Debo al profesor José Blas en estas páginas haber conocido un poco más a Stenhouse, del que sólo había leído referencias en un libro de Martínez Bonafé. Se lo agradezco desde aquí.
El libro era Políticas del libro de texto escolar. Recuerdo que hablaba del Proyecto Curricular de Humanidades (HCP o The Humanities Curriculum Project). Parece que Stenhouse hacía hincapié en el carácter problemático de la cultura (en humanidades, al menos) y en el valor de la discusión para la práctica pedagógica de aula. Proponía, creo entender, un profesor con un papel más moderador y más investigador y sin libro de texto. Pero claro, a los del Proyecto les llegaba el problema de que “necesitaban proporcionar información a los alumnos para empezar a discutir; una información que supliera el uso común del libro de texto” (Bonafé, 2002, p.104). Y se lanzaron a “recopilar, seleccionar y organizar, evidencias documentales en relación con los tópicos de contenido que el proyecto proponía para la discusión de las cuestiones sociales controvertidas” (idem). Además, los profesores que aceptaran los materiales del Proyecto, podían ampliarlos a su gusto. Eran materiales que podían irse cambiando según la perspectiva de cada momento, por supuesto. Había “documentos impresos, álbumes de fotografías, películas y grabaciones en cinta magnetofónica ” (ídem, p. 105). Yo veo ahí, recortes y mediateca. Pero los veo también como propuesta relativamente cerrada, y en eso no se diferencian tanto del libro de texto. Nadie dice que con libro de texto no se puedan hacer clases basadas en la discusión y de hecho creo que los redactores de libros de texto trabajan hoy con esa idea. Sólo que la base informativa del Proyecto era más amplia y más interdisciplinar, parece.
Aún defendiendo el mismo enfoque pedagógico, problematización y discusión, no me convenció. Ninguna objeción a los recortes, ni físicos ni virtuales, son vida en movimiento. Pero a estas alturas de la película de mi vida los veo como adjetivos, como esos pedazos de periódico que ajunto a algunos libros bajo las cubiertas. Tienen momento, pero no tienen personalidad. Lo sustantivo sigue siendo el libro, el libro es un objeto-sujeto con el que un joven puede relacionarse. Defiendo que educarse es jugar a ser adultos profesionales. Practicar la vida sin hacerse daño antes de tiempo. Por qué vamos a jugar con recortes si lo que el adulto usa principalmente es el libro, aunque sea el Aranzadi (Cofieso que la vista de un despacho de abogado no me animaría a estudiar derecho -todos esos aranzadis iguales a sí mismos). Me encanta ir observando los lomos de los libros en el despacho del médico mientras él se entiende con el ordenador.
Una vez estuve a punto de producir un video educativo sobre la industria del algodón. Un ejecutivo de una empresa del ramo en la que habíamos de filmarlo me prestó un libro sobre hilos y fibras que era su manual de cabecera, la niña de sus ojos profesionales. Yo sabía lo que ese libro significaba para él y nunca le agradeceré bastante el regalo de su confianza. Leí lo más rápido que pude lo que me era asequible y se lo devolví aliviado de no haber perpetrado ninguna arruga ni mancha. Aún hablando de una cosa tan áspera como hilos y fibras, tenía personalidad, había en él un sabio deseando enseñar algo que amaba a personas con interés, más de lo que pueden permitirse los redactores de libros de texto. El proyecto se frustró y quedamos amigos. Las personas con proyecto tienen libro, o libros. Algún día tal vez hagan los suyos.
Con una biblioteca llena de libros breves (40-100 páginas), escritos por autores amantes de su ciencia y que hablan a jóvenes concretos (tengan 10, 12 o 15 años) no hace falta una central recopiladora de materiales. En los libros, los alumnos encontrarán información, pero sobre todo ideas. El contraste les enseñará que las ideas pueden reformularse y que la información es materia modelable.
El maestro se convierte en director de maestros. Los presenta, habla de su ciencia. Puede criticarlos o emparejarlos. Sugiere y recomienda, discute. Ese aula puede convertirse en un círculo con bagajes diversos, eso se evalúa (y el profesor no es una excepción). Por encima está el claustro. Por encima, la sociedad local, se exprese a través de un Consejo Escolar o de otra manera. Tal vez se pudiera hacer mucho para mejorar los consejos escolares y convertirlos en encuentros menos burocráticos y más interesantes, algún día hablaremos de ello. Esa sociedad es la más interesada en saber del currículo que cumplen sus retoños. Al final esa sociedad recopila sus piezas de educación. Un aula con proyecto. Un claustro con proyecto. Una sociedad con proyecto.
¿Y a qué aspira un buen maestro sino a formar personas con proyecto?
PD.: Seguiré la pista a Stenhouse.