MEA CULPA

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EXPERIENCIA COMPLEJA

Por mi artículo anterior titulado «Estudiar o sea complacer al profe«, se sintieron ofendidas varias personas, tal vez muchas, y lo expresaron a través de twitter y quiero desde aquí pedirles perdón. No era mi intención caracterizar o caricaturizar a profesores y estudiantes, ni despreciar su trabajo. Permítanme que me justifique para poder aclarar mis intenciones y tal vez limpiar mis propias ideas de toda traza de confusión.

Lo escribí a raíz de algunas conversaciones con profesores que dan clases particulares y de experiencias propias. La clase particular es una experiencia compleja. De entrada cuando un alumno la requiere es que le falta cierta sintonía con lo que pasa en clase.

No sé de estadísticas que cuantifiquen el alcance de este tipo de docencia vicaria en nuestro país. Las experiencias que conozco de ella muestran un joven algo desnortado, poco atento al saber académico y excesivamente preocupado por las exigencias del día a día de cada asignatura.

PESADA INERCIA

Pero lo escribí también pensando en cosas que veo, que sé y que yo mismo he practicado en clase. Es decir, he sido el primer responsable de prácticas que ahora critico y que aún detecto ahora mismo. Y en descargo mío y de todos los profesores y alumnos que puedan sentirse aludidos, digo, porque creo, que el principal responsable es abstracto y es a quien en realidad pretendía criticar en el artículo: la pesada inercia no solo educativa sino económica y social que nos empuja a todos.

En medio de una tempestad unos navegan mejor que otros y muchos se conforman con no zozobrar. El río de demandas laborales, currículos, carreras, asignaturas y evaluaciones nos arrastra a todos. No creo inventarme el hecho de que muchas veces (nadie puede precisar cuántas) los temarios de una asignatura no se completan en un curso. Es evidente que los mejores alumnos llegan al final y hasta completan por su cuenta. Posiblemente hasta consigan amar todo lo que hacen con tanta premura. También es posible que muchos, que apuntan a un fin propio distinto, transijan temporalmente con lo que no entienden, no aman o no les importa. Su objetivo final les justifica un esfuerzo que tal vez ahora no vean útil.

La pesada inercia…

que nos empuja a todos

Reconozco que el epígrafe «Estudiantez profesional» puede resultar ofensivo. No esperaba que nadie lo tomara como afrenta personal sino como crítica a determinados automatismos que todos sabemos que existen, que alguien los practica, sea por necesidad, por desesperación o por falta de más alta visión.

El hecho es que muchos jóvenes que estudian para hacerse un lugar en el mundo sin tener claro cuál podría ser, no han sido mínimamente seducidos por la Psicología, la Economía o la Historia que les imparten en clase y las tratan burocráticamente, tal vez, arrastrados por el río de inercias (extensión de los currículos, traslados de profesores, insuficiencias en la formación filosófica de los profesores…).

LOS DEBERES DE MAÑANA

Lo importante para ellos, es decir, lo que les apremia, son los deberes de mañana, el trabajo de la semana que viene o los exámenes del mes (que, por cierto, se acumulan en muchas ocasiones). Es posible que un profesor ame explicar la revolución francesa con todos sus matices y no se haya preguntado qué motivos podrían tener los jóvenes que tiene frente a él para amarla igualmente.

Seguro que unos cuantos encontrarán en su interior la fuerza suficiente para conectar con el amor de su profesor. Sin embargo hay muchos asuntos que se ven con claridad a los treinta pero no a los diecisiete y sólo les sostiene la fe en el futuro y el espíritu de lucha que da como resultado la «estudiantez profesional».  Podemos entrar en debates, pero yo no veo disparates.

MEA CULPA

Creí que con el artículo apuntaba con claridad al cauce del río que nos lleva (una cuestión relativamente sistémica) y no a los miles de estudiantes que aman lo que estudian y consiguen sostenerse a flote y algunos hasta surfear virtuosamente. Felices y bienvenidos ellos.

Tampoco pretendía burlarme de los, también muchos, que se quedan en los márgenes del río, exhaustos o incapaces de seguir adelante pese a intentarlo, con amor o con habilidades superpuestas.

En el fondo, lo que quería plantear es precisamente el desamor de otros muchos, que no han optado aún, ellos mismos, por un estudio, sino que estudian, simplemente, porque eso te facilita, dicen, encontrar un lugar en el mundo.

Algo habrá en el fallo de la vocación que pueda atribuirse al currículo, a los planes de estudios, a la inercia de los profesores (insalvable muchas veces con la formación inicial y permanente de que van armados y con la burocracia de traslados y sustituciones).

Su amor por sus materias se les supone,

pero llegar a sus alumnos, es un paso más

ESTUDIANTEZ PROFESIONAL

Unos lo salvarán por instinto o temperamento, otros por experiencia, pero algunos simplemente no lo salvarán. Indicios tenemos. Cuantificación, no sé. Ahí apuntaba realmente el artículo, a algo que tal vez no se esté haciendo bien. Y no por parte de profesores o alumnos particulares sino por el enfoque social del aprendizaje y la vocación.

Tal vez porque tanto profesores como alumnos estamos bastante solos en ese enfoque. Por eso, tantos profesores se dejan llevar por el río de la tradición que bien podría llamarse «estudiantez profesional». Y los alumnos, en un país escaso de amor a la cultura (aunque miles quieran desmentirlo, las verdades son lamentablemente estadísticas), siguen como pueden. Sólo el amor (a la cultura) puede arreglar ese río y para eso, creo, hay aún mucho trabajo, dentro y fuera del sector educativo.

Es cierto que mi último artículo fue más bien irónico y poco propositivo, tal vez, poco meditado, fruto de una situación inmediata y puntual, posiblemente mal interpretada. Tal vez el título ya ofendiera de entrada, aunque me parece una pequeña ironía permisible que no tiene por qué condicionar la lectura del artículo.

En cualquier caso no se inquieten, la escuela tiene la suerte de no tenerme dentro. Y opinando desde fuera no puedo hacer mucho daño. Reitero mis disculpas y espero que la educación siga su camino ascendente:

Velando cada vez más por la ilusión y la

cultura de todos

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