Con el proceso de digitalización de la información, los materiales didácticos tradicionales (los libros de texto, de cuadernos de trabajo, de puzles, de mapas, de juegos lógicos, los audiovisuales didácticos, las diapositivas y muchos otros) están desapareciendo para ser sustituidos por una nueva tipología de materiales didácticos como son los ebooks educativos o libros de texto electrónicos, las plataformas de aprendizaje adaptativas, los entornos educativos multimedia, los recursos o aplicaciones educativas digitales, las microlecciones online, la realidad aumentada educativa, entre otros.
Para describir este proceso de mutación del material educativo podemos identificar cinco áreas o ámbitos que se entrecruzan: cambios en la dimensión artefactual o tecnológica, en la pedagógica, en la funcionalidad docente, en la funcionalidad discente, y en los de los procesos de producción, distribución y consumo y que se sintetizan en la Tabla 1.
Tabla 1 Los rasgos destacables de la metamorfosis digital del material didáctico | |
Cambios en su naturaleza como artefacto |
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Cambios como objeto pedagógico |
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Cambios en la profesionalidad docente |
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Cambios en el papel del alumnado |
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Cambios en la producción, distribución y consumo |
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A modo de síntesis, pudiéramos sugerir que la nueva generación de materiales didácticos digitales (MDD) para la escuela del siglo XXI tendrían que asumir como ejes o principios de referencia lo siguiente:
Un material didáctico debiera poseer un “storytelling” o narrativa que dé sentido y significado a su utilización pedagógica. Esto significa que el diseñador del material necesita construir un discurso o guion didáctico que ofrezca una historia o relato que atrape a los estudiantes y de coherencia argumental a las distintas unidades o partes de MDD.
El material didáctico digital debe plantear retos y desafíos al alumnado que impliquen la activación de procesos intelectuales de comprensión, de análisis, de contraste y de síntesis sobre el conocimiento. El papel clave del MDD no es solo ser un objeto o artefacto que representa y explica el conocimiento, sino ser también un catalizador de operaciones mentales en el alumnado que activan procesos cognitivos favorecedores de aprendizajes valiosos, significativos y auténticos.
El MDD también debe “emocionar” no sólo activar la dimensión cognitiva del aprendizaje. La emoción debe estimular la motivación para que el estudiante utilice el material, se implique en la cumplimentación de las tareas, adquiera y trabaje los contenidos, así como se comunique con sus compañeros. En este sentido los planteamientos de creación de materiales destinados a favorecer el aprendizaje mediante el juego (conocidos como enfoque de gamificación o ludificación) propician la implicación emocional del alumnado con el conocimiento.
El MDD debe ser interactivo. La interacción entre humano-artefacto debiera proporcionar una experiencia única y personal a cada alumno en función de las acciones que éste realice sobre la máquina. Actualmente el big data, las analíticas del aprendizaje y la inteligencia artificial permiten que la tecnología tome decisiones autónomamente, en función de los datos que tiene almacenados de cada alumno y del conjunto de usuarios, para adaptar el entorno, las tareas y el contenido educativo a sus características particulares.
El MDD debe ser multimedia en sus formas de presentación de los contenidos y de su interface. Los lenguajes de expresión textual, icónica, audiovisual o sonora deben entremezclarse como formas de representación del conocimiento, pero que convergen en ofrecer una experiencia coherente de aprendizaje. Estos lenguaje, además, deben combinar la utilización de formativos expresivos de representación del conocimiento de diversa naturaleza como los textos cortos, las narraciones, el comic, los videoclips, los gráficos, las animaciones, los esquemas, las fotografías, los escenarios 3D, los mapas, las infografías, las líneas de tiempo, entre otros.
El MDD debe proporcionar un entorno comunicativo, a modo de red social, entre todos los miembro de una misma clase, tanto entre estudiantes como entre éstos y el profesor. A través del mismo se pueden enviar mensajes individualizados y/o colectivos ofreciendo herramientas y espacios para el trabajo colaborativo, la publicación y la descarga de archivos.
El MDD debe proporcionar un escritorio de gestión personalizado tanto al docente como a cada uno de los estudiantes. Este entorno debe presentarle información sobre su actividad, sobre su historial, potencialidad de personalización tanto en sus contenidos como en sus interface, envío y almacenamiento de archivos, mensajes así como estadísticas diversas.
En definitiva, la metamorfosis del material didáctico en este siglo XXI no consiste sólo en un cambio del formato tecnológico, sino que debe ser considerada fundamentalmente como una mutación del relato cultural y de la funcionalidad pedagógica del material.