POR UNA EDUCACIÓN MÁS EMPÁTICA

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“Sin duda alguna, si en este mundo se practicara la empatía con mayor frecuencia, sería un mundo mejor.”

Salmurri (p. 143, 2015)

La naranja mecánica

Recientemente ha llegado a mis manos el libro “Razón y emoción” de Ferran Salmurri (2015) el cual me ha hecho reflexionar una vez más sobre la necesidad imperiosa de introducir la educación emocional en las aulas a fin de desarrollar en el alumnado las competencias emocionales (Bisquerra, 2007). Para Salmurri (2015) el principal objetivo de padres y docentes va más allá de conseguir que l@s niñ@s sean felices y se centra en enseñarles a que aprendan a vivir felices. De este modo, todos los agentes educativos, familias, docentes y toda persona que se sienta educadora, somos responsables de ofrecer las herramientas necesarias a l@s niñ@s para que aprendan a ser felices.

Uno de los aspectos que más me ha impactado del libro, es la importancia que el autor da a la empatía como emoción clave para entender y comprender el resto de emociones. La empatía es el valor imprescindible en la convivencia y relación entre personas ya que su aplicación implica tolerancia, honestidad, respeto, cooperación y confianza. Salmurri (2015) señala que las personas empáticas son menos agresivas y acostumbran a expresar mejor sus sentimientos lo cual genera una buena comunicación con los demás. Por ello, si queremos que nuestro alumnado sea emocionalmente inteligente, la empatía es una emoción clave a potenciar en la escuela y que tanto profesorado como alumnado debemos aprender.

De este modo, impactada por la reciente lectura, llena de curiosidad y consciente de la necesidad de fomentar la empatía en el alumnado… nace el presente post que tiene como hilo conductor el desarrollo de la empatía en el aula.

La naranja mecánica

Leyendo un fantástico post del profesor Santiago Moll (@smoll73) observo la diferencia entre empatía y simpatía y una vez más me doy cuenta de la necesidad de enseñar a nuestro alumnado a ser empático. En el post se define la empatía como una ‘emoción que requiere de un aprendizaje previo, que implica no juzgar al otro, que tiende a conectar a las personas, que supone escuchar para comprender, que no busca la solución a un problema y que se centra en el plano emocional’.

Por su parte L’Ecuyer (@CatherineLEcuye) en su libro Educar en la realidad (2015) sostiene la importancia de educar en la sensibilidad y la empatía a fin de conseguir personas más humanas y sensibles. Para la autora, la sociedad actual vive un déficit de humanidad a causa de la falta de empatía. Por ello, educar en el aula con ternura y a su vez con firmeza, facilita que el alumnado se vuelva más empático, compasivo y pueda entender mejor a los demás.

El pasado 4 de junio escuchaba en palabras del profesor Antonio Gómez Rijo (@Emocion_Creatividad) en el coloquio “¿Cómo educar la empatía?” (Para Todos La 2) que para educar y desarrollar en el alumnado la empatía es fundamental que el propio profesorado sea empático. En la misma línea, el profesor Mora Teruel (@morateruel) en su libro Neuroeducación (2013) nos muestra la estrecha relación entre emociones y aprendizaje. El autor manifiesta como docentes con mucha experiencia y grandes conocimientos pero con pocas habilidades sociales y empáticas pueden apagar el interés del alumnado por el aprendizaje, mientras que docentes con menos conocimientos pero con grandes habilidades empáticas, comunicativas y sociales, son capaces de inspirar, motivar y encender la curiosidad del alumnado por el aprendizaje.

Releyendo a Vaello Orts en Cómo dar clase a los que no quieren (2007) observo que una relación de empatía en el aula se basa en la confianza, el respeto y el aprecio mutuo. Según el autor, la sintonía y la irradiación emocional son dos habilidades que favorecen la relación empática entre profesorado y alumnado. La sintonía emocional nos permite conocer y comprender los sentimientos de otra persona sin necesidad de que nos los diga. Mientras que la irradiación emocional es la habilidad de transmitir nuestros propios estados emocionales a otra persona. De este modo, conocer y comprender al alumnado, descubrir sus intereses, reflexionar e intentar trabajar junto a él para buscar soluciones favorables, identificar cómo nos ve e intentar que nos comprenda mejor, son algunas de las claves para generar una relación empática.

El otro día, en un curso de formación docente, uno de mis compañeros de departamento virtual Luís Almirall (@llalmirall) explicaba la importancia de diseñar contextos de aprendizaje que supongan un elevado valor emocional en el alumnado. Para ello, el carácter experiencial del aprendizaje, en este caso de la empatía, mediante las situaciones reales que se dan en clase o fuera de ella, es fundamental. En el aula, el alumnado comparte muchos estados emocionales, positivos y negativos, que podemos aprovechar para desarrollar la empatía.

Llegados a este punto, impresionada por las lecturas y con interés por fomentar la empatía en el aula… aparece la gran pregunta:

¿Cómo podemos ayudar al alumnado a desarrollar la empatía?

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Para su respuesta, tomaré de referencia los autores mencionados. En primer lugar parafrasearé las 7 pautas que Salmurri (pp. 146-147, 2015) muestra en su libro:

1

Enseñar al alumnado a identificar cómo se manifiestan de forma física las emociones negativas y positivas.

2

Hablar con el alumnado sobre las emociones positivas y negativas con riqueza de vocabulario.

3

Mostrar al alumnado el sentimiento de compasión y enseñarle a diferenciarlo del de empatía.

4

Utilizar la televisión como medio para ayudar al alumnado a desarrollar su empatía, aprovechando los momentos emotivos para reflexionar sobre los sentimientos que puedan tener los personajes.

5

Leer cuentos junto al alumnado e invitarle a pensar en los sentimientos y emociones de los personajes y a expresarlos con más de una palabra.

6

Pedir al alumnado que interaccione con un bebé, que intente comprender sus necesidades y sentimientos y pruebe de ponerse en su lugar.

7

Finalmente, podemos utilizar posters con imágenes para explicar las emociones y los sentimientos más frecuentes como la ira, tristeza, miedo, alegría, amor, sorpresa, aversión y vergüenza.

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En segundo lugar, Vaello Orts (2007, pp.125-132) presenta distintas estrategias para fomentar una relación empática con el alumnado:

1

LA OBSERVACIÓN ACTIVA DEL ALUMNADO

Descubrir qué le gusta, cuáles son sus habilidades, destrezas, valores e influencias a fin de entender su actitud, fomentar la participación en clase y ofrecer el espacio adecuado para que tod@s se sientan protagonistas en el aula.

2

CONVERSAR INFORMALMENTE CON EL ALUMNADO

Puede ser un beneficioso para conocer, ayudar, fomentar la empatía con el alumnado y evitar futuros conflictos o bloqueos académicos. En estas conversaciones el docente debe escuchar más que hablar, intentar comprender y aceptar a la persona que habla más allá del rol de alumnado.

3

IDENTIFICAR CÓMO NOS VE EL ALUMNADO

Permite conocer aquellos aspectos menos aceptados y, si conviene, tratar de modificarlos para conectar con la clase mostrando una actitud respetuosa y de mejora.

4

PROFESOR POR UN DÍA

En este caso se invita al alumnado a convertirse en docente por un día a fin que experimente qué siente el docente como responsable de la clase viviendo situaciones negativas o conflictivas.

5

TRABAJAR JUNTO AL ALUMNADO

Para encontrar la solución más favorable para ambos ante un problema. Esta opción potencia la implicación del alumnado haciéndole partícipe y mejorando la relación entre ambos.

6

UTILIZAR ESTILOS DE COMUNICACIÓN

Que potencien una relación cercana y empática con el alumnado y generen un clima positivo en el aula.

7

ACABAR LA CLASE DE FORMA DISTENDIDA

Al margen de los problemas que puedan haber sucedido ya que ayuda a evitar conflictos o enfrentamientos personales.

8

CENTRAR LA ATENCIÓN EN LAS CONDUCTAS

Y evitar el etiquetado, facilita las soluciones y que el alumnado sepa qué se le está pidiendo.

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Finalmente e inspirándome en los autores citados, lanzo 5 propuestas para fomentar la empatía en el aula:

1. Aprovechar los medios de comunicación para reflexionar sobre las emociones y sentimientos que puedan sentir las personas o personajes.
2. Solucionar problemas comunes de forma conjunta y consensuada con el alumnado.
3. Potenciar la comprensión mediante tareas del estilo ponerse en el lugar de otra persona, docente, familiar, amig@, profesional y compartir en el aula las emociones sentidas durante la experiencia.
4. Fomentar la escucha activa con y entre el alumnado a fin de crear un ambiente agradable donde cada alumn@ sienta que tiene su espacio y es protagonista.
5. Valorar la opinión del alumnado sobre nuestros aspectos de mejora y mostrarnos interesados en nuestro progreso.

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Para concluir el post, quisiera citar un párrafo del libro Neuroeducación (p. 51, 2013) del inspirador profesor Mora Teruel que sintetiza, a mi modo de ver, la importancia de educar en la empatía:

“La empatía, pues, el acercamiento emocional, es la puerta que abre el conocimiento y con él la construcción de un buen ser humano”.

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Referencias

Bisquerra, R. (2007). Las competencias emocionales. Educación XXI. 10, 61-82.

Gómez Rijo, A. (4-6-2015). Para Todos La 2. Coloquio. Educar la empatía.

L’Ecuyer, C. (2015). Educar en la realidad. Plataforma Editorial.

Moll, S. (2014-6-27). Cómo enseñar la diferencia entre empatía y simpatía. Recuperado de: Justifica tu respuesta.

Mora Teruel, F. (2013). Neuroeducación. Editorial Alianza.

Salmurri, F. (2015). Razón y emoción. Recursos para aprender y enseñar a pensar. Editorial RBA Libros.

Vaello Orts, J. (2007). Cómo dar clase a los que no quieren. Editorial Santillana.

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