DEL JUEGO A LA PROFESIÓN

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Mi tesis de que hasta los 16 todo son humanidades NO implica que se desatiendan algunos lenguajes científicos antes de esa edad, tienen su morbo. Sólo que hasta esa edad, lo fundamental es entender los cómos y porqués del funcionamiento del mundo y de nuestra realidad como humanos. Y eso es básicamente narrativo. Recuerdo que de pequeño me encantaba jugar a viajero del espacio y calculaba pormenorizadamente distancias a las estrellas con multiplicaciones inacabables a las que me dedicaba con fruición. Ajustaba la velocidad de mi cohete en función de los tiempos que me proporcionaba ahora una retahíla de divisiones.

¿Tres años? ¡No puede ser! ¡El emperador Ming llegará antes!

Cuadrupliquemos la velocidad de la luz.

Incluso siendo menos fantasiosos aún queda juego entre los 15 y los 16. Yerra la LOMCE cortándoles el juego a los que no se apasionan por la teoría. Mentalidad de gente de despacho. Otro día hablaré de cómo veo lo importante que es el juego y de cuánto prepara para la profesión, aunque es cosa sabida.

CEREBRO Y MANO

Creo sinceramente que el bachillerato es sólo un tipo de Formación Profesional. Antes del Renacimiento los grandes inventores eran artesanos modestos y desconocidos. Mitificamos a Leonardo por sobresalir tanto en la mente como en la mano. Pero la mayoría solemos decantarnos por un solo órgano. Creo que poco hubiera hecho el gran químico y físico teórico del siglo XVII, Robert Boyle, sin las manitas de su tocayo Hooke que le construía los instrumentos.

Tenemos Formación Profesional Inicial, de grado Medio y Superior. Por otra parte tenemos el bachillerato, el grado o licenciatura, los másteres y postgrados y los doctorados. Es lo que hay a partir de los 16 años.

Siempre me pregunté si MacGyver era de FP o Licenciado.

¿Qué beneficio obtenemos en separar la teoría y la práctica en la etapa de Formación? Al químico del ayudante de laboratorio. Al arquitecto del maestro de obras. Al físico del técnico electrónico. Al historiador del archivista. Al médico del enfermero.

Recuerdo que estudiando Historia Antigua me desesperaba intentando interpretar restos materiales arqueológicos que no tenía ni idea de cómo se fabricaban. Tal vez el historiador debiera ser el más manitas de los teóricos. Al menos el más curioseador, con pase a todos los talleres artesanos e industriales.

Rompo aquí una lanza a favor de integrar los centros de FP y los institutos de bachillerato en un solo edificio. Leyendo historias sobre los centros de investigación y las industrias de las que salieron los primeros ordenadores, el transistor, el chip y las redes, descubres lo productivos que son los encuentros informales entre gente de diversos campos. La humanidad perdió mucho tiempo por prejuicios de estatus social y jerarquía referentes a la mano y al cerebro, cuando son dos órganos que juntos hacen maravillas.

Si rompiéramos los prejuicios que separan bachilleres de técnicos, tal vez se concretarían sinergias imprevisibles y maravillosas en las cafeterías o los patios de esos centros simplemente de «Formación Profesional» Inicial, que es lo que también es el bachillerato.

Los aspirantes a historiadores, químicos o médicos tal vez verían claras muchas cosas que tal vez les amarguen algún futuro momento profesional y los técnicos resulten posiblemente más creativos y emprendedores compartiendo visiones del mundo más amplias. En algún momento tal vez deberán separarse, o tal vez imaginemos maneras de prolongar esa visión amplia de la formación profesional.

Problema de arquitecturas escolares, pero también sociales.

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