LA FLEXIBILIDAD DE LOS VALIENTES

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TODO ATADO

Tal vez lo sencillo sea seguir al pie de la letra lo programado. Tal vez sea lo cómodo. Tal vez lo que nos da seguridad es agarrarnos al papel para saber en todo momento qué hacer, por qué hacer, cómo evaluar lo que mandamos hacer, a qué competencias responde lo que hacemos y quién ha de hacer lo que la Administración dice que hagamos. Tal vez la rutina nos prive de la ansiedad de la improvisación. Tal vez un buen corpus documental nos da la impresión de que lo tenemos todo atado.

Pero tal vez lo audaz sea entender que las programaciones son el marco a partir del que empezar a andar, pero no el corsé que fiscaliza cada minuto de nuestra labor en el aula.

LIDERAZGO EFICAZ

Educar es mucho más que reproducir lo programado. Educar cuenta —ha de contar— con elementos difícilmente plasmables en la redacción de un documento oficial. Hablo de ser capaces de improvisar, de ser flexibles, de escuchar al alumnado y, como consecuencia, saber por dónde llevar la praxis. Hablo de saber tomar la burocracia como necesaria y obligatoria, pero no determinante. Hablo de empatizar —porque sin empatía no hay influencia— y, desde ahí, reformular nuestro camino. Lo importante es tener claro qué queremos, y si lo que queremos es sacar lo mejor de cada individuo (esto es, que cada persona desarrolle al máximo sus inteligencias), un documento no puede suplir la actitud, el talento, la capacidad de emocionar o el ejercicio de un liderazgo eficaz.

Es necesario programar para avanzar y evaluar. Es necesario tener un referente por escrito. Necesitamos líneas de acción, rúbricas, plantillas, estadillos, estadísticas y listas de objetivos. Nadie lo pone en duda. Sin embargo, lo valiente es priorizar el ser del educador, ponerlo por delante de lo burocrático.

Educar cuenta con elementos difícilmente plasmables

en la redacción de un documento oficial

POR DELANTE DE LO BUROCRÁTICO

Dije hace años que la calidad sin calidez no es auténtica calidad. Por eso, la clave está en ser flexibles, saber reinventarse, innovar continuamente, relativizar lo que se dicta desde despachos y leyes. Trabajamos con seres humanos imprevisibles, en proceso de maduración, inestables y, con frecuencia, perdidos, obligados a permanecer siete horas al día en incómodas sillas escuchando a adultos con quienes no tienen vínculos emocionales hablándoles de cuestiones que no les interesan; personas en búsqueda de su propia identidad, aprendiendo a relacionarse, a gestionar su propio crecimiento y sin saber manejar sus emociones.

¿Cómo no entender que, ante ese destinatario,

tenemos que ser flexibles?

No ácratas ni extravagantes. No hablo de ser anárquicos, de educar desde el caos ni de transgredir la norma. No hablo de hacer dejación de nuestras responsabilidades para con la Administración, la Escuela o las familias. Hablo de que lo fácil es sucumbir a la inercia y lo valiente, ser flexible. Hacer de la flexibilidad nuestro estilo. Sí, eso es lo valiente. Ésa es la clave porque trabajamos con personas y son las personas la medida de nuestra acción.

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