Hoy compartiré un concepto que, muchas veces enunciado, no se desarrolla adecuadamente en la formación y desarrollo de la docencia. Es más, puede que se desconozca directamente. Empecemos por definir lo que significa ángulo ciego de un experto (Nathan y Petrosino): es el vacío que existe entre lo que un experto (docente) sabe y lo que los alumnos saben y comprenden. A su vez, esta laguna demuestra una diferencia que, tantas veces, pasa inadvertida: el conocimiento de una materia y el conocimiento didáctico o pedagógico de una materia o contenido. Argumentaré dos señales donde estos ángulos ciegos se muestran en la práctica docente, estas señales no son exhaustivas. Hay más, pero son un buen principio para analizar las prácticas docentes que nos rodean o que desarrollamos, muchas veces, inconscientemente. Sobreentender un lenguaje o una determinada construcción de una materia, pueden ser ejemplificadores de los ángulos ciegos de un docente.
Primera señal: la asimetría entre el lenguaje del docente y el lenguaje que pueden saber y/o comprender el alumnado. Toda comunicación es lingüística, un dominio adecuado del lenguaje específico de la materia y, en consonancia, su transición a un lenguaje comprensible es fundamental en una buena práctica docente. Algunos ejemplos de asimetría: oscuridad del lenguaje empleado, tanto en su vocabulario como en su sintaxis: el tecnicismo innecesario y la falta de claridad en el qué y cómo, evidencian una mala práctica; improvisación del desarrollo lingüístico en la explicación: no haciéndose evidente la relación necesaria entre los conceptos que se intentan explicitar; falta de contextualización: no saber adaptar nuestro lenguaje al desarrollo evolutivo y particular del alumnado que interactúa con nosotros.
Segunda señal: la ausencia de una organización pedagógica de la materia. Todo contenido puede y debe graduarse en un todo interrelacionado, pero este todo tiene que tener orden y claridad en sus relaciones significativas. Una materia no es un contenedor espontáneo de ocurrencias o intuiciones de un docente en su práctica del aula: el voluntarismo por sí solo no demuestra un conocimiento pedagógico de la materia. Esa organización tiene unas consecuencias que todo alumnado agradece. Voy a señalar dos aspectos que siempre intento incorporar en la práctica de aula y que me sirven de criterio en las evaluaciones que realizamos desde INED21: significatividad, esta se despliega en dos modalidades que Ausubel nos explicó magistralmente: significatividad lógica referente a la materia, y significatividad psicológica del alumnado con el que estamos directamente; retroalimentación, este criterio es una consecuencia del anterior, pero no solamente: un docente abre una espacio de participación y de retroalimentación en su práctica docente, cuando ese alumnado puede introducirse significativamente en ese desarrollo curricular. Quiero ser preciso, dije no solamente: implica a su vez un conjunto de pautas de retroalimentación para el inicio, desarrollo y cierre de ésta en una dinámica constructiva. Un detalle de la experiencia evaluativa: siempre hay que señalar con precisión y visibilidad estas dimensiones en la práctica docente concreta. No basta con señalar genéricamente errores: hay que mostrarlos constructivamente para que el docente pueda identificar, cambiar y ensayarlos didácticamente otra vez.
Esos ángulos ciegos se traducen en errores frecuentes y que persisten. Una parte de la docencia no es consciente de ellas, por su falta de conocimiento y, lo más importante, aún sabiéndolo, falta de práctica bajo una evaluación contextual e individualizada. A veces y esto es desolador, porque no encuentran una formación que resuelva sus lagunas conscientes. Los buenos sistemas educativos o los centros que buscan mejorar a su docencia, nunca dejan solos a los mismos en sus procesos de formación y seguimiento. No basta con la experiencia para mejorar, si ésta parte de una base inadecuada y no hay una evaluación de la misma. No basta con la formación simulacro y burocratizada que busca acumular puntos, si de lo que se trata es de mejorar realmente. Pero todos podemos transformar y mejorar nuestras prácticas docentes: en INED21 apostamos por el realismo contextual, el equilibrio formativo como respuesta al aula compleja y diversa que este s.XXI tiene y, por sus características, incrementará.