Echarle culpas a la educación en Hispanoamérica, históricamente, ha resultado gratuito. Educar en medio de la pandemia fue un desafío pedagógico y no solo tecnológico. En nuestros países, todos tenemos como agenda de resolución de los problemas echarle culpas a la calidad de educación, a los docentes.
Si seguimos esta línea argumentativa vemos que es una actitud muy cómoda, en cuanto que nos exime de toda responsabilidad, el otro vive en este país, la otra gobierna, el otro no hace nada en beneficio de la educación.
Echarle culpas a la educación
- ¿Qué están haciendo en el Gobierno por la educación durante la Pandemia?
- ¿Qué están haciendo por la educación durante la Pandemia los que están a cargo de la gestión y recursos educativos?
- Los docentes de aula sí estamos trabajando.
- ¿La mayoría de nuestros alumnos y padres están presentes?
- Y los referentes educativos con cargos políticos, ¿qué están haciendo?
La grieta se aprende, para eso necesitamos una educación para todos, no para algunos. La calidad de educación es un problema concreto que requiere de respuestas concretas –a corto plazo– por parte de todos los gobiernos.
No podemos consentir eso de «echarle culpas a la educación», dado que la calidad de nuestro sistema educativo depende de la gestión, principalmente, de la gestión política cuando hablamos de centros de la educación pública.
Pobreza de aprendizaje
No se debe educar con miedo. La educación ¿es o no es un derecho? Según el Banco Mundial, el cierre de escuelas por la pandemia generaría una “pobreza de aprendizaje” en la cual el 62% de niños de 10 años no pueden leer un texto simple.
Esto podría equivaler a 7,6 millones adicionales de niños y niñas en educación primaria “pobres de aprendizaje” en la región.
De acuerdo con el informe, luego de 10 meses (un año escolar) sin clases, el 71% de los estudiantes de los primeros años de la escuela secundaria pueden no ser capaces de comprender adecuadamente un texto de moderada extensión.
¿Hay compromiso, hay solidaridad para que no tengamos tanta brecha educativa aplicada a cada día que pasa? Con este panorama, ¿podemos consentir en echarle culpas a la educación?
¿Gratuita y obligatoria?
En la antigua Grecia, la escuela estaba reservada para un pequeño grupo de personas, sólo los hombres libres podían dedicarse a aprender toda clase de artes, ciencias y disciplinas; dado que tenían el tiempo para hacerlo y no debían preocuparse por obtener y preparar alimento.
El principio 7 de la Declaración de los Derechos del Niño dice:
‘El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria, al menos en las etapas elementales’.
La educación de un país es tan importante que debería ser asunto de estado. Porque no hay país libre que no sea país culto. No hay democracia que no cuide a sus jóvenes –que son garantía de futuro–. No hay gobernante tan poco inteligente que sea capaz de segar el mañana impidiendo el acceso de sus ciudadanos a la escuela.
El derecho a la educación se establece de dos maneras, a saber:
- Mediante los instrumentos normativos que se resuelven con una verdadera política de estado –que se diseña entre todos– y no se orienta únicamente hacia una parte de la sociedad.
- Y mediante el compromiso político de los gobiernos, porque un verdadero derecho a la educación se plasma en el fortalecimiento –real– de la dignidad de cada persona.
Muchos países de América aspiran a la educación de Finlandia, Corea del Sur o Japón, pero con la economía de sus países, véase Venezuela o Haití.
Hay gente que no come ni una sola vez al día en Argentina, Haití o Venezuela. No les dieron oportunidades ni les abrieron las puertas a la educación –y esto ocurre desde hace décadas–. Otro tanto con la salud, y con el derecho a una vida digna. ¿Son libres o rehenes de los gobiernos de turno? ¿Es lícito echarle culpas a la educación?
No se puede echar culpas a la educación, porque eso es tan mezquino y maquiavélico como echarle la culpa a una abstracción, la educación.
No, señores, los responsables de una mala gestión educativa no son «La educación», sino las personas. Hombres y mujeres con nombres y apellidos, cuyo comportamiento, por acción u omisión, ha afectado a las historia vital de millones de ciudadanos de a pie.
La educación debe preparar para la vida, lo que significa asumirla en su complejidad y en su diversidad.
La educación está en crisis, viene perdiendo calidad y cantidad desde hace años. Una gran parte del problema según ve la mayoría de la sociedad es que la culpa la tenemos los docentes.
Y, en efecto, no andan equivocados, saben que sí, que esa es una parte de la realidad. Tienen razón: los docentes estamos desorientados, en nuestro rol.
Por otra parte, el Estado, hace muchos años que declama y proclama, pero tampoco aporta ni fomenta una suficiente educación de calidad para la población en general, ni un plan de formación del profesorado adaptado a las necesidades del profesorado de INED21.
Educar es, lo que corresponde, en derechos y obligaciones. Se hace aquí presente la tragedia de la pobreza y de la marginalidad subsiguiente.
Muchas veces el artículo 14 de la Constitución Nacional de Argentina donde se establece el Derecho de Enseña y Aprender se materializa en una realidad que expulsa a los débiles del sistema educativo.
No se trata de un “fracaso escolar”, sino de un fracaso de la sociedad entera. Así como de un fracaso de un Estado que supo concebir gobiernos que realmente se ocupasen de la educación.
El futuro de toda Argentina peligra en favor de los pocos de siempre, los que tienen el privilegio de poder estudiar con calidad, de poder gestionar los recursos, sin remendar el aprendizaje y la educación.
La educación en Argentina ya no es igualitaria, la hacemos los padres, alumnos y docentes como podemos.
No podemos contar víctimas de la desidia por la falta de educación, no podemos ampliar la pobreza por falta de educación. Argentina se está hundiendo, tenemos que lograr consensos.
Un consenso no es unanimidad, es encontrar un espacio de intercambio y toma de decisiones para renovarse. Construcción en la pluralidad.