CU
CALLE Y UNIVERSIDAD
Voy y les digo: «La Historia es una disciplina/ciencia que estudia los hechos pasados de los seres humanos para ir afinando nuestra comprensión de cómo hemos llegado a ser lo que somos hoy». Y antes de acabar la mayoría de jóvenes ya no está. O sólo está en efigie. Y el hecho es que me he pasado gran parte de mi vida profesional dominado por el prúrito del academicismo. Había un momento en que la definición más correcta debía ser formulada porque si no se estaba enseñando mal.
La escuela está en una permanente tensión entre la universidad y la calle. Los niños vienen de la calle, los profesores, de la universidad. Aunque las dicotomías no sean nunca tan tajantes, ésta nos ayudará a analizar el lenguaje de la escuela.
La calle ha estado siempre y siempre ha habido una mínima curiosidad por entender el entorno. De ahí nacen las narraciones populares. La universidad es una institución mucho más reciente (tanto sea ática, como medieval o moderna). Nació de una preocupación por profesionalizar la comprensión y el conocimiento del mundo. De allí nacen los lenguajes formales o «sabios».
Hace años se planteó ya el problema de la relación entre el saber «sabio» y el saber escolarizable. Creo que fue el profesor de matemáticas Yves Chevallard quien lo estudió más a fondo, porque sin duda las matemáticas son un lenguaje especial en sí mismas y el problema en ellas es sangrante. Él y otros se dieron cuenta de que el saber enseñado y el «saber sabio» no pueden viajar en las mismas palabras. Y se inventó el término «transposición didáctica». O sea, a los niños «en plata».
Los niños vienen de la calle,
los profesores, de la universidad
BLASTOCELE, BLASTOCITOS Y TROFOBLASTOS
El lenguaje científico empezó en la calle y construyó edificios cada vez más impenetrables. Leeuwenkoek fue en el siglo XVIII un comerciante de mercería y espabiladillo «buenoparatodo» que pasó de contar hilos a observar espermatozoides. Dentro de ellos pronto se quiso ver hombrecillos microscópicos preparados para crecer. Hoy hablamos de blastocele, blastocitos y trofoblastos (los científicos saben). En cierta forma todos los lenguajes científicos empezaron con una narración. ¿Cómo nos explicamos el mundo a nosotros mismos y a los nuestros?
Es evidente que las primeras narraciones contenían errores garrafales y que el lenguaje científico es exacto o aspira a serlo. Pero los mismos científicos se hacen narraciones para sí mismos antes de inventar neologismos inequívocos. La narración se afina y es de uso inmediato porque es el lenguaje humano natural (alguien me desmentirá algún día).
El lenguaje científico es un lenguaje profesional. Se adquiere con el ejercicio orientado al proyecto académico o económico. La narración es el lenguaje de la comprensión del mundo y la ciencia se basa en la comprensión previa. Por lo tanto, lo lógico parecería que del lenguaje narrativo se fuera pasando muy gradualmente al lenguaje científico a lo largo de la escolaridad. Estoy seguro de que así se lo plantean casi todos los maestros, pero posiblemente con dudas e inconsecuencias a lo largo del proceso. Y lo peor es que se trata de un proceso terriblemente compartimentado a lo largo de esos doce años. Doce cursos, horarios estrictos, profesores diversos, cada uno con sus propios tics académico-narrativos.
El lenguaje científico
es un lenguaje profesional
EN PRIMARIA, NARRACIÓN
Mi propuesta es que el lenguaje científico se asome apenas en la Primaria, como curiosidad y asombro, como promesa fantástica de logros futuros. Allí domina la narración. Tal vez en la Secundaria Obligatoria se pueda empezar a sistematizar, pero sólo después de la comprensión narrativa. El libro de texto lo hacen los chicos. Sólo en el Bachillerato, entendido como un tipo de formación profesional, el uso del lenguaje científico puede naturalizarse definitivamente.
Pero… ¿qué es comprender el mundo? Por ejemplo… Un avión aparentemente muy pesado se mueve por el aire a una velocidad aparentemente lenta, cuando nuestra experiencia es que todo lo pesado, cae. Parece magia porque estamos acostumbrados a identificar el aire con la nada. Sabemos que es algo por los días ventosos o por la experiencia de sacar la mano a través de la ventanilla del coche. Pero son experiencias generalmente separadas. Tenemos una imagen lógica, que nos da seguridad y sensación de comprender. Resumiendo, yo identifico la comprensión con la experiencia propia y con la imagen, necesitamos una imagen que podamos certificar por la experiencia. Hasta el científico vuelve a la imagen cuando su lenguaje científico parece «engañarle». ¿Qué otra cosa es el «tejido» espacio-temporal de Einstein? Se trata de unificar la distancia a que vemos el avión, con su velocidad real y con la fuerza de esa nada llamada aire para empezar a tener una «imagen» del vuelo que nuestra experiencia pueda certificar. La experiencia normal no nos lo junta todo. Sólo una buena narración puede hacerlo.
Necesitamos una imagen que podamos certificar
por la experiencia
COMPRENSIÓN IMPOSTORA
La ciencia universitaria ha ido por libre durante doscientos años y se ha convertido en una tiranía para la escuela. Ha proporcionado esquemas y lenguaje, pero muy poca narración utilizable. Los libros de texto intentan hacer un pastiche de lenguaje científico suavizado con narración y, creo, no hacen justicia a ninguna de las dos cosas. Y al final de la cadena el maestro está solo. Cada cual debe procurarse su narración y casi nadie tiene fuerzas suficientes para aunar todas las experiencias y todas las imágenes. Cuando el maestro no tiene imagen que explicar, se agarra a la definición y al academicismo. Es lo que hay y lo que debe estudiarse y se conforma con una comprensión impostora, haciendo ver que comprende una cosa que explica pero que en realidad no tiene muy clara. Mientras les cuele a los niños…
Una imagen completa del mundo no puede sino reconstruirse en red. Cada maestro debe aportar sus propias narraciones, aquellas que le dan «sensación de saber» y que puede certificar. El las usa oralmente en sus clases, pero otros podrían leerlas en esos libros que se pueden acumular en biblioteca de aula, si las escribiera. Y una imagen del mundo tejida por todos se iría perfilando para uso de todos los maestros y todas las escuelas.