Capítulo I
No se precisan dones, sino conocimiento
Le propongo que me acompañe a lo largo de un excitante camino de experiencias comunicativas, de apasionante investigación, de riguroso estudio y de contrastado conocimiento dentro de la comunicación verbal y no verbal, de la locución profesional audiovisual y de la oratoria pública.
Lo haremos capítulo a capítulo,
sin estrés, sin prisas, pero con constancia y esmero
A través de mi profunda vocación y de una trayectoria profesional de más de 25 años dedicados a la formación y al ejercicio activo de la comunicación periodística, en general, y de la oratoria y la locución audiovisual, en particular, pretendo contagiarle mi pasión por la palabra, el sonido y el mensaje hablado.
Pero debemos implicarnos los dos, usted y yo, sobre todo, si lo que busca expresamente es algo más que un conjunto de fríos consejos –más o menos útiles– para comparecer en público con algo de credibilidad y naturalidad, no ya disfrutando de la propia experiencia comunicativa; o, incluso, si su propósito es usar su voz en off en un documental, un vídeo, un spot televisivo, una cuña de radio o en cualquier otro soporte audiovisual.
¿Cómo?
Pues estando dispuesto a seguir las numerosas indicaciones y diversas técnicas que, paso a paso, le iré desarrollando en INED21; practicando los ejercicios que correspondan a cada nueva habilidad, entrenando periódicamente con las herramientas naturales de las que estamos dotados y que –según su aplicación y uso– permiten la activación de los diferentes estilos locutivos.
Mediante la afirmación que sirve de título a esta primera entrega, quiero dejar claro que una notable cota de dominio profesional de la actividad comunicativa no requiere de la posesión de especiales dones innatos, ¡ni mucho menos!, sino del conocimiento concreto que en cada ocasión, en cada producción audiovisual o en cada comparecencia pública, sea necesario activar:
¡Y eso se aprende!
Me encanta saber que el aprendizaje de una materia o de una disciplina específica depende solo y exclusivamente de mí, de mi dedicación y esmero, de mi entrega y esfuerzo personal.
Como fuente emisora de un determinado mensaje, sé qué hacer y qué herramientas activar para transmitir a mi receptor credibilidad, naturalidad, emociones, sentimientos, intuición, comprensión e, incluso, en el caso de la locución audiovisual publicitaria, sensaciones físicas tales como la textura, el brillo, la suavidad, la ternura, la energía, el temor, el respeto, el olor, un sabor, relax, valor y, en definitiva, una interminable cadena de percepciones conocidas por aquel –nuestro receptor–; y todo ello hacerlo con elegancia, rigor y personalidad. Insisto, ser consciente de que con estudio, práctica y constancia puedo conseguirlo es, en sí mismo, un acicate que me motiva y me tranquiliza, a la vez.
Lo que sí le pido es que, al principio, al ir incorporando técnicas y herramientas para usted desconocidas y que le obligan a esforzarse un poco más de lo que esperaba:
¡No se asuste y vaya a tirar la toalla!,
¡hágase firme!
No ceda ante ese duendecillo vago que todos tenemos y que ronda por nuestra cabeza para controlar que no gastemos más energía que la precisa, no le permita que vaya a mermar su interés, sus ganas e ilusión.
¡No le haga caso, nunca!, créame que con un poco de ejercicio diario terminaremos neutralizándolo y anulándolo. Le garantizo que tras esa posible primera sensación desagradable de estar acometiendo una aventura inalcanzable, va apareciendo progresivamente un estado de confianza y equilibrio que, debidamente canalizado mediante la práctica y el conocimiento correspondiente, le llevará a una meta de seguridad y dominio, a la frontera exacta que separa una actuación coloquial y vulgar respecto de otra mucho más profesional y singular.
Así que, desde la tranquilidad más absoluta, con su entrega decidida, vamos a empezar a crecer, a incrementar nuestro nivel de calidad comunicativa, ese que desea alcanzar y que el propio desempeño de sus funciones profesionales exige.
Usted, es consciente de la ingente cantidad de ocasiones que se presentan en nuestra vida personal, familiar y profesional, en las que nos vemos obligados a proyectar un mensaje –verbal y no verbal–, a pronunciar un discurso o una conferencia, a impartir formación, a comparecer en congresos, ponencias, tertulias o presentaciones públicas de distinta índole.
Y en el ámbito de la locución audiovisual nos sucede lo mismo, desde poner nuestra voz locutando un texto para el off de un documental, de un anuncio publicitario de radio o televisión, de un documento videográfico corporativo o institucional, hasta la declamación de un texto poético o la narración de un cuento infantil.
(Continúa en el próximo Capítulo II)