UNA METÁFORA MITOLÓGICA PARA LA EDUCACIÓN ACTUAL: JOSEPH CAMPBELL

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Conversamos en nuestra serie: “Una metáfora…”, con Joseph Campbell, uno de los clásicos de la mitología comparada en el s. XX. Personalmente, si tuviera que elegir una tríada de autores que todo lector interesado en el fenómeno religioso y mitológico, debería conocer, sería la siguiente: M. Eliade, C. Jung y el gran J. Campbell. Autores que, a su vez, le influyeron poderosamente en su hermenéutica comparada, tan sugerente y aprovechable educativamente. Autores donde la escritura nos transparenta el fluir religioso y mitológico.

Dialogaremos con sus ideas y mitología comparada, siguiendo tres afirmaciones de Joseph Campbell. Leer detenidamente, “El héroe de las mil caras”, su libro de entrevistas con Bill Moyers: “El poder del mito”, o sumergirse en su magna, “Las máscaras de Dios”, es un ejercicio necesario para el que siga pensando que la metodología comparativa tiene sentido cultural y , sobre todo, personal. Más allá de las posiciones ateas, agnósticas o creyentes de cada uno, la matriz religiosa y mitológica nos envuelve y condiciona constantemente. Una lección de tolerancia: volver a los textos fundacionales y sus mejores intérpretes. Voltaire estaría leyendo a Joseph Campbell…

Primera afirmación: la mitología es la experiencia de la vida. Leer mitos de diferentes culturas y tradiciones nos sirve para reconocer situaciones y hechos vitales que todo ser humano recorre. Dicho de otro modo: una de las aportaciones de J. Campbell es comprender que toda mitología y religión, en último término, es un reconocimiento personal e intransferible, personal y a la vez universal. El ser humano es un ser mitológico, lo sepa o no. Las mismas etapas individuales y sociales que todo ser humano va construyendo en su biografía: la mitología comparada como educación del yo y del grupo. Mitología y vida, dos palabras inseparables. Un detalle: cada vez que la palabra espiritualidad, otra de las palabras gastadas y malinterpretadas de nuestra época, es enunciada por nuestro autor, vuelve a tomar una dignidad perdida. Leer es, entre otras cosas, identificarnos con nuestra mitología personal y cultural…

Segunda afirmación: hay una historia común, el monomito, que se repite en todos los textos mitológicos y religiosos importantes. Una historia que es una metáfora siempre de aquello que nos constituye y somos. Una precisión: quien lea a J. Campbell aprenderá lo importante de diferenciar lo comparativo y lo metafórico en cualquier texto principal. Una lección educativa: leer y sus modalidades significativas, algo que lamentablemente se está perdiendo. Una lectura comprensiva es la que sabe establecer planos diferentes. Por ello es tan importante sintetizar diferentes lecturas en el s. XXI: Gutenberg debe ir de la mano con la Red. Esa historia común es el universal lingüístico y vital donde todos podemos reconocernos.

Tercera afirmación: la mitología comparada es un ejercicio de universalización. La globalización es muy vieja y antigua para el sabio  Joseph Campbell. Ser globales no es solo saber utilizar la Red, es comprender lo que tenemos en común y nuestra interdependencia necesaria. Frente al aislamiento localista o egoísta, la mitología comparada es una educación de lo que nos une. La sabiduría siempre llega después, es lo que llamamos vida o experiencia propia. Pero esta no podrá aparecer, si no descansa en esa matriz mitológica y religiosa que nos funda culturalmente. Joseph Campbell nos enseña que no hay verdadera mitología y religión, donde no hay compasión. La educación emocional empezó hace muchos siglos…

Hace muchos años mi maestro Gustavo Bueno, en un Oviedo gris y lluvioso, me enseñó que el ser humano es un animal divino. Su ateísmo se definía con una metáfora religiosa: J. Campbell lo hubiera comprendido inmediatamente. George Lucas y su inmortal  “La guerra de las galaxias” se alimentaron de las enseñanzas del sabio mitólogo. Cuando acabó de ver la proyección, J. Campbell sabía que Luke Skywalker no se salvó por su dominio de la tecnología, lo principal estaba en otra parte: vivir es reconocer tu destino, a través de tu carácter.  

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