EL BUEN O EL MAL NACER
Sofía es sinónimo de ‘sabiduría’, de ‘conocimiento asimilado que se asienta para toda la vida’, de ‘sólidos aprendizajes que queremos que nos acompañen’, los que resultan competenciales y sostenibles, los que, en definitiva, nos conducen a una sociedad más cívica y responsable.
En los artículos previos de esta serie (Un curriculum para Sofía-I y Un curriculum para Sofía-II), hemos relatado una suerte de historias en las que cruzábamos diversas vidas en las que analizábamos cómo se puede afrontar el verano en función de cómo te hayan bendecido los dioses en esto de la cuna y el buen nacer.
En realidad, no se trata solo del verano, que bien que, desdichadamente, nos bendicen los dioses, o no, en esto del buen o el mal nacer…
Hoy corresponde rematar la serie de tres que teníamos prevista para el tiempo estival, entendido como el tiempo previo al inicio de las clases, añadiendo un leve matiz a las historias previas, lo que dice la ciencia en torno al tiempo estival y la importancia de los círculos que nos rodean, sobre todo, el familiar.
En un artículo pretérito en INED21, apuntábamos cauces de aproximación a Hardvard y a sus estudios. En esta ocasión, apuntamos un estudio de Kathleen Lynch, que pueden seguir en este enlace; las principales ideas que podemos rescatar del mismo son las que siguen:
1
Es muy importante acudir a la ciencia para conocer qué tiene más impacto en educación para saber cómo detenernos ante las diversas circunstancias que en el aula nos vamos a encontrar; para ello, a la espera de un buscador como pueda ser pubmed en ciencias de la salud, Hardvard sigue siendo una fuente muy fiable para acceso a la ciencia y al aula.
Quizá este no aparece tanto en el artículo como que sea un hecho connatural a la propia práctica docente.
2
¿El mejor lugar para el aprendizaje veraniego? No hay que mirar lejos, en casa; es en esa ambiente en el que encontramos los rasgos de aprendizaje que podíamos identificar en el ambiente en el que Sofía crecía. ¿Y qué sucede con los que no han sido bendecidos con esa suerte? Desafortunadamente, todo parece indicar que no van a tener fácil revertir la situación en la que se encuentran, bien a pesar de los centros educativos…
3
En educación, el verano se observa desde un doble prisma: un factor clave y una solución, en el sentido de que es en ese tiempo cuando el alumnado debe sacar a flote sus asignaturas suspensas en el tiempo que se organice y cómo pueda encontrar los cauces adecuados para que este esfuerzo le lleve al resultado final del aprobado, que es lo que todo el mundo aguarda. Una pieza maestra como tiempo que se adquiere para poder aprender con más facilidad y una solución de lo que no se ha podido resolver en el tiempo del curso escolar.
4
Durante el curso escolar, la ciencia dice que no se abre tanto la brecha en cuanto a posibilidades de conocimiento que los centros escolares ofrecen, pero, durante el verano, sí que se puede abrir el hueco y conviene que sean otras esferas las que deban tomar cartas en el asunto para que no se dispare la brecha en cuestión.
En definitiva, una serie de elementos que vienen avalados por la ciencia y que inciden en una mejora de la práctica docente y familiar a la luz de lo que las investigaciones más solventes nos proporcionan a los educadores.
Por lo demás, y para ir concluyendo, les hemos insistido en el conjunto de estas historias en la necesidad de aprovechar y disfrutar el feraz curriculum que el verano nos ofrece; éste ya se nos ha acabando, de forma que lo que ahora procede es continuar disfrutando de nuestro curriculum, ese que se ha aumentado en el verano y que se debe derramar en el aula con las energías renovadas tras el tiempo estival.
Es tiempo de ir recapitulando lo aprendido en este verano para poder derramarlo en el curriculum preceptivo, en la línea de lo que Stenhouse, hace ya algún tiempo nos indicaba…