Capítulo IV
Temor a comparecer en público: miedo escénico
Diversas investigaciones académicas, desarrolladas en las más prestigiosas universidades del mundo desde hace varias décadas, han concluido numerosos estudios sobre los porcentajes específicos respecto a la relevancia y el impacto que la imagen de un orador genera (y proyecta en los demás). El análisis se realiza atendiendo a múltiples factores tales como el timbre de voz, la expresión gestual, el estilismo o el vestuario, entre otros. Tampoco se olvidan elementos como el contenido teórico e ideológico del propio mensaje. Por esta razón, la presente entrega, lleva por título Oratoria y locución profesional: miedo escénico.
Pero no voy a trasladar esos datos –sin duda, objetivos e importantes– a la presente publicación porque: Por un lado, ya es conocida la singularidad que cada uno de los parámetros descritos con anterioridad tienen en la actual sociedad de la imagen, la telegenia y las comunicaciones digitales en general. Por otro lado, porque no deseo añadirle a usted más presión –de manera innecesaria– en el incipiente proceso de mentalización positiva y de iniciativa formadora que pretendo activarle durante los próximos capítulos. ¡Teoría, la justa!
Dirijamos el enfoque didáctico hacia una praxis progresiva de asimilación de habilidades y técnicas comunicativas.
Practicar, practicar y practicar
Que, aunque la complementáramos con teoría estadística –útil en el campo de la investigación–; no aportaría un dominio adicional en el camino hacia la ejecución de una oratoria y una locución profesional de alta calidad. Y, justo este último, es el principal objetivo de la presente publicación.
Adentrémonos, pues, en el apasionante mundo de la comunicación verbal/no verbal desde la base del aprendizaje cómodo. Asimilando, progresivamente, técnicas de fácil identificación, intuitivas, realizables. Aplicando la lógica y el sentido común al proceso formativo a través de la constancia en el entrenamiento de los ejercicios propuestos en cada momento.
Salvo contadas excepciones, lo que habitualmente nos parece talento natural y atracción en un orador, es el resultado de la suma de una cuidada preparación más una dilatada experiencia. Como en la mayoría de las disciplinas, cuanto más ensaye y practique, mayor dominio alcanzará. Así, reflejará frente al público una imagen de controlada naturalidad, alejándose de poses artificiales. E, incluso, provocará que su comparecencia proyecte la sensación positiva de una intervención improvisada, reforzando, de esta manera, la credibilidad de su mensaje.
Miedo escénico
Oratoria y locución profesional: miedo escénico es un titulo genérico. Abordemos el concepto que de verdad nos inquieta: «miedo escénico». Por cierto, una desafortunada expresión vinculada a las personas que temen a hablar en público; y que procuro ni siquiera pronunciar: por el oscuro carácter bloqueante que transmite, por el incómodo sentimiento de humillación que provoca. Una trampa lingüística utilizada para calificar una desagradable sensación que, sin lugar a dudas, es neutralizable y puede anularse para evitar que sus negativos efectos perturben la oratoria.
Usemos, entonces, términos naturales más activos –comunes a las reacciones previas de los oradores–. Sensaciones que sí aparecen en los prolegómenos de cada comparecencia: presión, nerviosismo, tensión, responsabilidad y emoción. Son estimuladores positivos de la actitud personal, necesarios para canalizar correctamente la presentación con: control, elegancia, equilibrio, interés, atracción, disfrute y gobierno.
Cuando preparamos una intervención debidamente estructurada, la llenamos de conocimiento y contenido; y, finalmente, ensayamos y entrenamos –cuantas veces sea necesario–. Entonces, esas sensaciones negativas, por muy fuertes que parezcan, van desapareciendo.
Poco a poco, se diluyen para dar paso a una responsabilidad y a una tensión razonables, cuya función es, precisamente, impulsarnos conscientemente hacia la aplicación y el uso de las herramientas y técnicas de las que disponemos. Cumplimos, de este modo, con la misión preferencial del orador: comunicar, que el mensaje llegue al receptor.
Conocimiento y experiencia
La oratoria, hablar en público –ejecutar una locución profesional audiovisual de alta calidad– va mucho más allá que superar tan solo unas efímeras percepciones de bloqueo o incapacidad inicial. Percepciones que, desde que se activa el binomio conocimiento-experiencia, desaparecen definitivamente.
Durante más de 25 años, cientos de asistentes a cursos, en un primer momento, me han confesado su pánico a la tribuna, al escenario, al atril o a la comparecencia frente a los medios de comunicación. Todos ellos, tras asimilar y poner en práctica las técnicas requeridas, comprobaron con satisfacción cómo aquel supuesto «gran escollo», originado por la inseguridad que proporciona el desconocimiento del ámbito comunicativo, era fácilmente superado.