UN NUEVO MÉTODO EVALUADOR: T.E.G.

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DE MUY POCO

En nuestras escuelas, cada final de trimestre viene acompañado por larguísimas juntas de evaluación. En ellas, nos reunimos los docentes e intentamos evaluar a los grupos y a cada alumno en particular.

Cuando hablamos de evaluación en ocasiones olvidamos que es una herramienta que debería permitirnos valorar todo lo sucedido en el aula durante un tiempo específico; concretamente, para especificar cómo han aprendido los alumnos y cómo ha sido nuestro trabajo.

Deberíamos poder destacar lo logrado y lo que ha faltado, los avances o retrocesos, constatando las diferencias e igualdades entre los alumnos, sus capacidades y motivaciones, sus intereses y velocidades de aprendizaje.

Pero en muchas ocasiones transformamos la evaluación en un proceso largo para fijar indicadores, elegir frases evaluativas de difícil comprensión, realizar porcentajes y catalogaciones con el objetivo final de llegar a una nota decimal (¡somos capaces de afirmar que un alumno tiene un nivel en Lengua Castellana de 8’33333!).

Estos resultados generan gráficos y porcentajes que sirven de muy poco porque en contadas ocasiones se vuelven a revisar.

¿APRUEBA O NO?

Como profesional de la educación y siendo muy sincera estas reuniones me extenúan y cuestiono si sirven realmente para algo.

Si fuésemos capaces de contabilizar las horas que dedicamos a corregir ejercicios, exámenes y a hacer anotaciones en libretas de cuadros o en hojas de Excel, nos escandalizaríamos al pensar que mucho de este trabajo nos hace olvidar a lo que realmente es importante: el alumno.

Los datos se transforman en frases que aparecen en informes dirigidos a las familias de nuestros alumnos. Cuando los reciben y los acaban de leer muchos de ellos no los entienden, no por falta de interés, sino por la complicidad de los ítems elegidos (muchas veces vacíos de significado).

Esta incomprensión provoca que cuando los padres encuentran al tutor de su hijo pregunten en la puerta de la escuela:

Pero mi hijo ¿aprueba o no?

Reflexiono seriamente sobre si tanto trabajo es útil. Quiero pensar y suponer que sí, que de alguna manera tenemos que registrar todo lo que hace el alumno en el aula, pero pienso que deberíamos realizar otro tiempo de evaluación, más significativa y efectiva.

Me considero una docente implicada y observadora, que se toma muy en serio el trabajo, que registra en su libreta (aunque algunos creen que eso sea algo pasado de moda), que da importancia a lo que se hace y se dice en el aula, que intenta acompañar a sus alumnos, en primer lugar conociéndolos, respetando sus características personales, sus necesidades y prioridades para ofrecerles una atención lo más personalizada posible.

Sé que quizás no siempre lo consigo pero sí que lo intento y como yo, millones de maestros de nuestro país.

UN NUEVO METODO EVALUADOR: T.E.G.

Por ello, después de hacer las evaluaciones que me exigen (elegir frases de los informes, baremar, escribir una larga acta evaluativa)… desde hace un tiempo pongo en marcha un método evaluativo que yo he titulado T.E.G.: Tú Eres Grande.

Intento evaluar a mis alumnos uno por uno, alejándome de los 6’3 y los 8’4 porque los alumnos son de carne y hueso, no son decimales.

Necesitan que les expliquemos qué pensamos de ellos y de su trabajo. El Método T.E.G empieza con una larga reflexión personal por parte del docente, realizando muchas observaciones, anotaciones y reflexiones; y finaliza con un encuentro con cada estudiante.

Este encuentro debe hacerse en lugar tranquilo y sin tener prisas por acabarlo. En él se inicia la conversación con el discente siempre repitiendo la misma frase: Creo que Tú Eres Grande. Seguidamente, se le explica qué es lo que gusta de su comportamiento y trabajo, en qué ha mejorado o en qué debe seguir mejorando, cómo ha colaborado y qué ha aportado al grupo. Mientras esto sucede, se les anima a que participen en la conversación, dando su opinión, para que sean ellos los grandes protagonistas.

Después de poner este Método a prueba desde hace algún tiempo, puedo constatar cómo las caras de los alumnos cambian, sufriendo una gran transformación. De una cierta desubicación inicial, sus cuerpos pierden tensión, sus caras se iluminan y se emocionan. Se animan a explicar cómo se sienten, qué creen que han aprendido o qué les ha faltado por hacer.

EVALUAR DE OTRA FORMA

El Método Evaluativo T.E.G tiene grandes resultados inmediatos y esto no es algo que suceda habitualmente en el mundo de la Educación. Por ello destaco que este método:

Personaliza el proceso evaluativo: Permite observar y evaluar al alumno de forma más personalizada y no tanto como a alguien que hay que asignarle un número.

Facilita el descubrimiento y la valoración del esfuerzo personal.

Permite dedicar un tiempo a cada alumno para explicarle pausadamente aquellos puntos donde ha avanzado o debe mejorar, sin tenerse que utilizar el bolígrafo rojo.

Impulsa el conocimiento de cada alumno, ya que la información que se le transmite ha sido muy reflexionada y elaborada a partir de la observación diaria en el aula y habla de él.

El docente deja de ser un siempre examinador para convertirse en un guía, un acompañante en el camino de sus alumnos, considerando a cada alumno como único e irrepetible.

Con el Método evaluador T.E.G he podido descubrir las fortalezas de cada uno de mis discentes, ayudándoles a construir puentes entre sus fortalezas y debilidades, ideando estrategias para poderlos ayudar aún más y mejor. Es cierto que este método requiere tiempo, aspecto que en ocasiones creemos no tener pero ¡vale la pena hacer el esfuerzo! Quizás deberíamos dejar de hacer otras cosas carentes de significado.

Siento no recordar a muchos de los profesores que me dieron clases en la infancia, pero los que sí recuerdo, no lo hago por lo bien que me explicaban la división de dos cifras o la Revolución Industrial, los evoco más por comentarios que me dirigían directamente a mí, sin prisa y con interés: ¿cómo estás?, esta redacción está muy bien, ¡sigue así! o se nota que te has esforzado en tu último dibujo aunque debemos seguir trabajando en él.

Ojalá aprendamos a evaluar de otra forma, mucho más personalizada, desde la cercanía y la proximidad, motivando el autoconocimiento del alumnado y permitiendo que la autonomía, la curiosidad, el trabajo bien hecho y la creatividad entren y se instalen para siempre en el aula.

Así deseo a todos un gran final de trimestre donde se efectúe una evaluación repleta de valoraciones reales, personalizadas y constructivas…

Alejadas de un simple número decimal

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