Los continuos cambios producidos en las leyes educativas a lo largo de todos estos años han tenido un fin común: mejorar la educación. Pero esa inestabilidad legislativa, a su vez, ha sido la prueba de que estos cambios no han dado los resultados esperados. ¿Por qué? Tal vez la respuesta a esta pregunta es más sencilla de lo que parece.
Se ha pretendido mejorar la educación, su sistema y los resultados académicos desde una premisa equívoca: dar por hecho que el sistema educativo es únicamente lo que sucede en la escuela. Por ello el intervencionismo realizado todos estos años modificando leyes en el ámbito educativo ha fracasado. Básicamente porque no se han tenido en cuenta otros factores, agentes y elementos que forman parte, implícita o explícitamente, de nuestro sistema educativo.
No podemos ser tan ingenuos para pensar que de las 24 horas que tiene un día, solo el tiempo que pasa un alumno en la escuela es el periodo en el que éste se está formando y educando. Bien o mal, también educan otros ambientes de la vida de un niño o adolescente. O acaso ¿no educan los padres en casa? ¿No educa la televisión? ¿No educan las redes sociales? ¿No educan los medios de información? ¿No educa una sociedad entera?
Y como muestra, dos botones. No tiene sentido trabajar más o menos horas el bilingüismo en los colegios si fuera de ellos no hay propuestas, medidas o actuaciones que favorezcan el aprendizaje de una segunda lengua. Ejemplo de este caso lo tenemos en la poca difusión de la versión original en la televisión de España. Y otro ejemplo con la misma protagonista, de nada sirve educar en valores en la escuela si de nuevo la televisión, en cualquier horario, muestra contenidos hirientes, irrespetuosos, soeces… y no pasa nada. Sí, la televisión también forma parte de nuestro sistema educativo, mal que nos pese.
Ya en sociología de la educación se estudia la relación entre la educación y la sociedad. ¿Es la escuela la que hace a la sociedad o es la sociedad la que influye y determina que clase de escuela tenemos? Habría que plantearse si hacer de la escuela el garante único de la educación de un país no está produciendo la dejación de cualquier tipo de responsabilidad educativa a los demás estamentos de nuestra sociedad (políticos, medios, familias…)
Por ello toda reforma sobre el sistema educativo hay que plantearla de una manera más integral, abarcando todo los ámbitos desde los que un niño puede recibir algún tipo de mensaje educativo. Tal vez diferenciar entre sistema escolar (todo lo que abarca el mundo de la escuela y sus planes de estudios) y el sistema educativo (donde entren todas las medidas, leyes o decretos que puedan afectar desde otros ámbitos a la educación de un país) sería un primer paso.
Tomo como ejemplo una viñeta del humorista Andrés Faro que refleja a la perfección lo que pretendo expresar. La escuela es sólo una guinda, el pastel es lo importante.
Y es que lo que más nos diferencia de los mejores países a nivel educativo no son sus planes de estudios, son sus sociedades.