VENEZUELA Y ¿EDUCACIÓN SIGLO XXI?

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Venezuela y

¿educación siglo XXI?

Amable lector, para nadie es secreto que el proceso educativo del ser humano está desde hace tiempo en crisis.

Es cierto que grandes y egregias figuras de la educación ya han corregido algunos notorios defectos. Sin embargo, aún quedan errores o defectos por corregir. Y los mismos –en vez de ser solucionados– se acentúan; y su solución se distancia cada vez más, pues, al no prestarles atención, su acción se agrava. No hace falta ser un gran pensador para darse cuenta del error en el cual nos encontramos cuando contemplamos el camino que se le ha dado a la educación.

En la actualidad, la educación impartida a los niños, en edad preescolar y escolar, dista mucho de lo que constituía la educación escolar en sus orígenes. No es necesario pasar lista a las ciencias de la educación y la historia de sus avances, pues no es el objeto de este escrito. Basta reconocer que los avances científicos y técnicos constituyen un gran aporte al arte y técnicas de la enseñanza.

Pero, también es cierto que hay que detenerse a prestar atención a los defectos que aún permanecen. A estos se les añaden nuevos defectos por el avance tecnológico de otras ciencias y nuevos conocimientos. Pues, la ciencia de la educación sigue siendo –como alguien la bautizó– la cenicienta de las ciencias.

Tristemente, en vez de darle solución a esta problemática, se le obvia y sigue impartiéndose con su cadena y su pesado grillete a rastras de defectos que afectan los resultados. Basta con repetir el acertado comentario del autor del estudio de los institutos educativos del siglo XXI, que lo resume, al ver un salón de clases actual:

«Vemos el típico salón del siglo XIX, con técnicas del

siglo XX, educando niños del siglo XXI»

En sus letras vemos las causas de por qué la situación, en vez de solucionarse, empeora.

Como ya se ha dicho, los defectos de los que adolece son tan notorios que ya se han dado cuenta de ellos la mayoría de las personas que se encuentran dentro del sistema educativo, llámense docentes, filósofos educativos, padres de niños actualmente en el sistema y hasta educandos avanzados dentro del mismo –digamos que alumnos de los últimos años de educación secundaria–.

Y, su notoriedad no escapa tampoco a quienes están fuera ya del sistema. Obviamente, pues porque la sociedad espera obtener resultados de la educación, que no solo aporte «mentes y manos» a las ya múltiples formas de trabajos que el mundo actual reclama; sino que dicho aporte esté suficientemente preparado para ocupar su puesto dentro de dicha sociedad. Preparación que abarca más allá de lo tecnológico, que ya es un problema en sí; sino en los valores personales de desempeño de calidad que incluye habilidad, conocimiento, iniciativa, responsabilidad, ética, etc.

Por tanto y, en síntesis, esta situación reclama una revisión pensada, madura, objetiva, profesional y científica que definitivamente solucione o minimice esta lista de problemas; pues, definitivamente, cuenta intrínsecamente con las herramientas suficientes para encontrar ese camino. No solo porque es una necesidad y un deber. Sino por lo más importante que puede aportar al conseguir la solución: «demostrar que cree y toma como ciertos algunos de los principios o axiomas de la educación»:

Una de las principales herramientas de la educación es el error, ya que un error enseña más que un acierto, pues enfrenta al alumno al camino equivocado y al admitir ese error y corregirlo, lo llena de satisfacción y aprende para no olvidar.

Sin embargo, como existe una tendencia muy arraigada, entre padres y docentes con estudios, pero no con paciencia y amor, que no soportan ni aceptan que un niño se equivoque y hasta lo penalizan.

Le enseña la humildad de saberse falible, pero no por eso avergonzarse, sino corregir

¿Cuántos grandes inventores y triunfadores hay en la historia que, ante un error o un fracaso, lo han visto como un reto a salvar?

Ante cualquier situación de reto a la inteligencia por no acertar de entrada con el camino correcto, se acepta el reto, se buscan soluciones y se elige la mejor.

Esa actitud es imprescindible en la vida, no darse por vencido.

El educador debe ser el primero en dar ejemplo a sus educandos en experimentar nuevos caminos, nuevas técnicas y adaptación a la novedad, sin miedo al cambio y con la mirada puesta en el avance al futuro.

Si hay algo que emociona al alumno es comprobar que su maestro, también corre riesgos y los disfruta como si fuese un juego y si es de tecnología, hasta le pide ayuda.

Este último punto es crucial, pues el educador debe ser modelo a seguir. Y, qué mejor modelo, que su actitud valiente y curiosa ante lo novedoso y desconocido. Aún a riesgo de equivocarse, actitud y aptitud sin miedo, al corregirse y enseñar a comprenderse, perdonarse y avanzar.

«El hombre inacabado» de E. Faure es un buen ejemplo para dar pasos en pos de nuevos derroteros en la  educación.

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