Un fenómeno que la Red ha extendido es el problema clásico de la copia y el plagio. Por su propia naturaleza, amplifica y profundiza lo anterior de una forma insospechada. También, crea instrumentos y estrategias para identificar ese mismo fenómeno. Son los nuevos piratas digitales: individuos/empresas que copian y plagian ideas y/o propuestas de todo tipo, con un interés personal o profesional, sin referenciar o citar las fuentes pertinentes. Los piratas digitales, incluso, pueden denominarse cooperativos, pero el tiempo los delata. Veamos sus características.
Un pirata digital es parte de la cultura cortoplacista que, ignora o cree superado, el valor del trabajo. No se tienen ideas o propuestas desde la endogamia o desde la pereza: se perpetúa un estado de mediocridad, nada más. Cuando un individuo/ empresa, sea cual sea su propósito, se apropia de una idea/propuesta como suya, sabiendo que no es así, se define profesional y moralmente. Nuestro mundo actual está lleno de ejemplos, el mundo educativo sin ir más lejos. Cuántas veces se parafrasean o hacen suya argumentaciones e ideas, sin citar o referenciar la fuente. La originalidad puede llegar a ser una enfermedad digital.
Un pirata digital es parte de un ecosistema endogámico, donde puede aprovecharse de su actividad impunemente muchas veces. Los contextos de cualquier escala (grupo, universidad, país) que compiten de verdad, no frecuentan la piratería digital. He matizado: sigue existiendo, pero no es una práctica que se haya normalizado, por la presión de ese mismo contexto que premia la meritocracia y la calidad. Nuestro ambiente social y cultural tiene mucho camino que recorrer en este sentido. Competir no debería ser un verbo peyorativo. En nuestra mentalidad abunda la hipercrítica, una forma de que todo siga igual, creyéndose radical. No lo es, radical tiene otro significado. De ahí esa endogamia asfixiante donde competir es una quimera, se valora el amiguismo y la cercanía interesada. El talento y el trabajo son silenciados o invitados a irse, nuestra actualidad señala esta triste evidencia.
Un pirata digital es parte de una moral basada en la envidia y en el escrutinio del otro. Envidiar no es admirar, esto último pide imitación y superación personal y profesional. Las mentalidades se transforman gradualmente, no hay mentalidad definitiva o eterna. Hay que reconocer el talento allá donde se exprese, ese reconocimiento debe iniciar un círculo virtuoso donde lo que estamos denunciando, no se normalice y quede impune. La piratería digital tiene muchas modalidades. El lector las tiene en su mente, nada que añadir.
Un pirata digital puede ser cualquiera. Empezando por el ámbito universitario e intelectual. Acabando en el ámbito político y económico. Las ideas no vienen a nosotros, hay que salir a buscarlas con esfuerzo y trabajo sistemático. Incluso con todo ello, no tenemos seguridad de crearlas o definirlas. Los piratas digitales están atentos al otro, es su preocupación máxima: saben desde hace tiempo de su condición. Desdeñar el trabajo ajeno sin argumentos, minusvalorar cualquier idea o propuesta que no vengan de sí mismos, suelen ser señales que los identifican. Algunos, es llamativo, se dicen cooperativos: es curiosa esa falacia de llamar cooperación a la endogamia digital. Copiar y plagiar viene luego, aunque utilicen otro nombre. Seamos consecuentes al menos, se llaman piratas digitales.
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