LA FORMACIÓN DE MAESTROS: AQUÍ EMPIEZA TODO

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He sido maestro por ser simplemente licenciado. Entiendo que eso ha pasado mucho en este país. De tiempos turbulentos nos ha venido una escuela confusa y sé que aún estamos intentando ordenarla. Teniendo en cuenta que educar es la profesión más compleja de las que haya, no se le ha prestado suficiente atención, a mi modo de ver. Al menos hasta ahora. Creo que se empieza a asumir que es la pieza clave de cualquier reforma educativa.

Intuía y ahora leo por todas partes que buenos maestros harán buena escuela por muchas trabas que se les ponga. Si además se les ayuda, el éxito es seguro. La cuestión es cómo se llega a tener buenos maestros. Otro día hablaremos de ayudar.

La confusión a que me refería antes: he visto adolescentes de catorce años prepararse para magisterio (años sesenta), licenciados que enseñaban en primaria sin ninguna preparación pedagógica, mientras que un barniz llamado CAP se exigía a licenciados o doctores para formar a bachilleres. No sé ustedes, pero yo veo mucha confusión (de los sesenta a hoy ha llovido pero no tanto). Todo eso parece que está en vías de intentarse racionalizar, pero nadie dice que uno de los oficios más complejos se ordene fácilmente. Algo costará y tiene sus requisitos. Ahí voy, y perdonen la ignorancia de un licenciado que hizo, mal que bien, de maestro y ahora es simplemente ciudadano.

¿Qué debe tener una buena escuela de maestros? Hay que saber primero qué debe tener un buen maestro. Y para mí son dos cualidades básicas: liderazgo y visión del mundo. Me explicaré.

Liderazgo: es esa clase de seguridad que te permite ver las cosas desde fuera con una mirada benevolente y racional. Empatía es casi un sinónimo, junto a una seguridad propia y un cierto equilibrio producto de haber recibido una educación tranquila. Los alumnos te seguirán porque destilas orden y serenidad y saben que no pueden desequilibrarte. Y que estás con ellos. Resumiendo: seguridad y empatía.

Visión del mundo: una «teoría del mundo» clara. Ese tipo de estantería mental donde encuentra rápidamente lugar y significado cualquier hecho cultural que se descubra. Es esa cualidad que te da unas ganas permanentes de leer, escuchar y aprender, incluso cuando seas un enfermo terminal de ciento tres años. El tipo de formación que debería proporcionar la educación obligatoria. Después hablaré de conocimientos y materias, pero jamás tendremos dos personas que sepan las mismas cosas («defínase cosa»).

¿Tienen todos los profesores de maestos liderazgo y visión del mundo? Yo creo que deberían. ¿Es demasiado pedir que todo lo que pueda exigirse a un maestro se le exija redoblado a cualquiera de sus formadores? Pero vayamos un paso más allá.

Escuelas de escuelas. ¿No debería exigirse a toda escuela de maestros la misma cohesión y coherencia que después exigirán las familias a su centro elegido? Más incluso. Perdónenme si ignoro si las facultades de Magisterio (o como se llamen ahora) han de presentar un proyecto de formación propio y éste es evaluado desde fuera. Perdónenme si ignoro la mucha o poca coordinación entre los profesores de dichas facultades y la coherencia que los alumnos ven en la formación que se les da. Pero supongo que estarán de acuerdo en que es muy importante para conseguir que salgan buenos profesores con las cualidades antedichas mejoradas. Coordinación y coherencia de proyecto.

Trabajo en equipo. Se suele desear que los maestros de las escuelas trabajen bien en equipo. De hecho el trabajo en equipo es un mantra de los gurús de toda empresa humana. Yo siempre he pensado que el buen trabajo en equipo es más la excepción que la regla. Por eso lo valoramos, porque es excepcional y muy difícil. Y estoy de acuerdo en pedir cosas difíciles a las escuelas. Pero siempre que haya alguien delante dando ejemplo. Uno que recuerda sus años de facultad espera que el «trabajo en equipo» que vio en su universidad no sea el que se practique en las Escuelas de Maestros (¡Por Dios se lo pido!). No sé en Antropología, pero en Formación de Maestros no debería permitirse que cada cátedra fuera un castillo.

No creo que el trabajo en equipo deba ser una obligación imperativa de entrada, no es el tipo de enfoque que suele dar buenos resultados. Un buen rector de Facultad Educativa debería imponerse, sin embargo, un programa de incentivos en ese sentido. Encerrar juntos a sus docentes y hacer la pregunta. ¿Que haríamos nosotros con treinta niños o adolescentes delante? Es el tipo de preguntas que se contesta bien en grupo. ¿De qué nos sirve conocer a Dewey o a Stenhouse a palo seco? ¿Educamos para hacer «fuerte» nuestro país o para conseguir una humanidad? Hay que saberlo. Y, ¿acaso no puede ser uno catedrático y niño al mismo tiempo?

En resumen, supongo que una buena Escuela de Maestros futura deberá reparar mucho, entrenar mucho y filtrar bastante. Tardaremos en tener una escuela que nos proporcione aspirantes de cultura sólida y sin fisuras. Mientras tanto habrá que reparar (sospecho que el taller de Daniel Cassany tendrá que hacer horas extras). Y entrenar mucho. Aquí van juntas didáctica y conocimientos. No creo que en los estudios de magisterio deba enseñarse «materia». La «visón del mundo» previa debe permitir autoincorporarla con facilidad. Y si no, repárese aparte. La parte dura es filtrar. Antes de que sea tarde, uno debe darse cuenta de que educar no es lo suyo. Instruir tal vez sí, pero educar, no. No pasa nada si el sistema educativo es flexible.

Y una de las condiciones para que lleguen a las escuelas maestros fogueados, estoy de acuerdo, es que se sometan a un DIR como se viene recomendando en estas páginas. Incluso los de secudaria, pienso yo.

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