ADN DE LA ESCUELA CREATIVA -1

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“Crear es hacer que algo valioso que no existía, exista”

José A. Marina

Y la escuela puede convertirse en ese lugar mágico en el que las personas desarrollen la capacidad de hacerlo posible.

El ADN de la escuela creativa se está definiendo en la actualidad en muchas de nuestras aulas. Este texto analiza cinco rasgos que contribuyen a que el modelo escolar se fundamente en la generación de ideas, y no en su mera repetición.

LA ESCUELA CREATIVA NO TRATA DE PREDECIR EL FUTURO

La revista Popular Mechanics vaticinó en 1949 que “en el futuro las computadoras no tendrían más de 1000 tubos de vacío y pesarían solo una tonelada y media”. Poco después irrumpió en el mercado el ordenador personal (PC). Todavía hoy la publicación es ridiculizada por aquella fallida predicción, que no tuvo en cuenta la endiablada aceleración del progreso que caracterizó al siglo XX.

Hasta finales del XIX el mundo era una gran tortuga de movimientos predecibles. Esto hacía posible que, por ejemplo, los textos de Julio Verne anticiparan ingenios que poco después serían alumbrados, como el Nautilus, un sumergible con muchas similitudes al botado por Isaac Peral solo 18 años después de la publicación de Veinte mil leguas de viaje submarino.

¡Ya no vivimos en el mundo de Julio Verne! La escuela no puede educar pensando en un mañana parecido a la realidad presente. Sin embargo, sucede con frecuencia, ¿recuerdas a todos esos jóvenes que hace unos años orientamos hacia carreras vinculadas al sector de la construcción? Ni siquiera podemos predecir cómo será el mundo dentro de diez años… ¡Empecemos a educar para un futuro incierto!

La escuela debe asumir que naufragará si pretende anticipar su particular Nautilus, y el error de cálculo puede ser de dimensiones similares al que cometió Popular Mechanics, con una diferencia terrible: lo que quedará comprometido será el futuro de muchas personas, y no el prestigio de una revista.

LA ESCUELA CREATIVA APROVECHA EL ERROR

Ken Robinson relata que durante una observación en el kindergarten se fijó en una alumna muy aplicada en su tarea. Se acercó y le preguntó: “¿Qué dibujas?”. La niña contestó que estaba haciendo un retrato de Dios. El investigador le dijo que nadie sabía cómo era Dios. Sin dejar el lápiz, la pequeña replicó: “Mejor, a partir de ahora todo el mundo lo sabrá”.

Aquella niña no tenía miedo a equivocarse, ¡imaginó a Dios… y lo dibujó! ¿Se atreverá cuando pase unos años más en el colegio? Puede que en ese tiempo aprenda que el error es una respuesta reprobable que debe evitar.

El sistema educativo ha desarrollado una intolerancia al error que merma la capacidad creativa. Las personas que no están preparadas para equivocarse difícilmente harán algo original. Y esto se aprecia bien en el aula: ante una situación nueva, muchos chicos y chicas no se atreven a aplicar una solución propia. Prefieren esperar a que el docente proporcione la opción “correcta”. Frente a esto, la escuela creativa es tolerante con el error, incluso enseña a sus alumnos a sacarle partido:

“¡Todos tus intentos son un éxito! Unas veces ganas y otras… aprendes”

LA ESCUELA CREATIVA TIENE PACIENCIA

¿Has sentido alguna vez que la escuela acelera el ritmo natural del aprendizaje para obtener más y más resultados? Andy Hargreaves ha investigado este fenómeno propio de las sociedades contemporáneas y ha constatado lo que ya era un secreto a voces entre el profesorado: que la educación apresurada reporta resultados pobres. Es como almorzar en un restaurante de comida rápida, pierdes poco tiempo, pero ni es sano ni degustas manjares. Es mucho mejor cocinar en casa. Puede que incluso crees tu propia receta.

La escuela creativa no exige cambiar los horarios escolares (¡sería misión imposible!). Lo realmente importante es la gestión del tiempo de aprendizaje en esos intervalos inamovibles a los que llamamos “clases”.

Los griegos usaban dos palabras para referirse al tiempo: cronos (para el tiempo cronológico) y kairós (para el lapso natural que requiere un acontecimiento). Como sucede en la escuela tradicional, la mitología griega encumbró a Cronos al Olimpo, convirtiéndolo en uno de sus dioses principales. Kairós, sin embargo, fue un dios menor y casi desconocido. La escuela creativa tiene que equilibrar el poder de Cronos y Kairós, considerando que una educación más lenta no significa que todo vaya poco a poco, sino tener la opción de marcar el tempo que cada persona necesita.

“El aprendizaje puede ir siguiendo el ritmo del reloj, pero también puede seguir su propio ritmo”

George Ritzer

LA ESCUELA CREATIVA PROMUEVE LA INTERDEPENDENCIA Y CREA SINERGIAS

En un mundo en el que las relaciones humanas son más estrechas y las distancias más cortas, ya no es suficiente con ser independiente. Generar ideas o poner en marcha proyectos requiere, en muchas ocasiones, interaccionar con otras personas. Por ello, es imprescindible que la escuela nos ayude a comprender que tú y yo, trabajando juntos, podemos lograr más de lo que puedo alcanzar solo. Esto es interdependencia.

Aprender a aprovechar el potencial de la interacción es vital para la creatividad, ya que las ideas mejoran cuando se trabajan en equipo. Un buen ejemplo es Ubuntu, un sistema operativo desarrollado gracias al trabajo solidario de millones de personas comprometidas en un propósito común: crear un buen programa y compartirlo con el mundo.

El éxito de Ubuntu se debe en gran medida a las sinergias creadas entre las personas que lo desarrollan. La sinergia es un nexo natural entre los seres vivos. Si sembramos juntos dos vegetales, las raíces se entrelazarán y mejorarán la calidad del suelo, de modo que las plantas crecerán mejor que si estuvieran separadas. El equipo que logra este nivel de compenetración ha comprendido que el todo es mucho más que la suma de las partes, y basa su funcionamiento en el respeto de las diferencias, la compensación de las debilidades y la construcción sobre las fortalezas. Una escuela creativa aspira a desencadenar sinergias entre las personas.

LA ESCUELA CREATIVA TIENE UNA PREOCUPACIÓN EFECTIVA POR SU ALUMNADO

Tout pour le peuple, rien par le peuple”. Para cualquier escuela lo más importante es su alumnado. Sin embargo no todas obran de forma consecuente con esta premisa. Programaciones rígidas, contextos ignorados, inteligencias que siguen fuera… son solo algunas de las evidencias que ponen de manifiesto que, como hacían los reyes de la Ilustración, la escuela tradicional busca siempre lo mejor para su alumnado (el mejor temario, recursos, docentes…), pero sin contar realmente con el alumnado. La revolución de la escuela creativa convierte a su alumnado en el primer referente de cualquier acción:

“Tout pour le peuple et par le peuple”.

Stenhouse lo explica a través de una certera metáfora que asemeja al alumnado con un montón de semillas que llega con cada inicio de curso. Algunas escuelas se esmeran en tratarlas a todas por igual: idéntica cantidad de agua, intervalos de riego, fertilizantes… Estas “granjas” esperan recolectar la cosecha coincidiendo con el final del tema o del curso. También buscan que los frutos sean del mismo calibre, color, sabor… Frente a esto, las escuelas creativas se parecen más a jardines. Saben que cada semilla es única y aprecian la belleza de los diferentes colores y tamaños. Adaptan los suministros de riego y luz a las necesidades de cada especie. Aprovechan la variedad que tienen para crear su propio arte floral, donde la diversidad representa un valor añadido, y no un handicap.

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