LA TELEVISIÓN NO HA MUERTO

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Cuando no impera el escepticismo,

impera la telerrealidad

Hemos querido empezar este post, con esta afirmación que “completa” una cita de U. Eco en “Número Cero”.

Así es, han leído bien: la televisión no ha muerto, y emociona. Recogemos algunos datos muy recientes, de Tendencias mundiales de consumo televisivo 2015, informe de la prestigiosa consultora Eurodata TV Worldwide  que indica:

Los estadounidenses y neerlandeses dedican una media de 4 horas y 30 minutos a ver televisión.

Los niños europeos pasan dos horas al día viendo televisión, y un tercio de ese tiempo lo dedican a consumir contenidos en canales infantiles.

Aumenta el consumo de contenidos en diferido: un 17,2% en Gran Bretaña y 6,6% en Países Bajos. El consumo de televisión en directo se reserva para dos tipos de programas: las retransmisiones deportivas y los telediarios.

Los contenidos televisivos se están consumiendo en otras pantallas diferentes al televisor: ordenadores, móviles, tabletas… De esta forma, el número de espectadores se multiplica.

La televisión de pago resiste, a pesar de los envites de nuevos actores como Netflix. Cadenas como HBO consiguen récord de espectadores al emitir series de moda como “Juego de Tronos”. Frente a la diversificación de la programación ofrecida por Netflix, las cadenas contraatacan produciendo contenidos propios.

Los espectadores son multiplataforma. Muchas cadenas acompañan el lanzamiento de un programa a nivel mundial con una campaña en redes sociales que genere un debate simultáneo.

Por tanto, con la televisión ocurre como con la lectura: no es que sea lea menos que antes, sino que se lee y se ve (y se interacciona) de otra manera. El aumento de nuevos dispositivos aumenta el número de espectadores-usuarios y aumenta el tiempo de visionado. Podemos decir que el espectador-usuario es seriéfilo, no es pasivo y coquetea a la vez con diferentes plataformas.

En España el consumo de televisión, según los datos que ofrece el informe 2015 del Marco General de los Medios, en 2014, se consumieron 237 minutos de televisión, cuatro horas y 17 minutos diarios.

En España la telerrealidad es empujada por las locomotoras-programa como Supervivientes, Masterchef, Gran Hermano o La voz, sin olvidar el persistente Sálvame. En America Latina, también destaca este género como recogen las infografías de Kantar Ibope Media, en este primer semestre del 2015. Este estudio abarca 44.13 millones de hogares y 135,5 millones de individuos. Refleja que en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Peru y Uruguay, la telenovela es el género más visto

Por consiguiente nos encontramos con dos evidencias. La primera es que la televisión no ha muerto; la segunda que los géneros que multiplican los formatos y subgéneros asociados a la telerrealidad, son líderes de audiencia.

¿Podemos hablar de una televisión emocional?

¿Es la telerrealidad un laboratorio de emociones?

¿Cuáles son los mecanismos que producen, expanden y recrean constantemente este laboratorio?

El profesor Joan Ferrés en su libro “Las pantallas y el cerebro emocional” apunta alguna de las claves. Dibuja el potencial del “cerebro emocional”, donde también contempla el entorno digital. Pero advierte sobre las “profecías de los utopías tecnológicas.” La tecnología será emocional y será social, según sea el grado y nivel de participación ciudadana.

Si la educación tradicional sentó sus principios pedagógicos en los contenidos; si los medios de comunicación de masas todavía están agarrados al soporte y a los contenidos, la innovación pedagógica y los social media transitan en la fluidez de los procesos entre los contenidos, agentes educativos-usuarios y canales de distribución. El yo me informo, entretengo, aprendo, en cualquier momento y en cualquier lugar manda en el mundo de los conectados.

Dicho de otro modo, hemos abandonado el universo de los contenidos, para explorar el entorno relacional, descentrado y ubicuo, donde las dimensiones espacio-temporales son ya transversales, inciertas, mutantes y permeables.

Es interesante la conexión que establece Ferrés con Damasio (aludiendo a Vygostky) con su EEC (Estímulo Emocionalmente Competente), entendido como idea, objeto, evento o valor, cuya presencia provoca en el sujeto una respuesta emocional. Se abre una puerta para la empatía y la sintonía emocional. Esta sintonía emocional que fabrica y entreteje el relato de telerrealidad, debería cuestionar la asintonía y asimetría existente en la escuela. Mientras la “educación informal” educa, la escuela solo lo intenta, porque su voz y su presencia no “late”, ni escucha el latido de su audiencia.

El EEC provoca un reality show en su cotilleo, una serie en la identificación con sus personajes y conflictos, un videojuego en su simulación.

En Laberinto emocional y visión holística  describíamos el “Mira mi mundo. Mírame”, una de las invitaciones que hace un adolescente a través de su fotolog. YouTube, MySpace, Instagram, Facebook son un escaparate global de testimonios donde los jóvenes exhiben sus cuerpos y sus sueños.

El nuevo milenio expande el individualismo conectado, las nuevas generaciones son sensibles a la erótica de la pantalla global, las relaciones en la Red son instantáneas, rápidas, intensas y hedonistas. Usuarios y jóvenes que son y existen en la medida en que se exhiben y son vistos. El rumor y el cotilleo fascinado y mediado por la tecnología garantiza el oxígeno de esta existencia.

El corazón y sus emociones tienen cerebro. Eso que cabe en la palma de nuestra mano, y que apenas pesa kilo y medio, eso tan cercano y al mismo tiempo tan desconocido. Así como la mente ha estado y permanece oculta bajo las desconocidas aguas del inconsciente, las emociones se deslizan entre los intrincados pasadizos del laberinto. Una amalgama de pasillos e itinerarios, y de ágoras conversacionales, donde el cotilleo y el flirteo tejen un universo de interacciones y afinidades, en las que se gestiona la intimidad, la privacidad, la sexualidad y la identidad de sus espectadores y usuarios.

La telerrealidad como macrogénero, la televisión como segunda pantalla y el consumo-interacción multiplataforma modelan actitudes y comportamientos, tanto individuales como sociales.

¿Cómo funciona este relato? ¿Cómo se construye la telerrealidad televisiva?

Los medios construyen una realidad concreta con unos objetivos muy concretos. La relación entre emisor y receptor es muy estrecha, también sus posibles efectos. Se presenta una realidad mediática para que la audiencia pueda o quiera percibirla como “real”; cotidiana, cercana. Baudrillard ya avanzó en la “era de la simulación” en la que se suplanta “lo real por los signos de lo real”. Eco lo reafirma recientemente en “Número Cero”, “el síndrome del complot nos invade”

Un ejemplo muy reciente: Madeline Stuart, uno de los símbolos de la inclusión social de los discapacidados

DECÁLOGO DE LA TELERREALIDAD

Nos atrevemos a dibujar el perfil caleidoscópico en 1O pinceladas. Las seis primeras están adaptadas de Javier Mateos http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34615397008 las otras cuatro son aportación propia.

1. Relatos próximos a personas reales: (anónimas o populares). Las historias o hechos cuentan a cámara una determinada parte de su vida cotidiana. Son experiencias y sentimientos generalmente íntimos.

2. Obsesión por la apariencia de realidad: cuentan historias verdaderas que tienen que parecer reales. Con un relato creíble, siguiendo unos criterios de selección de perfiles, lejanos a lo común y corriente. Se busca que “den a cámara”. La televisión de la gente normal aburre a la audiencia.

3. La espectacularidad: hiperconstrucción de la realidad “que enriquece y distorsiona la experiencia…recurre al misterio y la comicidad…el factor sorpresa es siempre testigo de algo inédito”. Constribuyen los efectos especiales, decorados, reconstrucciones grabadas, posproducción.

4. La serialidad: emisión por entregas como técnica de enganche. A veces el espacio se acorta en sus momentos clave, mientras el presentador advierte: “seguimos grabando”. Otras están organizados por capítulos (semanales o diarios). Esta serialidad se propaga a modo de conversación por los demás espacios de la cadena.

5. Voyeurismo televisivo: “Una visibilización a ultranza de la intimidad” (Imbert). Sin límites, cuanto más real y transparente parezca mejor. Sexo, polémica, penas, protagonizan los hechos.

6. Multiformato televisivo: en una relación recíproca entre contenidos y formatos. El qué y sus cómos. Los programadores insertan y organizan los formatos-contenedor, a la vez que fusionan diversos géneros televisivos (informativo, entrevista, concurso, crónica…).

7. Participación activa o semi-activa de la audiencia y redes sociales. El espectador/usuario en el trono del show. A veces con el rol de comentarista, otras colaborador, y hasta de asesor.Con plataformas sobre las cuales el programa se construye y modifica. La televisión en su convergencia mediática dispone de una esfera digital muy dinámica: se vuelcan los contenidos y se genera una espiral y un aura, alrededor de la cual las audiencias activas y semi-activas interaccionan. Un comentario en twitter o un whatsapp, externos al programa, pueden destruir el trono de un concursante o desterrar a un pretendiente acusado de infiel.

8. Emisión en prime time: los programas están organizados en torno a la franja horaria de emisión que coincida con el prime time u horario de máxima audiencia. La consecuencia inmediata es que en España se agarra a la audiencia hasta las 00.00 horas.

9. Valores y contravalores: que se transmiten y promueven, generando una posible batería de afectos y efectos.

10. Negocio rentable: sin duda. El programa como producto (que no como servicio, tampoco en la tele pública). La McTelevisión (Sampedro, 2003), es muy rentable para las productoras. Contenidos de bajo presupuesto, con estructura espectacular, que arrastra audiencias.

El próximo jueves detallaremos el papel de las audiencias, el modelo de televisión que nos gustaría, y la relevancia de las mediaciones.

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