¡Dios, que buen vassallo! ¡si oviesse Buen Señor!
Repiquetea la expresión, completa, redonda, en nuestros lectores, avezados conocedores de muchos de los dichos que componen la amalgama de refranes y dichos culturales que nos construyen como sociedad.
Es el tramo de comienzo del celebrado vigésimo verso del Cantar de Mío Cid, que ha dado tanto que hablar sobre los múltiples matices que admite en su interpretación; de eso va la buena literatura, de encauzar muchas lecturas en un modelo de aparente sencillez, puro arte convertido en expresión certera y poliédrica.
Resuenan, por supuesto, los ecos de las andanzas de Rodrigo Díaz de Vivar, análogo héroe a Don Quijote, egregias figuras de la cultura que a día de hoy nos compone.
Para ir enlazando con la idea mollar del artículo de hoy, quisiera compartir una pequeña reflexión personal acerca de este humilde articulista, miembro de la red asesora de formación del profesorado de Andalucía, ese modelo de formación de profesorado que debe hacernos sentir bien satisfechos, ejemplo y referente para muchas comunidades que no han decidido apostar por la formación solvente y bien estructurada como garante de la mejora de la educación, otra cuestión son los réditos del sistema, la poca valía que el mismo tiene para el propio profesorado, para gran parte del mismo al menos.
En la cuestión personal, este asesor ha presentado su renuncia como tal y vuelve a su centro para las fechas ya cercanas de septiembre, en un centro público de la ciudad de Jaén. Sensaciones, por supuesto, de agradecimiento, de gratitud ante lo vivido y aprehendido en estos cinco años; sentimientos de reconocimiento para toda la red asesora, red de trabajadores que lo hacen de manera denodada para la mejora de la educación en su zona de influencia. Sentimiento de vértigo, por supuesto, ante el cambio que se aproxima…
De esos vértigos se compone la vida, de asumir procesos de cambio que generan más conocimiento de uno mismo. Y de los demás.
De esto va la reflexión de hoy, de emitir una suerte de desahogo sobre las andanzas de este asesor por los distintos reinos que le ha tocado transitar en este tiempo: ¡qué buen señor, si hubiese buen vasallo!
Rodrigo Díaz de Vivar es un magnífico luchador, un guerrero nato, como todos los asesores / as de la red, luchadores que viven, desde nuestro humilde punto de vista, en un entorno algo hostil en el que la frase del buen vasallo se hace efectiva desde una doble vertiente:
1
Por un lado, tenemos a una administración que no siempre sabe entender el poderoso rol que estos juegan y que los tiene como simples extensiones de sus planteamientos educativos, hechos, qué duda cabe, con un firme propósito de mejora, pero algo alejados de los contextos reales que los centros viven. Creo que sería conveniente un mayor grado de confianza en la red asesora.
2
Por otro lado, tenemos a un profesorado que no ha terminado de asimilar la enorme importancia que la formación tiene en la definición de su trayectoria profesional: a más formación, siempre que esta sea de calidad, de aula y realizada por formadores con la solvencia adecuada, mejor disposición profesional del docente en el aula. Cuesta encontrar el resorte adecuado para que el profesorado se enganche a la formación.
También he aprendido que necesitamos de la simbiosis de administración y aula, entendida también como centro, de manera que los asesores debemos luchar con la usual vida paralela que ambas llevan y que prolongan la brecha que la educación en España vive hoy.
Afortunado soy de haber encontrado una minoría, el recuerdo a Juan Ramón Jiménez es inevitable, por la que sí ha merecido la pena, y lo merece, haber estado desempeñando mi labor como asesor, una minoría que ha entendido los retos que la educación plantea en los tiempos convulsos que nos ha tocado vivir y que sí hace por mejorar en lo profesional contando con los recursos que la administración les otorga.
Esta minoría ya compone una red poderosa sobre la que asentarme de cara a los retos que se asoman a la vuelta de verano, una suerte de claustro y de entorno de trabajo sobre el que caminar, sobre el que asentarme y sobre el que encontrar las respuestas adecuadas, los consejos certeros y el hombro sobre el que apoyarse en los momentos de posible tribulación.
Abusando de la metáfora que ha servido de recorrido para el artículo de hoy, Díaz de Vivar, en el lance que le toca vivir en este verso, parte para el destierro… No es ese, ni de lejos, el panorama que nosotros afrontamos; al contrario, la asesoría, desde nuestro punto de vista, solo cobra sentido si se vuelve al aula para derramar generosamente todo lo que se ha asimilado en este tiempo, devolver al aula y al claustro que se encuentre receptivo todo lo que la educación de este momento tiene que ofrecer en el aula y en el centro.
Quisiera aprovechar la tribuna que INED21 me brinda –otra de las suertes del camino, no se entiende mi colaboración aquí si no es por todo lo aprendido en la formación– para agradecer a mi equipo cercano todo lo que me han aportado, pedir perdón por los posibles errores cometidos y agradecer a la vida que me haya dado amigos / as en esta parte del camino que van a serlo para toda la vida.