Análisis comparativo de dos poemas de Rubén Darío

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Análisis comparativo de dos poemas de Rubén Darío:

“Yo persigo una forma…” y “Yo soy aquel que ayer no más decía”. 

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En el presente ensayo se procede al análisis de dos poemas de Rubén Darío: “Yo persigo una forma…”, incluido en Prosas profanas y otros poemas (1896) y “Yo soy aquel que ayer no más decía”, perteneciente a la obra Cantos de vida y esperanza (1905).

Debido a la densidad de ambos textos poéticos, me centraré –especialmente– en aquellos elementos del Modernismo que posibilitaron el surgimiento de las vanguardias.

Poemas de Rubén Darío: Yo persigo una forma…

Con respecto a “Yo persigo una forma” (1896), para anclar su localización dentro del contexto de la obra en el que se inscribe, me remito a las palabras de Alfonso García Morales en su estudio “Paralela/mente: “el reino interior” como la “obra de Rubén Darío” (2016):

Prosas profanas es el poemario con el que Darío vuelve a presentarse tras el ya legendario pero algo lejano y anticuado Azul…, es el fruto de su paso por París y de su estancia en Buenos Aires, el libro paralelo a la colección de artículos Los Raros, la demostración de su modernidad, cultura y técnica poéticas, de su sincretismo creador, la respuesta a quienes habían empezado a cuestionar su primogenitura y liderazgo modernista, la prueba de que su iniciación, al menos su aprendizaje en las nuevas corrientes literarias, y su conocimiento del oficio de poeta han concluido (101).

Nos encontramos ante un poema que refleja precisamente ese dominio del “oficio de poeta” al que se refiere García Morales. Desde el propio título se aprecia el valor semántico del sustantivo “forma”. Cabe destacar que dicho sustantivo actúa como complemento del verbo “perseguir” (127).

Por tanto, la voz poética (“yo”), que en este caso se identifica con el propio Darío, inicia la búsqueda de un significante que pueda plasmar un nuevo rumbo en el estilo de su poética, tras ser plenamente consciente del agotamiento de determinados códigos. Se trata, por tanto, de un poema de marcado carácter metaliterario. Pero más allá de este aspecto, se postula como la declaración de intenciones presente en la poética de Darío desde las “Palabras liminares” del libro:

“Yo no tengo literatura mía para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal” (Darío 51-52).

poemas de ruben dario

Este aspecto enlaza con el tema del poema presente en el título: “Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo”. Hay una evidente búsqueda por parte del poeta de una voz personal a través de la palabra que, como expresará más adelante, “huye”.

De esta manera se subraya el carácter inefable del lenguaje poético, que ya estaba presente desde el cultivo de la poesía mística y se verá reflejado en la Carta de Lord Chandos (1902) de Hugo von Hofmannsthal.

De igual manera, como subraya Valcheff en “Darío y Machado: dos artes poéticas, dos talantes de modernismo hispanoamericano” (2019), el poema pone de manifiesto la premisa de “una estética acrática” (Darío 51) declarada también en “Palabras liminares” (127).

La “forma” se identifica con un ideal inalcanzable que conduce al espacio sagrado de la poesía (“rosa”). Entre la poesía (“rosa”) y la “forma” es necesario encontrar un elemento racional (“botón de pensamiento”) (Valcheff 128).  Por otra parte, el marcado carácter erótico, presente en la poesía modernista y especialmente en la obra de Darío, aparece introducido mediante el verso “el beso que en mis labios se posa” (128).

En general, se puede apreciar que las imágenes del poema plasman la dicotomía trazada por Nietzsche en El nacimiento de la tragedia griega en el espíritu de la música (1872) (128). La poética de Darío busca, por tanto, encontrar un equilibrio entre Apolo, representación de la racionalidad, y Dionisio, que simboliza los placeres sensuales (128).

La presencia del poeta como “visionario”, de herencia romántica, está también en la poética dariana plasmada en este poema:

“Los astros me han predicho la visión de la Diosa”.

Además, la dualidad del yo, como voz poética y autor, se ve reforzada por el empleo del determinante posesivo (“mi estilo”, “mis labios”, mi alma”, “mi Bella-Durmiente”); el uso del pronombre personal de primera persona (“me”) y la conjugación del verbo en primera persona gramatical que marca la antítesis temática (“persigo” y “no hallo”).

Otro aspecto interesante es la estructura externa clásica, ya que estamos ante un soneto constituido por catorce versos con rima consonante (ABBA ABBA CCD EED). No obstante, la novedad reside en reemplazar el verso endecasílabo, habitual en este tipo de composiciones, por el uso del alejandrino.

La elección responde a los principios de la estética simbolista y, concretamente, a la búsqueda de musicalidad (Valcheff 127). Por tanto, tradición clásica y modernidad se funden en la estructura de este soneto. De igual manera, la alusión al mundo clásico, de clara influencia prerrafaelita y parnasiana, aparece representada mediante la imagen “Venus de Milo” o la metáfora “Bella -Durmiente”.

La identificación con el ideal de máxima belleza femenina, que adquirirá especial relevancia en las diversas creaciones modernistas, supone, en esta etapa creativa, un anhelo inalcanzable (“abrazo imposible”) para el propio Darío, que se muestra escéptico ante las posibilidades que puede ofrecerle ya el parnasianismo pese a emplear, paradójicamente, sus claves y códigos en la elaboración de este poema. Estos aspectos determinan que el lector se encuentre:

“Ante una poesía que se refleja y realiza en la propia configuración estructural del poema” (127).

Tras realizar esta breve aproximación al poema, se puede determinar que estamos ante un texto poético de densidad compleja que funde elementos propios del parnasianismo, de clara herencia prerrafaelita, con un efectivo empleo del símbolo y la metáfora; pero que, paradójicamente, utiliza esos mismos códigos artísticos para manifestar la necesidad de subvertirlos por otros que se adecúen al “estilo” del autor.

Poemas de Rubén Darío: Yo soy aquel que ayer no más decía

Con respecto al poema “Yo soy aquel que ayer no más decía”, seguiré algunos planteamientos del estudio realizado por Olga Muñoz Carrasco “La vida de Rubén Darío cantada por él mismo: poesía como autobiografía” (2000). Para anclar dicho poema resultan esclarecedoras las siguientes palabras:

El autorretrato poético que abre Cantos de vida y esperanza se publicó en la revista Alma española en 1904, en concreto en una sección que pretendía recoger autobiografias de jóvenes literatos del momento, creadas preferiblemente al margen de cualquier posible canon de escritura autobiográfica.

Así, con la aparición de «Yo soy aquel» en dicha colección Rubén Darío confirma el carácter esencialmente biográfico de su composición, sin duda sometida a un cuidado proceso de destilación de la memoria (Muñoz 165-166).

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Muñoz explica en su análisis la necesidad de tener presente el concepto “pacto autobiográfico” (166) definido por Philippe Lejeune: “Para que haya autobiografía y, en general, literatura íntima, es necesario que coincidan la identidad del autor, la del narrador y la del personaje” (Lejeune 48). Como expone Muñoz:

La mención del verso azul y la canción profana implica para el lector la súbita aparición de un yo lírico que aglutina al protagonista del poema, al narrador explícito y por supuesto al autor de carne y hueso que reside en el mundo real y que para entonces ya había publicado los libros a los que aluden los versos transcritos: Azul…, y Prosas profanas. Comienza así la construcción del sujeto poético, entidad que en principio constituye una instancia mediadora entre el escritor y la experiencia como materia prima de la creación (166).

De la misma manera que sucede en el poema “Yo persigo una forma…”, el mensaje poético se construye sobre un “yo” que es voz poética y autor, pero también es el personaje principal del poema.

“No podemos olvidar la irreductible dualidad en que nos sume el primer verso: un «yo» que «soy», fijo en el momento presente, frente a un «aquel» que «decía el verso azul y la canción profana» diluyéndose en el «ayer». (Muñoz 166). En consonancia con lo expuesto, un aspecto relevante que destaco del estudio es el siguiente:

“El tono confesional de determinadas estrofas, al igual que cierto barniz de naturalidad, nos permiten concluir que en algunos momentos del poema hay una tentativa de aligerar el protagonismo del lenguaje, de hacerlo casi transparente con el fin de que no usurpe el lugar que sólo al poeta le corresponde ocupar”

(Muñoz 169).

En las primeras estrofas, Darío evoca un pasado literario repleto de elementos parnasianistas y simbolistas (“cisnes”, “rosas”, “jardín” “góndolas” “liras” o “lagos”).

A la evocación literaria, que recoge los códigos imperantes en el contexto en el que surge su poesía, se suma el carácter aglutinador de diversas tendencias literarias anteriores y presentes también en su poética mediante los versos siguientes: “Y muy siglo diez y ocho y muy antiguo/ Y muy moderno; audaz, cosmopolita;/ Con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo/.

De igual manera se superpone la alusión biográfica del autor, aunque queda esbozada y carente de anécdotas: “Yo supe de dolor desde mi infancia/ Mi juventud… fue juventud la mía? /”.  Se trata, por tanto, de una “honda autobiografía lírica” (Muñoz 170).


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Como rasgos generales del poema, se observa tras esta breve aproximación, al igual que ocurría en el texto poético anterior, las claves de la poética dariana.

Si en “Yo persigo una forma” predominaba la frustración ante la necesidad de forjar un nuevo código literario; ahora nos encontramos ante un tono nostálgico en el que prevalece un intimismo lírico. A través de él se muestra al lector un recorrido literario, con tono biográfico, por las distintas etapas de la trayectoria del poeta.

Con respecto a los elementos del modernismo que posibilitaron el surgimiento de las vanguardias, como expone Ildemar Pérez en “Sesgos, rasgos y evidencias (vanguardismo en la poesía de Rubén Darío)” (2000), el crítico y poeta Saúl Yurkievich postula “la triple vectorialidad” (150) que permite, según el autor, “el reforzamiento de la conexión causal entre estos movimientos” (150).

Este planteamiento incluye tres líneas de análisis:

  • Una de índole realista/historicista, que aboga por una transformación del mensaje poético, partiendo de una ruptura con las convenciones previas del contexto social.
  • Otra de carácter formalista, que afirma la “autonomía del signo estético” (150).
  • Y una tercera línea de carácter subjetivista, que subraya el “desmantelamiento de la textualidad por el inconsciente” (150).

Estos tres vectores, aplicables al estudio de las vanguardias, están ya presentes en los textos de carácter metaliterario surgidos en el Modernismo y confirmarán el nacimiento de una poética vanguardista: si el propio Darío aboga en su poética por la ruptura con las propias tendencias presentes en su obra (prerrafaelismo, parnasianismo, simbolismo y decadentismo), para proclamar en los poemas analizados y en  Palabras liminares una creación personal que no sea fruto de una moda o tendencia, la Carta de Lord Chandos (1902) plasma  la separación entre el yo, el mundo y el lenguaje.

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Tanto la poética dariana como las premisas del texto de Hugo von Hofmannsthal, aunque aparentemente distintas, manifiestan una clara intención rupturista.

En la crisis de fin de siglo, el lenguaje no posee para el poeta la capacidad de plasmar el carácter polifónico de la realidad circundante. Al igual que Darío, el personaje de Lord Chandos no encuentra la forma capaz de representar ese mensaje poético. Hofmannsthal parte, por tanto, de la misma tesis que el escritor nicaragüense: no existe un significante apropiado que acerque la voz personal del poeta a una realidad multiforme.

De esta manera, se ratifica “la crisis de confianza respecto al lenguaje” (Martín 26) que enlaza con la propia crisis del arte; poniendo de manifiesto el conflicto existente entre poeta y realidad, así como la disociación del individuo frente a un mundo que le resulta extraño, complejo y decepcionante.


N. del E.: Trabajo realizado por Ángela María Ramos Nieto para el Máster en estudios avanzados en Literatura española e hispanoamericana (2020-2021). Módulo impartido por el doctor Christian Snoey.


Referencias

Darío. R. Prosas profanas y otros poemas. Madrid: Espasa Calpe, 1998.

García Morales, A. «Paralela/mente “El reino interior” como la “obra maestra” de Rubén Darío». Anales de Literatura Española, n.º 28, pp. 99-117, 2016.

Hugo von Hofmannsthal. “La carta de Lord Chandos” En La carta de Lord Chandos y algunos poemas. Epílogo, edición y traducción de Jaime García Terrés. México: FCE, 1990.

Ildemar Pérez, C. “Sesgos, rasgos y evidencias (vanguardismo en la poesía de Rubén Darío)”. Anales de Literatura Hispanoamericana, 29, págs.141-163, 2000.

Lejeune. P. “El pacto autobiográfico”. Barcelona: Suplementos Anthropos, 29, 1991, págs. 47-61, 1991.

Martín Arnedo, S. “Crisis del lenguaje y ontología romántica: el caso de Hofmannsthal”. Revista de Filología Alemana 28, págs. 25-38, 2020.

Muñoz Carrasco, O. “La vida de Rubén Darío cantada por él mismo: poesía como autobiografía”. Anales de Literatura Hispanoamericana 29, págs. 165-177, 2000.

Yurkievich, S.  La movediza modernidad. Madrid: Taurus. 1996.

Valcheff García, F. “Darío y Machado: dos artes poéticas, dos talantes de modernismo hispanoamericano”. Actio Nova: Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, 3: 123-141, 2019.

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