La filosofía y un currículo del s. XXI

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Es la primera y última vez que defenderé una cuestión que por mi situación y formación profesional, siempre parecerá corporativista: soy y ejerzo de profesor de Filosofía. Asumo ese riesgo, pero estas palabras son una crítica de una política educativa cortoplacista. Justamente mi defensa de la filosofía se quiere ampliar a un debate más amplio. Este cortoplacismo tiene sus presupuestos, porque la limitación y, en el fondo, minusvaloración de la filosofía debe enmarcarse en un problema aún más grave: la falta de un debate de abajo/arriba y con unos plazos y foros adecuados, de un currículo adecuado a una sociedad del conocimiento del s.XXI. No se ha hecho, sin ello cualquier ley educativa nace amputada gravemente. Veamos el porqué.

Una sociedad del conocimiento necesita de un currículo equilibrado. Un ejemplo: como la psicología en varias perspectivas nos ha demostrado desde hace décadas (Robert Sternberg, Howard Gardner, Salovey y Mayer, Daniel Goleman) nuestra inteligencias son complejas y diversas, y deben ser desarrolladas desde esta perspectiva, curricular y metodológicamente. Lo diré directamente: no todo es lengua y matemáticas. Al decirlo, sé que habrá muchas objeciones, pero las ciencias actuales nos demuestran esta singularidad de nuestra identidad cognitiva/emocional. Decir lo anterior, no significa negar la importancia central de esos lenguajes básicos con los que interactúamos con el mundo. Otro ejemplo: es muy mejorable nuestra competencia en inglés y otras lenguas extranjeras, algo que sabemos desde hace tiempo. Les informo de una paradoja muy española: no hay siquiera un protocolo y acuerdo común de lo que significa bilingüismo. No lo digo yo, nos lo han dicho internacionalmente: ¿por qué no empezar a construir con fundamentos sólidos, antes de anunciar bilingüismos mediáticos por parte de algunas consejerías que no van a ninguna parte? Me ahorro la introducción de las nuevas tecnologías en la formación docente: sin perspectiva ninguna. Resumen: falta de eficacia y eficiencia, y un dinero público mal invertido. Refrendando lo anterior, hay más acercamientos que deben estar en un currículo de la sociedad del conocimiento: negarlos, obviarlos o minusvalorarlos, es no comprender lo que es el desarrollo evolutivo y educativo de cualquier sujeto humano. Algunos de los mejores sistemas del mundo lo saben, y así lo tienen incluido. No se puede diseñar un currículo de espaldas a los diversos hallazgos de la psicología, pedagogía o las neurociencias. Un detalle final: será cada vez más importante tener una investigación y transferencia adecuada entre esos hallazgos y su traducción didáctica en la práctica docente, algo no tan evidente.

Una sociedad del conocimiento necesita desarrollar una personalización del aprendizaje, y ésta es imposible sin un currículo equilibrado. Esto significa que haya puntos de interés y de motivación para que cualquier alumno pueda identificarse y lograr su mejor desarrollo posible. Por supuesto que la lengua y las matemáticas son esenciales, pero hay una diversidad de talentos e inteligencias que van más allá de ellos. Algunas preguntas: ¿dónde está reconocida la importancia de las emociones y los sentimientos, lo hemos defendido como competencia emocional en INED21? Hay excepciones autonómicas, como tales son excepciones. ¿Dónde está reconocida la competencia creativa que desde INED21 formulamos hace tiempo, cuando pocos o casi nadie hablaba de ello? ¿Cómo se puede afirmar que hay que desarrollar el pensamiento crítico y limitar nuestro origen educativo: la filosofía? ¿Dónde está la música o el arte como áreas centrales en una educación equilibrada? El lector tiene sus respuestas.

Una sociedad del conocimiento necesita de una diversidad cognitiva/ emocional y creativa que tiene en un currículo equilibrado, un factor principal. En una época de saturación informacional, se necesita talento muy diferente: el conocimiento pide transferencia y amplitud y profundidad de perspectiva. La hiperespecialización es justamente la perspectiva equivocada. Necesitamos una ciudadanía crítica y creativa que sea autónoma, esto no se consigue sólo con lengua y matemáticas. Dos ideas que no han sido consideradas: la transformación y modernización tras un debate y estudio plural del currículo de cada materia para una sociedad del conocimiento; segunda idea, una necesaria actualización y renovación metodológica para que lo anterior no sea legislación vacía. Si no se hace, volvemos al síndrome lampedusa: que todo cambie, para que todo siga igual.

Un sistema educativo donde salgan alumnos que piensen que la democracia es un sistema espóntaneo sin relación con la filosofía y un pensamiento crítico. Un sistema educativo donde se vea la música, el arte o las humanidades como acompañantes secundarios de otros verdaderos saberes, es un sistema educativo equivocado. La renovación curricular y la renovación metodológica deben ir juntas: lo demás es perseguir quimeras sin realismo ninguno. Currículo equilibrado, equilibrio metodológico: desde INED21 lo hemos desarrollado y explicado. Perseveraré en este rincón siempre que sea necesario. Ahora la filosofía parece empezar un largo desierto, pero es más grave: estamos equivocando el qué y el cómo de un sistema educativo para una sociedad del conocimiento. Puede ser que el síndrome Pisa se haya instalado definitivamente, pero es sospechoso aún así: he descrito algunos de los mejores sistemas educativos del mundo en su perspectiva curricular y metodológica. Antes de acabar: ¿alguien nos escucha? ¿alguna administración o institución con poder de decisión, nos leerá sin prejuicios? Nada es definitivo en la matriz educativa.

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