¿Quién dice que los adolescentes no leen? Desde que se inició el periodo de confinamiento por la pandemia del COVID-19, los niños españoles han multiplicado por tres el consumo de lectura digital en Fiction Express, la plataforma que conecta a los alumnos con autores profesionales para incentivar y mejorar la competencia lectora a través de mecanismos de co-creación y diálogo creativo. A las puertas de un 23 de abril marcado por el confinamiento, con un particular Día de Sant Jordi aplazado hasta el mes de julio para poder hacer frente al virus, los índices de lectura digital se han disparado, como si de un homenaje al Día del Libro se tratara.
Según los datos recopilados por la plataforma, sus lectores, de entre 10 y 17 años, han leído 3,2 veces más en el mes de marzo con respecto al mismo periodo del año pasado. El tiempo invertido en la lectura de un capítulo de los libros libros de Fiction Express suele ser de 30 minutos. En este sentido y teniendo en cuenta el número de lectores activos en la plataforma durante el mes de marzo, cada uno de ellos ha dedicado a la lectura una media de entre una hora y una hora y media diarias. ¿Diarias? Sí, diarias, aunque pueda parecer algo inaudito en este país.
Cambio de hábitos
Es evidente que el confinamiento por la pandemia del COVID-19 ha cambiado las rutinas de la población, y los niños no son una excepción. Encerrados en casa, sin colegio ni actividades extraescolares, sin contacto con los amigos más allá de lo virtual, también se han visto obligados a cambiar sus rutinas y a adaptar sus actividades cotidianas a unos tempos diferentes y a un espacio limitado. Este cambio de hábitos se ha convertido en la gran oportunidad para conseguir que los niños le dediquen más tiempo a la lectura, y no por obligación sino por entretenimiento.
Los expertos lo recuerdan constantemente, la lectura es la competencia clave, es la base para garantizar el aprendizaje y facilitar la evolución de la sociedad y el desarrollo tecnológico. Pero la lectura no es una habilidad innata, su desarrollo requiere un aprendizaje y su uso implica la utilización de múltiples áreas cerebrales. Y a pesar de los múltiples beneficios asociados a ella, conseguir que los niños y adolescentes lean no es siempre una tarea sencilla.
La motivación lectora (según la OCDE) se compone de tres variables: actitud hacia la lectura, diversidad de contenidos que se leen y tiempo dedicado a leer. El factor tiempo, en estos momentos de confinamiento, juega a favor, así que ahora que los niños disponen de más horas libres y están obligados a permanecer en casa, les toca a los padres y a los profesores jugar todas las cartas y aprovechar la situación para influir sobre las otras dos variables.
Estimular no es obligar
Es el momento de ayudarles a transformar ese concepto de lectura que vinculan a actividad aburrida y obligatoria en diversión y entretenimiento. Y eso solo se puede descubrir… ¡leyendo! Para conseguirlo, hay que estimularlos. “Estimular”, según la RAE, significa “hacer que alguien quiera hacer algo o hacerlo en mayor medida” y, por tanto, no es sinónimo de obligar, pero sí precisa de intervención porque difícilmente un hábito como la lectura, que implica esfuerzo y dedicación, surgirá en un niño por voluntad propia y como por arte de magia, salvo en contadas ocasiones.
La clave, por tanto, estará en encontrar el equilibrio entre la lectura como actividad obligatoria y la lectura como actividad de libre elección; encontrar la manera de hacerles leer (porque tienen que hacerlo) para que sin darse cuenta lean porque quieran leer (porque eligen hacerlo).