El Diario de Colón es la primera fuente que tenemos de aproximación a las estrategias lingüísticas empleadas para describir una realidad desconocida hasta el momento: el continente americano. No obstante, como señala Luis Arranz, el texto original se perdió. Sabemos que los reyes poseían un ejemplar que, posiblemente, les habría entregado Colón cuando se encontró con ellos en Barcelona (Arranz 62).
Actualmente hay dos copias del Diario:
- La transcripción realizada por Bartolomé de Las Casas.
- Y la que su hijo, Hernando Colón, introdujo en el texto Vida del Almirante.
Sin embargo, posiblemente ninguna de ellas tuvo su origen en el manuscrito de Colón, ya que se trata de una copia fechada en 1493 que tampoco se ha conservado (Serna 37).
Son numerosos los estudios que han abordado el análisis del Diario de una manera crítica. Entre ellos destacan:
- El de Tzvetan Todorov titulado La conquista de América: el problema del otro (1982), que profundiza en el aspecto de la alteridad.
- El ensayo de Beatriz Pastor, cuyo título es Discurso narrativo de la conquista de América (1983), en el que aborda aspectos relacionados con la naturaleza y también con la alteridad.
- El análisis de elementos mitológicos presente en Mitos y utopías del descubrimiento. I. Colón y su tiempo (1989) de Juan Gil.
- El estudio de Soler Arechalde El Diario de Colón. Aspectos comunicativos y lingüísticos del primer contacto entre europeos y americanos (1993), que se detiene en el acto comunicativo.
- Los aportes de Juan José Arrom sobre el trabajo lingüístico desempeñado por Colón en su viaje en Imaginación del nuevo mundo (1991).
- El análisis semiótico de Jean-Pierre Etienvre, en Lecturas de un malentendido: El Diario de Cristóbal Colón (1994).
- El de José Miguel Oviedo en su Historia de la literatura hispanoamericana 1 (2003) y Mercedes Serna en la «Introducción» a las Crónicas de Indias (2009), que plantean su análisis desde una perspectiva más general.
Diario de Colón
El presente ensayo toma como eje el Diario y parte de un análisis contrastivo entre aspectos ya trabajados por diversos críticos y las reflexiones de O’ Gorman en La invención de América (1958). Lo primero que llama la atención del lector es la conexión entre la prosa histórica y la ficción.
Esto se debe a que el emisor-conquistador será el primer sujeto que se enfrenta a la realidad americana desde una perspectiva europea. Pero nos encontramos con un problema previo: la legitimidad de los términos “descubrimiento” y “conquista”.
En su empeño por “explicar y nombrar lo nuevo”, Colón termina transfigurando la realidad y recurre a los “mitos occidentales” (Soler 149). Se refiere a “monstruos con un sólo ojo, hombres con cara de perro, amazonas, sirenas, cuya existencia en absoluto pone en duda” (149).
Al hilo de lo expuesto, Colón no “descubre”, sino que verifica las ideas preconcebidas que había ido adquiriendo a través de la literatura occidental. Sobre este aspecto O’ Gorman plantea su exposición: el primer problema no reside en cuestionar si América fue descubierta o no. Aunque es concluyente en su negativa, el planteamiento previo parte del cuestionamiento de los hechos que se relatan sobre tal descubrimiento (O’ Gorman 16). En su convicción de haber arribado a Oriente, desde el 17 de octubre, Colón denomina “indios” a los habitantes de las islas. Al hilo de lo expuesto, el autor de La invención de América plantea que el objetivo de Colón no era llegar al continente americano, sino “al extremo oriental de Asia” (O’ Gorman 18).
En la madrugada del 12 de octubre de 1492, cuando tiene lugar el primer encuentro entre europeos y americanos, se nos describe la toma de contacto realizada a través del intercambio de presentes. (Soler 145). El aparente objetivo de Colón es gestar una relación fraternal, pero el interés latente reside en “rescatar” el oro al que se alude en casi todas las páginas del texto (145). De igual manera el navegante también se refiere a las piedras preciosas y a las especias.
Estos aspectos resultan “ejes centrales de todo el proceso de verificación” (Pastor 66), ya que ellos representan la aprobación de su “conquista” por parte de los Reyes Católicos.
Pero “las promesas de Colón habían resultado ser un falso señuelo. Las esperanzas de oro cosechable como fruta madura se reducían al aleatorio futuro de unas minas que requerían sudor y privaciones” (O’ Gorman 100).
Importancia del lenguaje
Por otra parte, la importancia del lenguaje es clave en el texto para interpretar el objetivo de la empresa colombina. Se alude con frecuencia al empleo de lenguaje no verbal para la comunicación entre indígenas y colonos. Sorprende la contradicción del propio Colón en el discurso empleado en el Diario: en muchas ocasiones afirma dominar la interpretación de ese lenguaje gestual; pero en otras deja latente que no existe entendimiento alguno (Colón 133):
“No sé la lengua, y la gente de estas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga a ellos; y estos indios que yo traigo, muchas veces les entiendo una cosa por otra al contrario; ni me fío mucho de ellos, porque muchas veces han probado a huir (27 de nov.)”.
En el Diario está muy presente la intención de impulsar la lengua castellana. Recordemos la célebre frase de Nebrija en el “Prólogo a la Gramática de la lengua castellana” (1492) que destaca la unión indisoluble entre lengua e imperio. Esta idea enlaza con el propósito de Colón, que ya se esboza desde el propio prólogo de su Diario: imponer en el Nuevo Mundo los intereses económicos y religiosos del imperio.
Así, en las páginas del Diario encontramos (119): «sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas religiosas, que luego todos se tornarían cristianos» (6 de nov.) Con respecto a este tema, también resulta imprescindible subrayar los rituales de nominación: Colón sabía que las islas ya tenían nombre, pero a él le interesa:
“Volver a nombrar los lugares en función del sitio que ocupan en sus descubrimientos” (Todorov 35).
Tópicos de la Edad de Oro
Con respecto a la descripción del clima y de la naturaleza, abundan reflexiones de carácter idealizante que remiten al lector a los tópicos de la Edad de Oro (beatus ille y locus amoenus), como tantas veces se ha subrayado. Así encontramos el 16 de septiembre (Colón 78): “era el tiempo como por abril en Andalucía» o el 14 de octubre: «árboles (…) tan verdes y con sus hojas como las de Castilla en el mes de abril y mayo» (94).
También puede leerse (106): «las noches tan temperadas como en mayo en España en el Andalucía» (23 de oct.). Sin embargo, frente a esta naturaleza tipificada, como señala O’ Gorman, se imponía la realidad:
“El suave clima y la perfumada templanza de los aires cobraron en vidas de cristianos su pestífero engaño. Huracanes diabólicos sembraron naufragios” (O’ Gorman 79-80).
Carácter hiperbólico
Al hilo de lo expuesto, las descripciones de Colón están repletas de un marcado carácter hiperbólico mediante el cual recrea los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, vegetación y fauna. El 27 de noviembre escribe (Colón 133):
“Andando por ella fue cosa maravillosa, y las arboledas y frescuras y el agua clarísima y las aves y amenidad, que dize le pareçía que no quisiera salir de allí”.
La recreación de la naturaleza apunta a tres vertientes claramente diferenciadas (Todorov 33):
- A la interpretación puramente pragmática y eficaz, cuando se trata de asuntos de navegación.
- A la interpretación finalista, en la que los signos confirman las creencias y las esperanzas que uno tiene, para toda otra materia.
- A ese rechazo de la interpretación que es la admiración intransitiva, la sumisión absoluta a la belleza, en la que uno ama un árbol porque es bello, porque es, no porque podrá utilizarlo como mástil de una nave o porque su presencia promete riquezas.
Cosificación
En relación a la visión del indígena y al discurso de la alteridad, se detecta un cambio de perspectiva que parte del tópico del buen salvaje, presente en el primer viaje, pero que deriva hacia la cosificación del indígena en los tres últimos viajes. Dicho proceso de cosificación concluirá en la percepción del nativo como un esclavo que necesita ser evangelizado. De esta manera puede apreciarse cómo se termina por anular sus características humanas en pro de la tarea mercantilista ejecutada en nombre de la corona española.
El navegante ya no destaca de ellos su bondad natural, sino la ausencia de ley, la violencia en su rebeldía y sus prácticas caníbales. Pastor sostiene, al referirse a Colón, que:
“Dentro de él, la percepción y caracterización de la realidad americana como almacén de productos aprovechables para el mercado europeo culmina lógicamente en la percepción y caracterización del hombre americano como mercancía deshumanizada (Pastor 101)”.
Según lo expuesto por Toledo en su análisis, el mismo proceso de “degradación” sufrirá la mujer en el Diario (Toledo 17): Colón pasará de destacar la belleza de la mujer indígena en el primer viaje a vincular dicha figura femenina, durante el transcurso del cuarto, con “la prostitución y la brujería” (17). Con respecto a este aspecto, resulta imprescindible rescatar la reflexión de O’ Gorman:
«La soñada concordia que iba a presidir en la fundación y vida de la nueva colonia se tradujo en odio, prevaricato y disidencia y los mansos e inocentes pobladores naturales de aquel ficticio paraíso, supuestos amigos de los cristianos y amantísimos vasallos, mostraron su índole bestial: gente perezosa y proterva, buena para asesinar si se ofrecía la ocasión; mala para laborar y cubrir tributos (O’ Gorman 99-100)”.
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Conclusión
Como conclusión, resulta interesante reflexionar sobre la precisión apuntada por Todorov con respecto al concepto de alteridad plasmado en las páginas del Diario: El navegante recrea la teoría “asimilacionista”, vinculada a la concepción europeísta del mundo que ha ido forjando, para reconocer después una diferencia con el otro que será entendida en términos de superioridad o inferioridad. En ambos casos se trata de una perspectiva egocéntrica (Todorov 50).
Este proceso cognitivo conllevará una imposición del modelo europeo, validado por los colonos como superior, germinando en “el desasosiego que caracteriza el criollismo” (O’ Gorman 155). Por tanto, la reflexión sobre el análisis del Diario nos trasladaría al cuestionamiento sobre la identidad hispanoamericana que ya formuló Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad.
N. del E.: Trabajo realizado por Ángela María Ramos Nieto para el módulo del doctor Christian Snoey “Crónicas y relatos de la aventura americana” en el Máster de Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana.
Bibliografía
J. J. Arrom. Imaginación del nuevo mundo. México: Siglo XXI, 1991.
Colón, Cristóbal. Diario de a bordo, ed. de Luis Arranz Márquez. Madrid: Historia 16, 1985.
Etienvre, Jean-Pierre. Lecturas de un malentendido: El Diario de Cristóbal Colón. Actas del V Congreso internacional de la Asociación Española de Semiótica. A Coruña: Universidade. Servizo de publicacións, 1994, vol. 1, p.23-33.
Gil, Juan. Mitos y utopías del Descubrimiento. I. Colón y su tiempo. Madrid: Alianza, 1989.
O’ Gorman, Edmundo. La invención de América. México: FCE, 1958.
Oviedo, José Miguel. Historia de la literatura hispanoamericana. I. De los orígenes a la Emancipación, Madrid: Alianza, 2003
Pastor, Beatriz. Discurso narrativo de la conquista de América. Ciudad de la Habana: Casa de las Américas, 1983
Paz, Octavio. El laberinto de la soledad. Madrid: FCE, 1998.
Serna, Mercedes (ed.). Crónicas de Indias, Madrid: Cátedra, 2009.
Soler Arechalde, M. Ángeles. El Diario de Colón. Aspectos comunicativos y lingüísticos del primer contacto entre europeos y americanos. Estudios de cultura Náhuatl, Nº.23, 1993.
Todorov, Tzvetan. La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI, 1992.
Toledo, Sandra. Diario de a bordo. La ficcionalización del Nuevo Mundo. Trabajo de final de grado tutorizado por Beatriz Ferrús. Universidad Autónoma de Barcelona, 2013-214.