LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: ¿MIEDO O REALISMO?

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Hoy seguimos nuestra serie: “La sociedad del conocimiento…”, con el objetivo de ir explorando y perfilando esas otras sociedades, experiencias, tendencias e ideas que están dentro de lo que denominamos sociedad del conocimiento. Todas esas reflexiones quieren desembocar en el discurso educativo: nuestra pasión común. El presente, como nos advirtió Heidegger, tiene una constitutiva opacidad. El precio de ser contemporáneos es ese: estar haciéndose.

Hoy queremos enfrentarnos a un fenómeno que se extiende: el miedo individual y social que va cubriendo esferas de la sociedad actual. Un fenómeno que queremos abordar como dilema: ¿miedo o realismo? Una advertencia inicial: ese miedo no surge de la crisis económica actual que se desencadena en Occidente. Nuestra intuición es otra: la crisis ha acelerado un proceso que se venía incubando desde hace más de una década. El miedo ya estaba aquí…

Arriesgamos una afirmación, que se entrelaza con la de otros autores: la postmodernidad tiene una fecha de defunción, los atentados de Al Qaeda el 11 septiembre del 2001 en EE.UU. Ese día murió una cierta ironía, una sensación de juego que se extendía socialmente. Vivimos la postmodernidad como el fin de los grandes relatos, pero recordemos con Wittgenstein: los juegos de lenguaje se apoderaron de todo tipo de análisis. La postmodernidad podría resumirse en esta afirmación: todo es lenguaje. Desde ese día, la realidad irrumpió con la fuerza de lo inesperado. No todo era lenguaje…

La realidad se presuponía o se escondía de cualquier análisis directo. Eramos los habitantes de la época simulacro, como Baudrillard nos recordaba continuamente. Vivir era ser consciente de las máscaras que nos podíamos poner: máscaras, lenguajes, juego e ironía. El capitalismo financiero se apoderaba, mientras tanto, del capitalismo productivo que creíamos vivir. Un detalle: es sorprendente cómo se construyen las catástrofes, ante la indiferencia de la mayoría social. A veces vivir es jugar al lado del precipicio.

La educación no fue ajena al discurso postmoderno. Las veces que hemos escuchado que valores como el trabajo, la disciplina o el esfuerzo no eran los valores de época, han sido innumerables. Que cualquier aprendizaje había que traducirlo en juego y entretenimiento, con la excusa de un mejor aprendizaje, fueron un tópico de cierta pedagogía y discurso educativo. Los resultados están delante de nosotros: además de una burbuja económica, hubo una burbuja educativa.

De pronto, lo inimaginable ocurrió: la época de la seguridad se nos escapaba de las manos. El terrorismo fue el primer aviso de los muchos que ya conviven con nosotros. El riesgo estructural que analizó magistralmente Ulrich Beck, lo sentíamos alrededor. La crisis económica se desarrolló en este contexto político, social y cultural. Somos un tiempo sin inocencia posible: nos dicen que todos fuimos corresponsables de lo que ocurrió. La acusación podría ser ésta: tenemos un fracaso y un miedo que merecemos.

Llegamos al discurso educativo actual. Solo queremos apuntar una idea constitutiva de nuestra línea de reflexión y contenido: ha llegado la hora del realismo. El catastrofismo y la indiferencia no arreglan los problemas de fondo. Los hay: son innegables. Las soluciones posibles de los problemas educativos son las soluciones que una sociedad se da a largo tiempo. El miedo no educa ni propone soluciones: el miedo paraliza. Realismo significa capacidad de autocrítica y capacidad de construir. También iniciar un diálogo común: el miedo nunca conversa…

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