La anti-solemnidad en la obra de Nicanor Parra

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El presente ensayo aborda, a partir de ejemplos extraídos de Poemas y antipoemas (1954) y de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), de Nicanor Parra, el cambio en la concepción de la poesía.

En concreto se reflexionará sobre los mecanismos empleados por el escritor chileno para descargar de solemnidad la poesía y desacralizarla, relacionando además esta actitud con la vanguardia y otros escritores.

Nicanor Parra y la Desacralización

En la década de los 30, la poesía en Latinoamérica se ve fuertemente influenciada por la poética de Neruda y, concretamente, por la tendencia suprerrealista. De igual manera refleja los postulados creacionistas de Huidobro y ubica al poeta en un ámbito “solemne y sagrado” (Cecereu-Monckeberg 62).

Dentro de este contexto la obra de Nicanor Parra difiere de las del momento, caracterizándose por la “desacralización del poeta y de la poesía” (62).

El sujeto lírico abandona su posición de visionario para adoptar la de un hombre que habita la cotidianeidad y se identifica con ella (63). En este sentido se puede apreciar un claro vínculo con la etapa más vanguardista de Vallejo; pero también un notable contraste con la Residencia en la tierra (1933) de Neruda. Con relación a este aspecto resulta pertinente la siguiente reflexión:

«Nicanor Parra ha puesto en evidencia explícitamente que su contraposición a la poesía nerudiana de ese entonces se fundaba esencialmente en el carácter elevado y solemne del poeta residenciario y en la modalidad «oscura» de su verso («nombre confuso» denomina Neruda a este verbo que expresa zonas inéditas de la sensibilidad y la angustia; «poesía del crepúsculo», «poesía de la noche» la denomina Parra y la opone a su supuesta «poesía del amanecer” (Schopf 45).

Nicanor Parra

Carácter coloquial en el plano formal

La poética de Nicanor Parra logra desde su origen aportar luz al poema, ubicándose, en este sentido, lejos del hermetismo de la línea más vanguardista de Vallejo o Neruda e iniciando la misma trayectoria que la del poeta Óscar Castro.

No es de extrañar que haya sido considerada poesía de “conciencia iluminadora” (63). Con esta misma línea se identifica también Benedetti, como él mismo declara en la entrevista recogida en el estudio de Cecereu-Monckeberg.[1]

Para concretar en la práctica este concepto de claridad, Nicanor Parra emplea un recurso que estaba vigente en la estética modernista y ha sido subrayado por Alemany en su libro Residencia en la poesía: poetas latinoamericanos del siglo XX (1997): se trata del carácter coloquial en el plano formal del lenguaje.

Este aspecto implica una relación más directa con el lector (Cecereu- Monckeberg 63). Nicanor Parra logra que lo particular se convierta en universal (63) a través de “poemas que sean experiencia” (Ibáñez 26). De igual manera, la “desmitificación temática” (64) enlaza directamente con el carácter oral señalado y aboga por el tratamiento de temas cotidianos. Para ello el poeta emplea la ironía y “el humor negro que atenta contra todos los valores” (64).

Desde mi perspectiva considero que esta estrategia ya fue llevada al extremo en el modernismo por el propio Silva en su célebre obra Gotas amargas (1908). No obstante, la antipoesía de Parra aporta un nuevo giro de tuerca con respecto al modernismo y las vanguardias:

“Denuncia el absurdo, las incongruencias, las contradicciones e incluso injusticias políticas.” (Ulloa 7).

En 1954 aparece su obra Poemas y antipoemas, considerada una de las más relevantes de la poesía chilena del siglo XX. En ella, el nivel de “desacralización” (Cecereu-Monckeberg 66) alcanza las más altas cotas. Uno de los poemas en los que más claramente puede apreciarse esta característica es “Epitafio”. De él destaco el siguiente verso que recoge la fusión entre tradición y ruptura:

“¡Un embutido de ángel y bestia!”.

El sujeto lírico se identifica con el “antihéroe”, (Cécereu – Monckeberg 66), ya que el autor (Parra) construye una parodia sobre sí mismo. “Este aspecto, que dista de las posiciones de Neruda, Huidobro o Mistral, lo acerca más a la masa, al hombre común” (66), como puede apreciarse en otro de los versos del mismo poema: “Ni muy listo ni tonto de remate”.

Pero, no se trata de esa “mayoría” a la que otros poetas, como Blas de Otero, intentan dar voz a través de la denuncia social, sino de una mayoría que lo identifica con el resto de los mortales a través de sus mismas vivencias e idéntico lenguaje (66). En “Epitafio”, la alusión a la clase social humilde de los progenitores del sujeto lírico rompe con los estereotipos de una sociedad que valida el prestigio de la genealogía.

Nicanor Parra aprovecha en este poema la solemnidad que se atribuye al epitafio para plasmar en él la caricatura del antihéroe con el que se identifica.

Humor

Otro de los rasgos que se aprecian en el poema es el humor a través de la ironía. Ello se consigue mediante los reiterados contrastes que permiten a la voz poética exagerar sus rasgos físicos. Esta intención satírica recrea en la mente del lector los rasgos del pícaro y recuerda la técnica empleada por Quevedo en La vida del Buscón (1626).

nicanor parra

De igual manera, se aprecia la relación intertextual existente entre la descripción que Trotaconventos realiza del Arcipreste de Hita en Libro de buen amor (1330) y el sujeto lírico. No obstante, aunque existe una importante similitud en la caricatura de los rasgos físicos mediante el empleo de la ironía y la presencia de oralidad, también se detecta cómo Parra desacraliza tópicos presentes en la descripción del Arcipreste: la masculinidad y el rango social determinado por su manera de caminar (Urrutia 61).

De igual manera, el propio título constituye una desacralización del carácter solemne que implica dicha palabra. En este epitafio el sujeto ya no es un hombre de características excepcionales, sino un individuo “común y corriente, de gustos vulgares (Urrutia 65); el destinatario no es un “visitante de la posteridad” (64) sino cualquier lector contemporáneo de Nicanor Parra; el ámbito de referencia no alude a “realidades elevadas (padre, patria, poesía, Dios)” (64), sino a la cotidianeidad, “a su identidad degradada, a tipos sociales marginados” (65).

Como conclusión, las características tradicionales del epitafio son invertidas y, por tanto, reescritas (65). De igual manera en el mismo poema también se aprecia el carácter teatral característico de toda su poesía:

“Parra crea un personaje y lo deja hablar directamente al público, sin ninguna intervención por parte del poeta” (Gottlieb 73).

Este aspecto enlaza con otra de las características relevantes de su poesía: “a la desmitificación temática y lingüística, se añade la desmitificación del mundo” (Cécereu – Monckeberg 67). Así, en el poema «Advertencia al lector» encontramos el siguiente verso:

“Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a/ pedazos”.

La metáfora ejemplifica el “derrumbamiento del mundo y de los valores supremos” (Cécereu – Monckeberg 67), característica muy presente en la poética de Nicanor Parra y común a las vanguardias. De igual manera, cabe establecer un paralelismo con Borges, ya que a ambos autores les “obsesiona la dudosa y precaria identidad del hombre” (Morales 153), pero el chileno “nos pierde en el espacio cotidiano y descascarado donde el cielo se está cayendo a pedazos (la cultura burguesa decadente y mentirosa, las significaciones ambiguas y gastadas de su lenguaje) y nosotros con él” (153).

En muchos de sus poemas, como ocurre por ejemplo en “Soliloquio del Individuo”, se emplea la moraleja como acto de “rebeldía” (Morales 150), ya que la tradición convencional la relegaba al ámbito de la fábula. En el caso de Nicanor Parra no se trata de una moraleja moral, sino de un procedimiento que le permite invertir los parámetros clásicos, abogando de esta manera no solo por una fusión de géneros, sino por una deconstrucción del mundo que conduce a una conclusión rupturista y negativista.

Se puede apreciar también este aspecto en los poemas “Hay un día feliz”, “Es olvido” y “se canta al mar” (Morales 151). La ruptura se plasma mediante “el desasosiego de la conciencia (151) y “la intensidad del sentimiento” (151). Su antirromanticismo surge del propio impulso romántico que se ve truncado por la realidad, no quedándole al poeta otra opción que “existir en la burla de sí mismo” (153).

Por otra parte, con respecto a esta tendencia desacralizadora de la poesía, en el poema “Padre Nuestro”, incluido en el poemario Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), el poeta no solo subvierte el concepto de Dios atribuyéndole a este las mismas características del antihéroe con las que él se identifica; sino que también subvierte el propio mensaje de la oración:

El elemento paródico aparece introducido por la risa de Satán, ya que el poeta le confiere a este una capacidad de acción superior a la de Dios; pero también por la deslealtad de los ángeles.

Se presenta ante el lector un Dios débil y sufriente, agobiado por los problemas mortales. Son los humanos, representados por la voz poética, los que se compadecen del sufrimiento divino al solicitarle a Dios que no se preocupe por la humanidad.

Los últimos versos resultan especialmente representativos de esta línea desacralizadora porque muestran cómo el proceso de subversión en la poesía de Nicanor Parra es llevado al límite mediante la antítesis:

“(…) Los dioses no son infalibles/ y que nosotros lo perdonamos todo”.

Se establece mediante la paradoja la superioridad moral de la condición humana con respecto a la del propio Dios.

Leonidas Morales destaca en su estudio “Nicanor Parra y el proyecto antipoético” (2012) la relación entre Brecht y el escritor chileno, ya que este último sienta las bases de su poética en “atacar la ilusión estética” (147).

De igual manera considera la presencia del carácter narrativo como estructura formal del antipoema (148), pero también subraya el elemento dramático mediante la construcción de un personaje que dialoga consigo mismo, con el lector y con el mundo (148).

Se emplea un lenguaje “predominantemente informativo” (149) que plasma las palabras de un personaje abatido por un mundo fragmentado y caótico. Su poesía constituye la metáfora del “hombre contemporáneo al borde del abismo” (149).

El exilio

La destrucción del mundo, reflejada en las vanguardias, se plasma mediante tintes políticos en el poema LVII de Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui, ya que se recrea el tema del exilio tras la dictadura. El tono anticipa la angustia presente en la novela La desesperanza (1986) de José Donoso. Si en esta el sentimiento de culpa del exiliado marcará la fractura del personaje central con el mundo, en el poemario de Parra el tema del exilio es abordado como el imposible anhelo de regreso a la patria y constituye “una condición de abandono terminal” (Said 179).

Nicanor Parra

Por tanto, “nunca se puede superar su esencial tristeza” (179). A través de la parodia litúrgica el poeta adopta una actitud crítica frente al contexto histórico: “santificado sea tu nombre/ déjalos regresar a la patria/ no permitas que mueran en el destierro”. Con este poemario, que toma como eje al personaje real Domingo Zárate Vega, célebre campesino recordado como “Cristo de Elqui”, Parra otorga un nuevo giro de tuerca a su poesía y explota los recursos paródicos para ponerlos al servicio de la denuncia social de una forma similar a la del novelista Hernán Rivera Letelier en El arte de la resurrección (2010).

En las últimas décadas del siglo XX, la antipoesía, término surgido gracias a la obra de Parra, se ha ido consolidando como herramienta para denunciar la alienación social promovida por el sistema capitalista.

Pero la actitud del escritor chileno y la de aquellos poetas que han mantenido una afinidad con esta línea, como es el caso de Ángel González, dista mucho de esta restricción o de la resignación del antihéroe marginal.

Por el contrario, he querido reflejar a lo largo de mi ensayo, la constante pugna de Parra por identificarse con una sociedad que lo destruye y, de manera simultánea, la necesidad imperiosa de comulgar con su realidad o escapar de ella mediante diversas estrategias rupturistas.


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Conclusión

En conclusión, nos encontramos ante un poeta en el que late el impulso romántico contra el que él mismo se rebela y que se nutre de las diversas influencias de la estética de su tiempo para invertir el proceso de creación poética.

Si algo nos demuestra la poesía de Parra es la necesidad del arte para reinventarse constantemente a través de un proceso de experimentación.

Mediante la lectura de los poemas de Parra se confirma que, paradójicamente, de aquellos aspectos absurdos, cotidianos y oscuros de la condición humana puede emerger el humor necesario para imprimir un nuevo rumbo a la poesía.


N. del E.: Trabajo realizado por Ángela María Ramos Nieto para el módulo del doctor Christian Snoey en el Máster de Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana.


Referencias

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[1] Véase Benedetti, M. «Nicanor Parra, o el artefacto con laureles» en Calderón, Alfonso: Antología de la poesía chilena contemporánea. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, S.A, pág. 301, 1971

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