FACTOR CLAVE
Últimamente el autoconocimiento goza de muchos altavoces que lo sitúan como un factor clave en distintos ámbitos vitales y profesionales como son:
La educación emocional.
La gestión de los conflictos.
La gestión de las propias motivaciones que nos dan, a su vez, el sentido de nuestras acciones.
Ordenar nuestras prioridades, sobre todo en momentos de saturación.
La comprensión de cómo funcionamos: desde nuestros automatismos hasta cómo le sacamos o podemos sacar provecho a nuestras cualidades.
Identificar, observar y desarrollar nuestro potencial.
Comprender qué es lo que no es propio de lo que pertenece a las “exigencias y demandas sociales” para saber lo que realmente queremos.
Aceptar y elaborar nuestro propio dolor.
Desarrollar habilidades sociales, personales, creativas para nuestro propio bienestar.
Mejorar nuestras relaciones personales.
Atrevernos a abrir ventanas que nos lleven a descubrir nuevas facetas o anhelos de nosotros mismos o nosotras mismas.
PROCESO DE COMUNICACIÓN
Probablemente, existan muchos otros beneficios del autoconocimiento y, de hecho, me encantaría que me ayudarais a alargar la lista. Aunque, empecemos por el principio… ¿cómo definir el autoconocimiento? Yo lo defino como un proceso de comunicación con una misma o uno mismo que permite obtener información cualitativa y relevante de la propia persona para darse cuenta de cosas, de cómo las interpretamos y activar, si es necesario, determinados elementos para sentirse mejor.
Este proceso de mirar hacia dentro difiere mucho de mirarse al ombligo, como se dice comúnmente. Mirarse al ombligo solo necesita de mirarse en la superficie, sin profundizar, porque no es lo que se busca en realidad.
Quien se mira el ombligo generalmente es porque tiene más bien una necesidad de justificar lo que le está ocurriendo, buscar un porqué o una excusa y crearse un juicio para aliviar una determinada situación incómoda.
Y a menudo, responsabilizará a su entorno de su sufrimiento porque no trata de encontrar sus propias responsabilidades y, por la misma razón, raramente buscará ayuda externa. O bien acabará por concluir que por más que haga nada va a cambiar significativamente por lo que no vale la pena buscar más elementos que pudieran, en alguna medida, crear una significativa diferencia respecto a lo que le pasa. Dicho de otro modo, puede que se recree en su propia frustración.
COMPRENDERNOS MEJOR
El autoconocimiento no significa tampoco garantía de que las cosas cambien tal y como uno o una se esperaría. El autoconocimiento permite racionalizar, desde la ternura, la propia experiencia para redimensionar los elementos que han dolido y que no se han podido colocar, adecuadamente, en nuestro propio ser. Es decir, significa ampliar la percepción de lo que sientes, piensas y haces y te ocurre alrededor para poder identificar determinados estados y activar los recursos que están a tu alcance para actuar con mayor coherencia. A mayor coherencia consigo misma o consigo mismo, menos disonancia cognitiva y, por lo tanto, mayor tranquilidad personal.
Pero para poder rebajar o saber llevar nuestra disonancia cognitiva necesitamos pasar por una revisión, con distancia, de los conflictos del presente, comprender cuanta carga del pasado arrastran o cuantas expectativas generamos y que nos frustran respecto a nuestro futuro.
Debemos ser capaces de comprender dónde empiezan y donde acaban nuestras responsabilidades con nosotros mismos y nosotras mismas y con los que nos rodean. Debemos aprender a escucharnos de otro modo que el del que nos lleva a hacernos las mismas preguntas para llegar a las mismas respuestas. Y aquí no hay ombligo que responda.
Los seres humanos tendemos a buscar certezas que nos den un centro que nos hagan sentir fuertes cuando cada etapa vital nos invita a nuevas incertidumbres y a nuevos retos. El autoconocimiento es lo que nos permite reencontrarnos con nuestras propias inquietudes, reconocer tanto nuestros resortes automáticos como nuestras cualidades y aptitudes para domarlos. El autoconocimiento nos permite comprendernos mejor y, por ende, acompañarnos mejor. Y no hay mejor garantía para sentirse bien y acompañarse bien a sí mismo o a sí misma que el conocerse a fondo sin dureza.
PLANTARLES CARA A TUS FANTASMAS
Y sí, no siempre es cómodo este camino. Pero sin duda es el que te ofrece mayores garantías porque es propio e intransferible, aunque para ello a veces sea necesaria ayuda externa. Porque, al fin y al cabo, con quien te acuestas, caminas y te vas a dormir cada día es contigo mismo o contigo misma.
Así que si tienes miedo de ti mismo o de ti misma y te niegas a conocerte en todas tus posibilidades verás que tienes un buen ombligo, pero si eres valiente y honesto irás a la aventura de conocerte para encontrar los tesoros que esconden lo que hasta ahora eran piedras en el camino, decidirás soltar lo que te daña o plantarles cara a tus fantasmas. Decidirás vivir, pero con letras mayúsculas, abrazando y lidiando con todo lo bueno, lo malo y lo extraño.