Conocemos casos de sobra donde las meteduras de pata en las redes sociales o la publicación de contenidos privados digitales han afectado a la carrera profesional de ciertas personas. La escasa conciencia sobre la importancia de lo que publicamos, en público o en privado, o el descuido de la reputación digital, están ocasionando problemas laborales y creando barreras para la empleabilidad o promoción profesional. Docentes y centros educativos comenzamos a ser parte de la casuística relativa a la identidad digital.
Fuente de la imagen: flickr. Homage to Herbert Bayer licencia
Como educadores, no estamos exentos de la necesidad de cultivar nuestra identidad digital. No se trata de ponerse a borrar tuits o entradas pasadas o incluso salir de las redes sociales, podemos desarrollar nuestra personalidad virtual en positivo. Aun así, debemos conocer las normas básicas de privacidad disponibles en las diferentes plataformas sociales, así como tratar de educar en el sentido común independientemente de la necesaria libertad de expresión.
El exhibicionismo digital de los más jóvenes puede, lamentablemente, ocasionar perjuicios en su futuro más o menos próximo. La inconsciencia de jóvenes y novatos o el afán de notoriedad provoca la subida a la red de todo tipo de imágenes y comentarios públicos. Suelo recordar a mis alumnos la suerte de los nacidos antes de los años ochenta del siglo XX; no tuvimos móviles ni redes sociales donde publicar los desatinos típicos de la mocedad, por lo que carecemos de un “curriculum digital” interesante para los oteadores de las redes.
Por ello, pese a cierta hipocresía social, nuestros alumnos acabarán tarde o temprano sometidos a un (pre)juicio de empleadores futuros. Unos prejuicios que invitan a reflexionar sobre nuestro papel, más o menos activo, en las redes sociales o en otras publicaciones digitales (webs, blogs, foros, etc.). Nuestra presencia en Internet es casi inevitable, pero podemos pensar en cómo queremos ser percibidos, si es que nos interesa, o si compensa el exhibicionismo en las redes.
Soy firme partidario del uso de blogs, Twitter u otras plataformas que nos permiten compartir experiencias y contenidos, pero es necesario aprender a manejarlas tanto para nuestro crecimiento personal o simple ocio, como para nuestro desarrollo profesional. Insistir en las posibilidades del conocimiento compartido y en la libertad de expresión desde el respeto, son actitudes básicas que debemos trabajar insistentemente con los alumnos. No podemos obviar que nuestra presencia en la red puede tener mucha más repercusión, ya sea positiva o negativa, que el expediente académico.
Es necesaria también una renovación del enfoque de la comunicación digital de los centros educativos. Debemos pasar de un modelo unidireccional que muestra superficialmente las actividades realizadas en la escuela, tipo tablón de anuncios, a un modelo donde se profundice, se exponga y se debata con el resto de la comunidad educativa de un modo transparente. Los alumnos y las familias deben tener más información y vías de comunicación sobre las metodologías empleadas y el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las redes sociales y los blogs de los centros educativos son herramientas idóneas para suplir esta necesidad de comunicación bidireccional y hacer crecer al mismo tiempo la identidad digital de la escuela.
Los profesores, desde los blogs personales u otras redes sociales, tenemos también enormes posibilidades para compartir y reflexionar en profundidad sobre nuestra práctica docente. Internet es un escaparate que no puede ser desaprovechado profesionalmente, sin embargo, no podemos quedarnos únicamente en la parte estética o en un medio para alimentar el ego, debemos insistir en una cultura del conocimiento compartido que redunde en nuestra identidad digital. Esta cultura digital, si se trabaja desde los centros educativos y sus docentes, acabará calando entre unos alumnos que deben ser cada vez más conscientes del cuidado de su propia identidad digital.
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