«Un espacio disruptivo: mi escuela»
Abriendo brecha
Desde hace algunos años, se ha tratado de encontrar una forma de hacer que los alumnos de educación básica no reprueben o no abandonen la escuela. Las diferentes reformas o propuestas educativas, que ha implementado la Secretaría de Educación Pública, han sido en vano. Las chicas y chicos que cursan estos grados siguen sin encontrar respuestas en su vida escolar. Atendiendo a esta realidad nació la escuela La Secundaria General Nº 42.
Ante esto, un equipo de docentes en Aguascalientes (México), empezó a indagar sobre las causas y factores que detienen el flujo de estudiantes en el nivel educativo de educación secundaria. Encontramos muchas causas, siendo la más relevante: la organización de este complejo nivel, con sus usos y costumbres, caducos y poco atractivos para los jóvenes del México de hoy.
En ese sentido se abrió esta escuela: La Secundaria General Nº 42. Es una escuela que pretende hacer más terso el tránsito de la primaria a este siguiente nivel educativo; ya que, de tener un par de maestros –de repente– cambian a 10 u 11; lo que implica un descontrol de las chicas y chicos que –de por sí–, a esta edad, ya tienen una serie de cambios hormonales y emocionales. Y, con esto, se incrementa el descontrol –y poco seguimiento personalizado– de cada alumno. Es decir, cada profesor llega a su clase, «vierte» los contenidos que le dicta el programa y se marcha al siguiente grupo o escuela que le toca.
Nosotros tenemos otra filosofía y otra organización.
¿Cómo están organizados ustedes?
Iniciamos con 2 grupos de 1er grado en la mañana y en la tarde. Son jóvenes que vienen saliendo de 6º grado de la primaria. Tienen entre 11 y 12 años. Acostumbrados a una escuela tradicional. Los hay de todo tipo de promedios oscilando sus calificaciones entre bajo y medio bajo.
Hay un grupo de 2º grado, en el turno matutino. Es un grupo de jóvenes entre 12 y 13 años. Son alumnas y alumnos que han sido rechazados de otras escuelas; ya sea, por indisciplina aguda; ya sea, por reprobación extrema. Hay 4 que vienen de otra parte del país –literalmente– huyendo de la inseguridad. Les cuesta mucho trabajo integrarse en la dinámica de La Secundaria General Nº 42, debido a las formas en que trataron y fueron tratados en sus anteriores escuelas.
Finalmente, contamos con un grupo de 3er grado también en el matutino. Este grupo es muy particular. Son los mayores de La Secundaria General Nº 42, tienen entre 13 y 14 años. También han sido rechazados de más de 3 escuelas. Sus experiencias van, desde el consumo de sustancias tóxicas, hasta golpear a los maestros de las instituciones donde han estado.
¿Cuántos maestros tienen por grupo? Dos, su titular más otro de idioma inglés.
El titular ¿qué imparte?
Las asignaturas convencionales: español, matemáticas, artes, biología, física o química, historia, geografía, educación física, formación cívica y ética, tutoría, educación socio-emocional y autonomía curricular.
¿Qué características distinguen a su maestra o maestro titular de otro, de una escuela convencional? Son maestras y maestros que tienen el deseo de poner en marcha innovaciones en la realidad del aula, de detonar proyectos asertivos de vida. Tienen una formación disciplinar en específico, lo que les ha obligado a estudiar, analizar y conocer de las otras asignaturas para poder realizar el diseño de todas sus clases.
Tienen claro que hace falta desarrollar habilidades de pensamiento en las chicas y los chicos que atienden. No están obsesionados con terminar un programa, su preocupación central recae en hacer un espacio sano de ambiente de convivencia y aprendizaje.
Están juntos la jornada escolar, lo que permite tener un conocimiento más profundo del estudiante, lo que facilita atenderlos mejor y con mayor acercamiento a su realidad. Hay buena comunicación y confianza.
A diferencia de las otras escuelas, acá hay pertenencia a la institución y el compromiso de servir a los alumnos, es la principal tarea.
¿Qué le implica como directora, construir este nuevo espacio?
Mucho trabajo y mucha responsabilidad. Es un placer colaborar en prácticas disruptivas que le apuesten al cambio y romper esquemas en beneficio de la juventud.
Es medular estar atenta a lo que ocurre al interior del aula. Ser una acompañante pedagógica que quite la incertidumbre de los procesos que se generen al momento de que las y los maestros titulares presenten, ante lo nuevo de esta propuesta.
Debo ser el motor que impulsa a los docentes a estudiar y actualizarse en nuevas metodologías activas, promover espacios de autoformación y, sobre todo, concebir en que la escuela es más allá de repositorio de conocimientos; es y debe, ser una comunidad de aprendizaje donde todos los integrantes crezcan y aspiren a la transformación en su ser individual y en su ser social, sin olvidar el bien común.
Esta mentalidad, sólo se predica con el ejemplo, con el entusiasmo y optimismo que deben permear las relaciones en el día a día. Me complace y estresa a la vez, ser precursora del cambio.
¿Cuál es esa filosofía que los hace diferentes?
Estamos fundamentados en un paradigma pedagógico socioconstructivista; es importante que los jóvenes aprendan a aprender por sí mismos. No es sencillo cuando vienen arrastrando prácticas de memorización.
Están acostumbrados al activismo, es decir, hacer por hacer o hacer por entretener. El objetivo es que, a través de la intervención docente, puedan desarrollar habilidades, ya que no hay un tránsito consecutivo de los niveles de cognición; se quedan en los niveles inferiores, haciendo el menor esfuerzo y la nula aplicación de lo que se aprende en la escuela; por ello, es necesario dejar a la memorización, como único recurso y, avanzar a los niveles de orden superior que les permita tomar decisiones asertivas, aprehender y aplicar de manera útil o que socializan en su contexto escolar.
El humanismo permea la comunidad de aprendizaje. El clima de trabajo permite centrarse en la persona, no en el conocimiento. El ser y el sentir deben ser fortalecidos con las prácticas escolares y con la organización que impere en la escuela.
Los valores son ejes transversales a la hora de convivir, ya que los alumnos provienen de contextos vulnerables, tienen normalizada la violencia y transgresión a las normas, en ese sentido urge movilizar actitudes y toma de conciencia responsable.