EL RUBIUS Y LA CULTURA

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El otro día, en un acto, pude ver un vídeo documental muy revelador. Una periodista mostraba una fotografía de un personaje joven a diferentes personas, todas mayores de cuarenta años.

¿Quién era el personaje?

«No sé, no me suena», fueron la mayoría de respuestas. «Creo que es un cantante, pero… no sé», aventuró alguien. Total, uno de tantos o un desconocido. Pero el reportaje tenía una segunda parte en institutos entre jóvenes. A la vista de la fotografía todos, chicos y chicas, saltaban emocionados «¡El Rubius!». No hubo excepciones.

Los Beatles no hubieran despertado

mayor pasión en su momento

Después de unas semanas, y de haber averiguado de quién se trataba, casi me avergüenzo de haber desconocido este fenómeno que ya lleva algunos años en el candelero, así que me he puesto a mirarlo en youtube.

Pero ya en aquel acto, se trató del fenómeno audiovisual y youtuber, en concreto, y de cómo estamos funcionando adultos y jóvenes en culturas paralelas que apenas se tocan a pesar de ocupar el mismo espacio.

El Rubius, joven que ya irá por los veintipocos, es ciertamente uno de tantos. Francamente, habilidoso y divertido, bebe de una cultura audiovisual reciente; probablemente, bastante influido por «El Hormiguero» de Antena 3 y por una tradición de la locución televisiva diskjey.

Me ha recordado las esperanzas frustradas de mis años de escuela por estar en un aula donde se aprendiera con experimentos químicos espectaculares que nunca llegaban. Y siempre eran todo profesores formales que no se acercaban nunca al laboratorio que permanecía cerrado.

Yo mismo me quemé (superficialmente) parte de la cara mientras formé parte de un grupo de gamberros muy serios que fabricaban pólvora para enviar al espacio capuchones de pluma estilográfica barata, en una época en que los descampados competían con los edificios y eran asequibles. Lo que hace el Rubius en su casa (?) no es reproducible en muchos hogares de hoy.

No nos quejaremos de que en plena era del espectáculo los jóvenes busquen espectáculos y acciones que provoquen efectos rutilantes con poco esfuerzo. Fíjense en que una de las novelas más comerciales de los últimos años El abuelo de 100 años que saltó por la ventana y se largó tenga como personaje un apasionado de las explosiones.

En el mundo de hoy, se pasa de la atonía a la explosión sin solución de continuidad y el joven soporta mal la atonía. Youtubers famosísimos en Estados Unidos derivan hacia el nihilismo, como uno que se dedica a retransmitir cadáveres, muertes y agonías, casi siempre de animales… pero no siempre. Incluso niños de ocho años se hacen famosos presentando juguetes –Mikeltube (ahí los padres juegan un papel parecido al de las madres de las antiguas pin-up italianas de los cincuenta)–. Y otros niños los reconocen por la calle. Desmesura y fama.

El Rubius parece improvisar, pero sobretodo teatraliza, juega con la lengua, aprovecha la tecnología y se documenta (en google, por supuesto). Tira de redes de amistades y de estereotipos culturales (el científico loco siempre ha sido muy popular, representa la aventura hacia lo desconocido, la libertad rabiosa y el riesgo; lo usan los mayores como revulsivo y lo recogen los jóvenes como héroe).

Como todos los jóvenes recoge ecos de cultura secular, el prestigio de la ciencia, los personajes extremos… Y vive a fondo el presente. ¿Estamos integrando a esos jóvenes en el proyecto de la Humanidad? Como si eso existiera. Hay los proyectos de los que tienen capacidad de proyectar y los demás, sólo si tienen el valor y la capacidad de cabalgar en esos proyectos.

Uno crea Youtube

y muchos navegan en él

La mayoría aplaude y obedece, tiene la triste libertad de elegir a qué flautista sigue. A saber cuántos auténticos proyectos humanos no llegarán a ser por causa de perseguir espejismos.

Estamos en la sociedad narcisista y muchos adultos han encontrado un filón haciéndose flautistas de adolescentes. Van quedando pocos Telémacos que sepan buscar al padre para crear juntos el reino del Ser Humano (ver artículo anterior Generaciones y capas de civilización).

La mayoría de adultos «responsables» permanecen anclados en la sociedad de Edipo y así sólo conseguirán que las generaciones simplemente se superpongan y zigzagueen: abuelo revolucionario, padre conservador, nieto progresista. Hemos de convertirnos en Ulises que tengan cosas que mostrar a sus hijos porque han visto mucho. Ellos tienen la vitalidad y la creatividad, nosotros el contenido. Y hemos de enseñarles a reconocer los trucos de los flautistas de Hamelín que intentan engatusarlos con lenguajes audiovisuales «molones».

No se pierde nada y se gana mucho «deconstruyendo» un video de El Rubius en clase. Su impostado entusiasmo (estamos hambrientos de entusiasmo), su previsible imprevisibilidad… pero cuidado! No demos una lección. Sócrates no decía, preguntaba.

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