¿Y SI…?
En lugar de creer que nosotros como padres, madres, educadores, estamos por encima de los niños y niñas (más pequeños en edad y estura sí) nos colocamos a la misma altura? no sabemos más que ellos en cuanto a lo que se refiere a su vida, a lo que tendrán que vivir, a cómo lo vivirán. No, no tenemos ni idea de lo que es mejor o peor para ellos… Me encanta esa frase de Forrest Gump:
«La vida es como una caja de bombones,
nunca sabes el que te va a tocar»
La vida es incertidumbre, cambio constante y no hay manera de controlar ni adivinar lo que vendrá mañana, pasado…Y en esto, grandes y pequeños, estamos igualados. Y ante esta incertidumbre, tenemos una herramienta que es un GPS que nos va marcando el camino hacia dónde ir cada vez que «cogemos ese bombón»: todos la tenemos, algunos más oxidada que otros…es nuestra conexión, esa herramienta está en nuestro interior.
Si miramos hacia dentro, si nos conectamos y sentimos, siempre hay un GPS activo que te anima a seguir por un lado u otro…se llama intuición y no tiene lógicas ni porqués, más bien se basa en un «para qué».
Si tu aprendes a manejar esta herramienta, si forma parte de tu vida, estarás enseñando a tu hija/o, a tu alumnado, a vivir despierto, con sabiduría, a fluir con la vida, estarás enseñándole a manejar su propio GPS.
¿Y SI…?
¿Miramos la frustración y la desilusión no como algo negativo, sino como un paso previo y necesario a la ilusión y la motivación de verdad?
Es lógico que cuando nos ilusionamos con algo de primeras, (como cuando nos enamoramos) todo sea ideal. Hay miles de expectativas, ideas que nos hacemos de cómo será esa persona, ese proyecto, ese equipo con el que comenzamos a trabajar, esa nueva amiga o amigo, esa nueva carrera que comenzamos o un nuevo curso…comenzamos con muchas ganas, motivados/as pero poco a poco, a medida que las cosas no son como esperamos, aparece la frustración, la desilusión.
Y ahí, lo dejamos. Pensamos que se ha perdido la magia, que no era lo que esperábamos, que nos han decepcionado…Son momentos de emociones con carga, cuesta estar ahí. Y eso es precisamente lo que evitamos que les suceda a nuestros hijos e hijas, alumnos, que se frustren, juzgamos que estén desmotivados, que pierdan la ilusión.
Y es que nosotros y nosotras tampoco entendemos qué función tiene la frustración, la desilusión…Pues es un paso importantísimo para descubrir nuestras expectativas, nuestra mirada idílica e irreal y por qué no decirlo, injusta, hacia aquello de lo que ahora me alejo, siento que me ha decepcionado, fallado…
Y en el fondo, esa desilusión sólo me está diciendo que todo lo anterior era falso, que ahora, atreviéndote a sentir lo que viene, tienes la oportunidad de ilusionarte de verdad o definitivamente dejarlo. Pero ya no hay «otro/a» a quien echar la culpa. Desde mi responsabilidad y auto referencia, decido seguir adelante, ahora sí con esa ilusión auténtica por bandera o si carga, con naturalidad, dejarlo ir.
¿Y SI…?
¿Cambiamos los interrogatorios y órdenes
por preguntas abiertas?
Cambiar el por qué has hecho esto, el deberías, el yo a tu edad, cómo no voy a saber si yo ya lo he vivido… cambiamos todo esto por preguntas que abran ventanas, que nos ayuden a entender y le permitan entenderse, sin juicios, con la intención de abrir nuevas miradas, comprender qué les está sucediendo…en vez de dar todo por sentado, imaginarlo, creer que ser más mayor y tener «más experiencia» ya sabemos todo de los niños/as, adolescentes.
Ellos y ellas tienes su mundo único, formado igual que tu, por creencias, lógicas aprendidas, emociones que se disparan en función de programas que están instalados… tantas y tantas cosas que hacen que cada personas sea un Universo…que cómo suponer nada. Es mucho más enriquecedor y funcional activas la curiosidad, la apertura y ser como exploradores que poco a poco, a través de preguntas abiertas, te permiten conocer un poquito mejor a ese Ser al que estás acompañando. Y además, le estás permitiendo a él, a ella, tomar conciencia, darse cuenta, buscar respuestas dentro…y eso es un tesoro.
Una de las más poderosas es ¿para qué haces esto, para qué quieres estudiar esta carrera, para qué llamas quieres que yo te ayude en esto…? el para qué es un rayo láser hacia dentro. No es un por qué, que sólo busca respuestas en la mente y te lleva a creencias y soluciones pasadas, poco originales y nada funcionales, el para qué te lleva a las respuestas genuinas, creativas, de verdad, en armonía con el Ser.
¿Y SI…?
¿En vez de juzgar comportamientos, aprendemos a observar más? ¿que para qué? para ir más allá de lo que es evidente y que sólo nos lleva a juicios que nos cargan, que no nos permiten ir a lo importante.
Que además sólo ponen el foco fuera, en el niño/a, adolescente y ante esto, sólo se pueden poner tiritas que duran apenas días y a la vez, etiquetas que duran todo la vida y no sólo limitan y acortan las mirada de lo que somos, sino que hacen que sea imposible una comunicación auténtica, integradora.
Observar para ver sin juicio. Para ir más allá de etiqueta, para dar oportunidades, para descubrir fortalezas, talentos que se quedan ahí, en lo más profundo, porque no pueden aflorar, nadie los está prestando atención, tan ocupados que estamos en «corregir» aquello juzgado que no nos gusta y que de paso, tanto nos molesta en el niño/a…
¿Y SI…?
Ponemos como padres y madres, educadores, más atención en lo importante, en el Ser que estamos acompañando, en aquello que realmente es imperecedero, que aunque no tengamos ni idea en un futuro de qué será lo que necesite para vivir (tecnología, idiomas, conocimiento, robótica…) sí sabemos que al menos nosotros/as en este camino recorrido juntos, hemos apuntado y puesto luz en aquello que como ser humano va consigo:
la fortaleza y confianza con la que puede contar si elige vivir conectado, despierto, mirando hacia dentro, buscando siempre sus propias respuestas, creativas, genuinas.
Si a través de nuestro vivir, aprende a escuchar su sentir, a honrar lo que siente en cada momento, a vivir más presente, sabiendo que ahí están las respuestas de verdad.
Si cuando les acompañamos nosotros y nosotras también les miramos a los ojos cuando nos hablan, porque además de poder «ver» más allá, nos podemos «ver» reflejados en su sentir, en lo que nos están diciendo…
Si además de todo esto, somos humildes para reconocer que no lo sabemos todo (bendita ignorancia), que hay tanto que seguir viendo, experimentando, aprendiendo junto a ellos y ellas…que es verdad que nuestros hijos, hijas, alumnos, no traen manual de instrucciones, pero sí somos humildes y sabemos ver, nos daremos cuenta que nos traen el regado de un manual, no para ellos, sino que a través de ellos, nos están mostrando aquello que necesitamos ver.
Desde la humildad se llega a la gratitud. Sentirnos agradecidos de que cada día ellos y ellas, a través de su vivir, si estamos despiertos, nos están enseñando a vivir.
Y, por último ¿y si cambiamos las prisas, lo inmediato, los resultados cortoplacistas, apostamos por la paciencia, por los resultados cocinados a fuego lento, a sabiendas incluso de que tú no vas a probar esa plato? Paciencia que también es confianza, en ellos y ellas, en la vida que siempre, siempre, nos sostiene. Paciencia que también es amor, en el proceso de cada uno/a, en que lo que viene tiene que ser y es perfecto. Paciencia que es aceptación. Paciencia que aunque parezca paradójico, es acción desde el Ser.
Es ser consciente de que cuando dejamos de poner el foco en resultados inmediatos, en metas que tienen que llegar ya, en cambios de comportamientos que no llegan, hábitos que no se «instalan»… cuando lo que importa de verdad es el camino, el proceso, lo que experimento y vivo en cada paso que doy, entonces todo cambia.
El resultado entonces ya no será importante, será consecuencia de todo lo anterior, pero no la meta, lo único válido. Porque quizás en ese camino te des cuenta de que ya no quieres llegar allí, que al permitirte y permitirnos vivir presentes y despiertos, la vida nos invite a recalcular.
Y esto, no es ser inconstante, veleta, informal… esto es saber bailar con la vida, fluir, vivir presente. ¿Cómo cambia el cuento visto así verdad? desaparece la lucha, el esfuerzo puro y duro, el sacrificio. Bailar es sentirse, moverte acompañado/a de notas y silencios, es escuchar desde dentro, es dejar de controlar y tan solo moverte a través de esos hilos invisibles que no tienes ni idea de dónde vienen pero que de confianza absoluta.
Qué diferente esta mirada… ¿pues sabes? ellos y ellas tus hijos/as, alumnado, son expertos en ello y nosotros/as por miedo, ignorancia, por tener la mirada tan hacia fuera o porque no nos gusta, nos es molesto… lo juzgamos, desde una lógica totalmente disfuncional, creemos que nos «torean», no nos toman en serio, son unos y unas informales, no tienen valores, no saben lo que quieren…
¿Con qué mirada te quedas tú para tu vida, para acompañarles a ellos y ellas a vivir la suya?