FORMACIÓN EN VALORES
La sociedad democrática del siglo XXI es una sociedad plural, en la que los ciudadanos reconocen unos mínimos morales basados en los Derechos Humanos, lo que supone que deberían participar en la búsqueda del interés colectivo y ser responsables de sus deberes y obligaciones. En este contexto ha ido adquiriendo importancia la formación en valores en todas las etapas educativas, haciendo necesaria la preparación del docente para afrontarlo.
Antes de compartir nuestra experiencia sobre este aspecto en el ámbito universitario, consideramos que puede ser importante aclarar algunos conceptos que pueden ayudar a entender mejor nuestros planteamientos. Tanto la ética como la moral hacen referencia a aquel saber que orienta al individuo con el fin de forjar un buen carácter (Cortina, 1997).
Se podría definir la moral1 como el conjunto de valores, normas e instituciones de una sociedad que son merecedores del reconocimiento general, que vinculan a sus miembros a través de ideales compartidos, obligaciones y prohibiciones; mientras que la ética sería el nivel del pensamiento o filosofía cuyo objeto es la reflexión racional sobre la moral con el fin de explicarla, cuestionarla y orientarla hacia el bien humano.
(Etxeberria, 2002)
Se considera que la moral surge con el grupo social, de tal forma que cada individuo que nace en ese grupo desconoce qué valores tendrá en el futuro, los tomará de su sociedad y los seguirá si quiere formar parte de ella. Sin embargo, la ética surge en el momento en el que se produce una reflexión del individuo sobre la norma, la relación con ésta ya no es tan automática, sino que está bajo la capacidad crítica del sujeto (Rivero y Paredes, 2006).
Para nosotros también ha sido importante entender el concepto de «valor»2. Podemos considerar que el valor es un modelo ideal de realización personal que intentamos plasmar en nuestra conducta a lo largo de nuestra vida, sin llegar a agotar nunca su realización. El valor es una creencia básica a través de la cual interpretamos el mundo, damos significado a los acontecimientos y a nuestra propia existencia
(Ortega y Mínguez, 2001)
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Aceptamos por ello que los valores comenzarían a forjarse en la familia, en la escuela y mediante las relaciones sociales que el niño establece, pero, a medida que crece, la familia va disminuyendo su influencia en esa formación, y es la escuela la que adquiere más responsabilidad, pudiendo completarla o, en ciertos casos subsanar carencias o corregir conductas negativas aprendidas en el entorno familiar (Gutiérrez, 1999; Blais, 2010).
En este sentido son varios los trabajos que recogen la importancia de la escuela como el espacio educativo en el que se inicia la formación en valores de la persona (Nunes, Duarte, Santos y Rego, 2015; Perrenoud, 2004; Valdez, 2003).
La siguiente etapa en un porcentaje amplio de nuestros jóvenes sería la universitaria, período durante el cual el estudiante es capaz de adquirir y modificar los valores y las actitudes mediante las relaciones con sus docentes y sus compañeros (Pérez y Martín, 2003; Morales, Trianes e Infante, 2013). En la Universidad, los valores deben ser el marco del comportamiento que deben tener sus integrantes (Hodelín, 2014) aunque, algunos de ellos, dependerán del carácter de la institución y de sus objetivos.
Hoy se espera que la Universidad forme profesionales competentes y comprometidos con la mejora de la sociedad, y por ello una formación de calidad no puede centrarse exclusivamente en la adquisición de conocimientos y habilidades, sino que debe lograr una formación en valores que regulen su actividad profesional futura (González, 2000; Martínez y Esteban, 2005).
El Espacio Europeo de Educación Superior indica que la formación y evaluación del futuro egresado ha de estar basada en competencias. En nuestro país, la Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) plantea la necesidad de profundizar en el desarrollo formativo competencial de los estudiantes para garantizar la calidad de los resultados de su aprendizaje (ANECA, 2013). Algunas de estas competencias son específicas de cada grado mientras que otras son transversales o genéricas en cualquier titulado superior, como ocurre con la competencia ética.
En el momento actual las universidades se enfrentan a un cambio de modelo educativo que afecta a distintos aspectos relacionados con las metodologías y los objetivos a desarrollar.
Desde los años 90 el objetivo de los profesores universitarios es pasar de una enseñanza basada en los contenidos a una enseñanza basada en las competencias, que permita que los estudiantes además de adquirir conocimientos sepan hacer, sepan ser y estar de una manera adecuada al contexto.
Delors, 1996
García Retana (2011) refiere que el currículo a implementar en un modelo educativo basado en competencias deberá integrar competencias para el aprendizaje permanente, para la convivencia y para la vida en sociedad; definiendo este último tipo de competencia como la capacidad para decidir y actuar con juicio crítico frente a los valores y las normas sociales y culturales, permitiendo promover ejes transversales que permitan actuar al individuo con respeto a los demás, a la diversidad, combatiendo el racismo y la discriminación.
La educación en valores debe ser responsabilidad de la institución universitaria pero no será viable si no la asumen también los agentes directamente responsables, los profesores que trabajan en ella (Garcia, Verde y Vázquez, 2011).
Nuestro grupo está constituido por profesores de varios grados de Ciencias de la Salud de la Universidad Europea de Madrid que hemos aceptado esta responsabilidad y en el año 2013 comenzamos un proyecto de investigación docente para conocer en profundidad cómo viven la dimensión ética nuestros estudiantes.
Somos conscientes de que los alumnos de Ciencias de la Salud deberían conocer cuáles son los valores aceptados en la sociedad a la que pertenecen y reflexionar sobre los que son para ellos más importantes. Sólo así podrán estar abiertos a la dimensión moral humana, la suya propia y la de los pacientes, y podrán iniciar un proceso de búsqueda personal para llegar a ser buenos profesionales. Este proceso se podría favorecer si los métodos de enseñanza armonizaran el contenido y las competencias transversales, lo que permitiría conseguir un aprendizaje más experiencial (Montemurro et al, 2013).
DIMENSIÓN ÉTICA
En una primera etapa del estudio, tres profesores realizaron entrevistas conversacionales a estudiantes de diferentes grados de Ciencias de la Salud para poder conocer la vivencia que tienen los alumnos de los aspectos relacionados con la ética. Para crear un clima de diálogo se iniciaban con una pregunta de arranque, a saber:
¿Qué aspectos relacionados con los valores éticos te parecen más importantes en este momento como estudiante en la universidad?
Llamaba la atención el desconcierto de los estudiantes ante las preguntas que se les planteaba, lo que se interpretaba como una actitud de sorpresa en los jóvenes debido a que el tema planteado no es habitual en el contexto universitario. Esto nos llevó al análisis de nuestras asignaturas, tomando conciencia de que los aspectos éticos no estaban suficientemente presentes en el proceso formativo de nuestros alumnos. Así, decidimos incorporar actividades que de forma integral permitieran el análisis y la reflexión sobre los valores éticos.
En una etapa posterior se realizó un cuestionario en el que 246 participantes debían expresar en una escala cuantitativa cómo percibían su actitud ante situaciones relacionadas con distintos valores. Destacaron tres aspectos con altas puntuaciones, es decir, a los que los estudiantes le daban más importancia, los relacionados con la responsabilidad, con las normas básicas de educación y con el respeto.
También fueron altas las puntuaciones de las situaciones relativas a la coherencia entre la forma de actuar y las ideas, la importancia del diálogo como estrategia en situaciones conflictivas, favorecer el buen ambiente en sus grupos, la capacidad de reconocer buenos argumentos, aunque sean diferentes a los suyos. y aspectos relacionados con la interculturalidad.
Las preguntas con las puntuaciones más bajas corresponden a las relacionadas con las actitudes de solidaridad y participación social. La mayoría de nuestros alumnos tienen poca implicación en procesos de participación tanto en la comunidad educativa como en organizaciones sociales o políticas. Ni estos temas ni la responsabilidad medioambiental fueron comentados en las entrevistas, por lo que podemos interpretar que son aspectos a los que los estudiantes no les dan importancia en el momento que están viviendo. Si analizamos el enfoque que dan al altruismo en las entrevistas, vemos que lo orientan a lo relacionado con la interacción con los compañeros y con los pacientes en cada caso, y no a lo relacionado con un enfoque más social.
PROCESO DE CAMBIO
Destacaron tres aspectos con altas puntuaciones, es decir, a los que los estudiantes le daban más importancia, los relacionados con la responsabilidad, con las normas básicas de educación y con el respeto.
Este proyecto de investigación está suponiendo para todos los participantes un proceso de cambio en nuestras actitudes como docentes. Nos ha permitido hacernos conscientes de las limitaciones para acompañar el desarrollo de los valores éticos de los alumnos, y estamos trabajando para que este aspecto esté presente en nuestras metodologías docentes. Somos conscientes de que el cuestionario utilizado explora de una forma muy general la percepción de los alumnos sobre aspectos éticos y dada la importancia que tienen algunos valores específicos para los estudiantes de Ciencias de la Salud, hemos comenzado un proceso nuevo de investigación cuyo objetivo es el diseño de una nueva herramienta.lculig©123RF.COM
A partir de los valores éticos considerados prioritarios por nuestros estudiantes y por otros estudios publicados (Montemurro et. al., 2013; Mercader, 2006), hemos seleccionado aquellos que siempre están presentes: respeto, responsabilidad, altruismo, empatía y aprendizaje continuo.
La exploración se va a realizar a partir de casos que colocan al estudiante ante situaciones conflictivas reales que deben valorar desde el punto de vista ético, poniéndose en el lugar del profesional o estudiante que protagoniza cada caso.
Pretendemos explorar las respuestas de nuestros estudiantes de primeros y últimos cursos, para analizar cómo está siendo su proceso a lo largo de su formación. Nuestra prioridad es identificar las áreas de mejora en las que podemos intervenir para conseguir sanitarios responsables y profesionales éticos que puedan mejorar el entorno social en el que desarrollen su profesión.
N. del E.
1 La negrita es nuestra.
2 Ídem.
Bibliografía
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Autores
Asunción Hernando, Margarita Rubio, Marta López del Hierro, Gustavo González-Cuevas.
Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud. Universidad Europea de Madrid.