdad a la excelencia. Enero, 2012.«, con la propuesta de un nuevo DIR (Docente Interno Residente) concretado en sus fases, y abierto a su discusión.

7Tomo ese nombre del maestro Emilio Lledó: Desde ese estímulo, creo que es necesario abordar qué significa práctico en nuestra sociedad del conocimiento. Hay varios tipos de practicidades que es necesario reflexionar, para evitar caer en un simplismo que arrincona las humanidades y las artes como saberes secundarios. Tampoco vale con esa afirmación que entroniza la inutilidad como un valor, porque sigue presa de un debate donde hay que cambiar los elementos que lo configuran. Por ser preciso: debemos avanzar hacia una reconsideración de las dos culturas (¿una falsa dicotomía o no?) que han protagonizado la educación y la sociedad industrial. Nuestro contexto ha superado esas condiciones históricas.

8Enuncio una idea (un esbozo siendo preciso), y que necesitaría un apoyo institucional e intelectual: creo necesario visualizar frente al Informe Pisa otro tipo de evaluación más plural, contextual y diversa del hecho educativo. Sólo desde la implementación progresiva de otra evaluación internacional, con presupuestos y dinámicas diferentes, puede concretarse ante la opinión pública muchas de las ideas críticas frente al síndrome Pisa. Dicho de otro modo: se puede evaluar desde diversas perspectivas. Es una tarea abierta, pero que debería ser incorporada al discurso político. Equidad y excelencia se escriben de muchas formas educativamente: ¿hay voluntad política en algún discurso renovado?…

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