La confianza, como base para entenderse padres y maestros, es urgente

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La confianza

como base

Éste podría ser el curso en el que nos pusiéramos manos a la obra para mejorar las relaciones entre padres y maestros, entre familias y escuelas. Es decir, en el que dejáramos de hablar de ello, en el que dejáramos de hablar los unos de los otros y empecemos a hablar los unos con los otros.

La relación entre las personas que se responsabilizan de la educación de los niños y las niñas (y de los jóvenes) no se puede improvisar, ni se puede dejar a la intemperie de los tópicos; es demasiado importante y muy delicada para no andar con tiento y dedicarle especial atención: Hay que trabajar para que esta relación entre adultos que educan se convierta en relación de confianza.

Las relaciones humanas son maravillosas y tremendas a la vez, y son conflictivas por definición. Más, cuando lo que compartimos en la relación es algo tan valioso como la educación de los hijos – alumnos. Por eso, sin querer tapar los conflictos que hay, lo que es vital es la voluntad de entendimiento, el ánimo de colaboración conjunta, el diálogo asertivo, el respeto a la diversidad de las personas que intervenimos más directamente en el proceso educativo de los niños, niñas adolescentes y jóvenes.

…empecemos a hablar

los unos con los otros

Prácticamente ningún padre o madre niega la necesidad de mantener una relación franca y cordial con los maestros y profesores de los hijos. Y tampoco encontraríamos un docente que no reconozca la importancia de establecer una comunicación fluida con las familias de los alumnos. Sin embargo, unos y otros tenemos constancia de experiencias de comunicación poco exitosas, de las que hemos salido decepcionados, preocupados o enfadados. Y es que el ser confiado no está en la base de una relación cuando ésta empieza; hace falta voluntad para construir relaciones de confianza y tesón para mantenerlas.

Unos padres que dejasen a sus hijos en un entorno educativo del que desconfían, les estarían enviando un mensaje totalmente contradictorio: «No estamos seguros de que esto vaya a ser bueno para ti, pero allá vas». Es decir estarían situando a los hijos en una situación que éstos percibirían como de total inseguridad: «Si ni mis padres confían en los maestros, somos vulnerables y debemos estar en guardia». Desviando así la energía, que debería estar a punto para los aprendizajes, a protegerse de un ambiente supuestamente hostil.

Construir una relación basada en la CONFIANZA significa mantener, a contracorriente de la desconfianza dominante en la sociedad, la voluntad de construir una relación entre padres y maestros que, a pesar de no saberlo todo unos de otros, se fían porque cuentan con suficientes elementos de esta responsabilidad compartida que es la educación de los hijos – alumnos. En este fiarse unos de otros se gesta el espacio educativo que hace posible la educación con calidad humana.

Una comunidad educativa regida por vínculos de confianza genera múltiples beneficios para todos, adultos e hijos (alumnos):

Está comprobado que los vínculos positivos entre familias y docentes favorecen el éxito académico de los hijos/alumnos, que éstos incrementan la valoración positiva de la educación; que la confianza permite visibilizar y hacer evidentes los valores que promulgan la mayoría de los proyectos educativos de las escuelas. Además (¡como si fuera un beneficio menor!) hace más agradable la convivencia cotidiana.

Reconocida la importancia de la relación de confianza, y sabiendo que debe ser cultivada por ambas partes, desde nuestro punto de vista, es la dirección de cada escuela, como institución organizada y con una misión, quien debe responsabilizarse de fomentarla y mantenerla: ¿Cómo?

Creando las condiciones para mantener unas óptimas (bien planificadas) relaciones entre familias y colegio. Una comunicación bidireccional, que genere diversos entornos donde sea posible la confianza.

También debe procurar que todos los tutores tengan capacitación para mejorar sus habilidades comunicativas con los “otros adultos educadores”: los padres y las madres de los alumnos. Prestándoles recursos y formación para que tengan un estilo comunicativo generoso, asertivo y generador de confianza.

Así como fomentando que los docentes cambien la consideración que tienen de las familias, para entender que los padres y las madres de los alumnos son el entorno más próximo al que hay que abrirse y que ellos son el mayor capital humano, social y de recursos  con el que los docentes debemos contar.

Todos, familias y docentes tenemos que unirnos porque la educación sólo es posible en entornos de confianza, no de sospechas, ni reproches, ni de escaladas simétricas para demostrar quién sabe más de los niños que son alumnos e hijos a la vez.

Constructores de confianza,

¡La educación nos necesita!

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