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DESEA CAZAR
Fíjense lo facilón que resulta comparar el mundo salvaje con la sociedad humana. Grandes manadas de herbívoros ramoneadores y unos pocos carnívoros al acecho. Predadores y presas. Rápidamente lo asociamos a empresarios al acecho y trabajadores dependientes. Y el símil puede utilizarse desde ángulos muy distintos. Desde la derecha se pondrá en valor el olfato emprendedor mientras se menosprecia la pasividad del buscador de empleo. Desde la izquierda se denostará el oportunismo predador del tiburón frente a la laboriosidad del trabajador explotado. Hasta parece fácil olvidar que pertenecemos a la misma especie animal.
Somos de una especie que rechaza la selección natural. Protegemos a los desvalidos. La naturaleza se ha contradicho a sí misma al formarnos, qué le vamos a hacer. Es duro ser contradicción. Somos un animal extraordinario capaz de ser carnívoro y herbívoro a la vez, depredador y presa. Pero no nos dejemos llevar demasiado lejos por las analogías, NO son verdades, aunque den pistas.
Es duro ser contradicción
Todos nacemos para todo y después se concreta algo. La escuela y la familia están en medio, son la bisagra entre el origen y el destino. Pero no somos planchas fijas de madera, tenemos posibilidades, una flexibilidad casi ilimitada. Se le debe dejar rienda suelta. La bisagra ha de ser muy sofisticada y ése es el punto crítico. La civilización aún primitiva que habitamos necesita concentrar muchos recursos para producir sofisticación. Es una civilización de consumo intensivo y grosero que acapara mucho para producir poco. Pero se va progresando. En el Paleolítico inferior, de una piedra se sacaba un instrumento. Ya el neandertal aprendió a sacar varias piezas de una sola piedra y los últimos cazadores sacaban toda una caja de herramientas de un solo núcleo de piedra. Después vino la crisis de la caza y del espacio. Una banda de 25 cazadores necesitaba 50 km cuadrados para alimentarse. Sólo 2,5 km bastaban a un poblado de 200 agricultores. Vivían peor pero vivían. Vinieron las ciudades, la metalurgia, los combustibles fósiles… Algunas ideas y mucho trabajo bruto. Y ahora estamos en el cambio de era. Empezamos a entender cómo la naturaleza hace mucho con muy poco. Acostumbrados a los sistemas intensivos propios de la animalidad (muchos herbívoros y pocos carnívoros) nos encontramos en una encrucijada de cambio.
Ya no necesitamos muchos herbívoros (léase “recursos humanos”) y,
sin embargo, los seguimos formando
Y lo más que se nos ocurre es dejarlos en espera con una renta básica garantizada. Ya sé que es un análisis bárbaro y cruel, pero algo dice. Al principio, la genética formaba a los líderes y la familia los perpetuaba. La acumulación de cultura aconsejó ayudar a la genética y a la familia y nacieron las escuelas. Hasta hoy, genética, familia y escuela vienen repartiendo papeles en nuestra selva artificial. Pero ver que pertenecemos todos a la misma especie nos turba. Y surge la pregunta.
¿Es posible un mundo que albergue sólo carnívoros predadores? O, de otra manera, ¿es posible un mundo donde todo el mundo sea carnívoro y herbívoro a la vez, todos predadores de una naturaleza encantada? Por suerte o por desgracia ese futuro está tan lejos que no se ve, pero yo creo que no estaría mal ir empujando hacia allí. Si fuera así, la manera en que imaginamos la educación estaría probablemente equivocada.
Muchos habrán adivinado que el título es una cita de la película Parque Jurásico. Los gestores del parque ponen una cabra atada para atraer al monstruo a la vista del público. El entendido argumenta que al bicho no le atrae la carne preparada, que prefiere algo que corra. Creo que en esa disyuntiva estamos en la escuela intentando formar pequeños tiranosaurios que pretendemos sean carnívoros/emprendedores. Y aquí es cuando la vuelvo a tomar contra el pobre y nunca bastante denostado libro de texto. ¿No les parece que el manual se asemeja mucho al pienso o a la cabra atada a un cordelito? Te traen todo el conocimiento a un abrevadero y te lo sirven con tubo, como a una vaca. O a pastar todos juntos al campo.
Al bicho no le atrae la carne preparada, prefiere
algo que corra
Si en algún futuro las grandes corporaciones se vuelven obsoletas y los humanos aprendemos a hacer mucho con muy poco, harán falta muchos pequeños tiranosaurios capaces de asociarse, deberán ser capaces de observar, experimentar y comprender por sí mismos; de escucharse y de juzgar; de tomar decisiones compartidas. Eso no se consigue con una educación uniformada y dirigida. Yo de ustedes convertiría las aulas en variadas selvas de cultura y que anden por allí a la caza que se asocien para proyectar cosas. Denles pistas, comenten todos los ecosistemas, proporcionen y revisen equipamientos. Reúnan y evalúen el botín al final del día y planifiquen la expedición del día siguiente. Mientras tanto, vigilen que no se rompan una pata ni disputen tontamente.