La repetición: ¿medida de mejora?

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¿Es la repetición escolar una medida de mejora? Los cambios legislativos con respecto a este complejo asunto han avivado el debate sobre si repetir supone un mecanismo de mejora para el alumnado o simplemente lo que hace es conducirlo hacia un camino que acaba en el abandono prematuro.

Tiene cierta lógica que los responsables de ejecutar las políticas educativas planteen la dudosa eficacia de la repetición de curso como medida inclusiva y respetuosa con la diversidad: aunque la escolarización de la primera infancia es prácticamente universal y aunque la correspondiente a la franja de edad de los 15 a los 19 años en España es también generalizada, la titulación en etapas fundamentales de la enseñanza no lo es.

Por ello, podría parecer normal que, de acuerdo con el principio de universalización de los aprendizajes, desde las administraciones educativas se planteen que hay algo que está fallando.

De hecho, según datos extraídos, por ejemplo, del informe Panorama de la educación. Indicadores de la OCDE 2019, elaborado por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, sigue habiendo un 19,2% de jóvenes que en España no alcanzan el título de Educación Secundaria Obligatoria (en adelante, ESO).

Dicho de otra forma: la sociedad española ha alcanzado casi la universalidad de la escolarización desde los tres años hasta bien avanzada la adolescencia, pero algo ocurre en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) para que dos de cada diez jóvenes no logren acabar estudios elementales.

Tiene relación con estas circunstancias la cantidad de estudiantes que, hasta el pasado curso, llegaban a 4º de ESO tras haber repetido alguna vez; para obtener cifras sobre esta cuestión suele tenerse en cuenta la tasa de idoneidad, definida como el “porcentaje de alumnado que se encuentra matriculado en el curso teórico correspondiente a su edad” (Ministerio de Educación y Formación Profesional, 2019, página 70).

Sobre este asunto, la publicación Sistema estatal de indicadores de la educación del mismo Ministerio recoge que solo un 68,6% del alumnado de 15 años está matriculado en el curso que le corresponde a su edad, último curso de la etapa.

Así, de este dato deducimos que con el 31,4% del total del alumnado que llega al curso terminal de la educación obligatoria se tomó –en algún momento de su trayectoria académica por parte de sus equipos docentes– la medida de la repetición de curso para, en teoría, paliar sus dificultades escolares y atender a las carencias encontradas.

Pero, “suavizando” los criterios para la repetición, que al menos en Secundaria se ligan al número de materias suspensas:

  • ¿Se mejora la situación del alumnado con mayor riesgo de marginación y exclusión?
  • ¿Mejoran realmente los estudiantes que más lo necesitan? Aquí es donde está el problema.

la repeticion

La repetición escolar

En el momento actual, la situación de la pandemia y las medidas educativas urgentes tomadas en los últimos compases del curso pasado provocaron que, con similar planteamiento evaluador, el número de alumnos y alumnas en potencial situación de repetición bajara drásticamente.

Así, nos hemos encontrado con un panorama actual en el que, en medio también de una situación extraordinaria, estudiantes que hubiesen repetido bajo otras circunstancias diferentes ahora no lo han hecho, provocando lo que las comunidades docentes llaman un “desfase curricular”:

El alumno o la alumna no ha superado criterios de evaluación determinantes en el currículo del curso anterior y, sin embargo, ha pasado  de curso, por lo que tendrá graves carencias, además de que también haya siempre quien hable de “problemas de madurez”.

El centro no es el estudiante

En el presente curso escolar, ya con presencialidad en las aulas, las medidas legislativas adoptadas por el Ministerio de Educación español abogan también por la flexibilización de la medida de repetición.

Sin embargo, la estructura curricular y su concreción legislativa permanece –al menos aún– intacta: es decir, seguimos en un modelo educativo en el que el centro no es el estudiante, sino la valoración de si este supera o no unos criterios de evaluación que suponen una forma de estandarización.

Si el centro del currículo y, sobre todo, de las prácticas más habituales de los docentes sigue sin ser el alumnado, de acuerdo con su ser y a las características individualizadas de su aprendizaje, lo que parece estar provocando esta medida es el efecto contrario al deseado: la creciente frustración, ya no solo del estudiante, sino también de su familia y del profesorado.

Creo, así, que, como dice el refrán, se ha “empezado la casa por el tejado”.


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La repetición de curso, aunque sí que es cierto que ya desde hace años se consideraba una decisión extraordinaria, es y sigue siendo en la mente de muchos docentes la medida paliativa “estrella”, ya que alguien parece haber pensado que existen criterios homogéneos para la adquisición de la madurez en las personas, así como para la estandarización de los ritmos de aprendizaje. Y ese pensamiento se ha enraizado en lo más profundo de las mentalidades.

No nos engañemos: esas medidas de apoyo que tienen, en teoría, que acompañar al menor cuando repite un curso, han funcionado en muy pocas ocasiones. Y casi no han funcionado porque pensamos, per se, que basta con que el estudiante repita curso para que adquiera los llamados aprendizajes imprescindibles y no es así; al menos, no en un sistema educativo inclusivo.

Por ello, en cierto modo entiendo aquellas voces que sienten que atenuar los requisitos para la repetición lo que hace es perjudicar al alumnado.

Y sí, mientras sigamos dando clase igual que hace treinta años, a través de metodologías directivas y unidireccionales en las que nos consideramos propietarios del saber y sigamos viendo al alumnado como compartimentos huecos que hay que rellenar, se estará perjudicando la misión universalista de la educación en sus etapas obligatorias, y más con estos cambios legislativos que no han llevado aparejado en muchos casos un cambio en las prácticas docentes más repetidas.

Repetir curso en el siglo XXI

Urge, por todo ello, una democratización definitiva del saber y del entendimiento de las culturas y la diversidad en el aula.

Una nueva comprensión de los centros escolares desde un enfoque relacional y dialógico, donde cada miembro de la comunidad vaya construyendo sus identidades a partir de:

  • La interacción
  • La comprensión
  • La empatía
  • Y la escucha.

No digo con ello que los contenidos queden atrás, en el olvido, sino que estos se pongan al servicio de la colectivización de la educación.

Y para ello, es prioritaria una profunda revisión de la estructura curricular, cierto, pero también una revisión de las miradas que siempre hemos ejercido sobre lo que entendemos por currículo y cómo lo transformamos en práctica educativa.

Con esta nueva mirada, conjugada con una atención más pormenorizada de las necesidades, inquietudes y rasgos de cada estudiante, así como con una bajada de ratios y, sobre todo, de una mejora de la formación docente, irá progresivamente desapareciendo del uso la medida de la repetición como costumbre.

Pero esta no desaparecerá de una forma impuesta, desde arriba, sino a partir de las nuevas inquietudes que irán naciendo en unos docentes que dejarán poco a poco de concebirla como medida de mejora.


N. del E.: Para finalizar, os dejamos con un vídeo estrechamente relacionado con la problemática planteada por Albano de Alonso y que se resume en una máxima demoledora:

«Si no te sale bien, no lo harás mejor repitiéndolo otra vez».

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