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CONVERTIDOS EN UNOS MISERABLES
En gran parte somos lo que estamos acostumbrados a hacer, por eso, con el suficiente tiempo e insensatez, si nos agarramos a excusas aparentemente convincentes —del tipo: “muchos lo hacen peor”—, podremos acabar convertidos en unos miserables sin ser conscientes de ello. Es el caso de los opositores en “desigualdad” de condiciones, los deportistas dopados, los socios que desde la oscuridad aprovechan a traición oportunidades de negocio, los prevaricadores, los cargos públicos que interfieren para que obras y servicios recaigan en sus amistades, los directivos prepotentes con la única profesión de “hijos del patrón” o las parejas celosas pero infieles.
VIVIR LA FARSA
Llegados a ese punto —siendo un fraude— podemos vivir la farsa, felices y engañados el resto de nuestros días —delirando— o despertar en algún momento. Esta epifanía rara vez se presenta de forma voluntaria, normalmente es producto de un buen “tortazo de realidad”, cosas como un sorprendente consejo de administración de alguna escritura recuperada de un registro, una bancarrota, un divorcio, un despido, una expulsión, un detective profesional, o unas cuentas que se descubren en Panamá.
«MUCHOS LO HACEN PEOR»
NUEVO COMIENZO
Lo que decidamos después es cosa nuestra, Ben Sanderson —personaje interpretado por Nicolas Cage— optó por intentar beber hasta morir en Leaving Las Vegas, y Jerry Mcguire —Tom Cruise— creyó que lo mejor para dejar de hacer las cosas mal era empezar a hacerlas bien, sin más, pero inmediatamente y con todas las consecuencias.
Hay quien nunca aprende pero también queda gente buena, con principios incorruptibles por naturaleza —incluso en política— y aunque no fuese así, seguiría habiendo esperanza para todos, porque tan cierto es eso de que errar es de sabios como aquello otro de que hasta los peores finales pueden interpretarse como un nuevo comienzo.
Y es que otra gran parte de lo que somos
es lo que superamos