Innovación educativa universitaria:
Diagnóstico del problema y posibles soluciones
INNOVAR
La innovación, en cualquier ámbito, remite a un problema que se pretende resolver, o que se desea resolver mejor. Innovar, por tanto, no es idear, generar ocurrencias, o reportar resultados de experimentos, por muy bienintencionados o complejos que éstos sean. Innovar requiere un problema, sobre el que se aplica una metodología de innovación. Podríamos resumir dicha metodología en las siguientes preguntas:
1
¿Qué intentamos resolver?
2
¿Qué soluciones existentes se demuestran insuficientes y por qué?
3
¿Qué solución proponemos y por qué es mejor (según una adecuada métrica) que las existentes?
4
¿Qué riesgos presenta su puesta en marcha?
5
¿Qué coste tendrá?
En el mundo de la Educación Superior, los problemas, a veces, son de difícil análisis. Esta dificultad suele estar motivada por el fuerte carácter multidimensional de los procesos en marcha, y por la dificultad de generar medidas cuantitativas objetivas de muchos de dichos procesos constitutivos. Aun reconociendo estas dificultades, y con ánimo de generar un debate en torno a ello, a continuación trataremos de ofrecer un diagnóstico acerca de los mayores problemas de la Educación Superior en España. Finalmente, propondremos algunas direcciones en las que actuar con el objetivo de paliar dichos problemas.
PROBLEMA EDUCATIVO
El problema educativo
de la Educación Superior en España
Desde un punto de vista educativo, creemos que estos son los principales problemas que presenta la Educación Superior en España:
Tras la Educación Secundaria y el Bachillerato, existe un gran consenso social sobre la necesidad de que los estudiantes vayan a la Universidad. La Formación Profesional no es una alternativa real a la Universidad, sino que, lamentablemente, sólo se percibe como un destino alternativo para quienes han fracasado, incluso reiteradamente, en sus estudios previos. Visto de esta manera, quien supera el Bachillerato debe ir a la Universidad. A ello contribuye decisivamente el hecho de que la prueba de acceso, la EVAU, posee unas tasas de éxito del orden del 97%; y que el sistema universitario español se halla en estos momentos sobredimensionado (no se cubren todas las plazas ofertadas).
El alumno que accede a la Universidad se caracteriza por poseer unos conocimientos dispersos y superficiales, muy fragmentados, sin unidad. A ello habría que añadir unas grandes dificultades para el razonamiento estructurado lógicamente, una escasa capacidad para la comprensión lectora, una bajísima capacidad de análisis, y una nula capacidad para la abstracción.
Si malas son las aptitudes de entrada en la Universidad, no mucho mejores son las actitudes. Los alumnos presentan graves dificultades para la atención y la concentración, son incapaces de perseverar en el esfuerzo, no saben organizar su tiempo y su energía, están habituados a técnicas de trabajo muy poco eficaces, a no sacar partido de las clases a las que asisten, y a no trabajar diariamente en las disciplinas que cursan, salvo que se trate de «deberes» que alguien les «pone». Además, les resulta casi imposible gestionar la adversidad, cuando ésta se produce.
Los alumnos llegan a los grados universitarios sin vocaciones bien definidas. No son conscientes de que su elección de estudios sea el resultado de un proceso de discernimiento vocacional que debería empezar en la ESO, y en el que deberían estar, a ser posible alineados, tanto el colegio como la familia.
Finalmente, las expectativas del alumno que accede a la Universidad suelen ser bastante simplistas: espera alcanzar el éxito de la misma forma que lo obtuvo, si es que lo obtuvo, en el Bachillerato; y cree que el paso por la Universidad garantiza, por sí mismo, un empleo bien retribuido. La constatación, casi inmediata, de que ambas expectativas no son reales, suele traer consigo la desmotivación del alumno, que puede llevarle a abandonar sus estudios universitarios, o a cambiar de grado, con convicción o sin ella de que la nueva elección sea acertada.
PROPUESTAS DE SOLUCIÓN
Puesto que la educación en España se haya fuertemente intervenida desde el Estado, cualquier solución que pretenda un cambio de marco normativo supondrá alcanzar un consenso político que, en estos momentos, parece poco factible.
Desafortunadamente, la educación en España ha sido fagocitada ideológicamente por los partidos políticos, y es muy difícil generar un debate «técnico», sin terminar cayendo en inmovilismos de base ideológica.
Aun así, en un foro como el LIEU (Laboratorio de Innovación Educativa Universitaria de la Universidad San Pablo-CEU), hemos generado algunas conclusiones generales acerca de las características deseables de ese posible nuevo marco para la educación preuniversitaria:
1
Debe favorecer la curiosidad intelectual, la exploración personal y colectiva del mundo que nos rodea, sin caer en especializaciones fomentadas por la mera novedad.
2
Debe ser más flexible en sus itinerarios.
3
Debe ser más intensiva en las bases de las disciplinas fundamentales.
4
Debe favorecer el pensamiento crítico y la expresión oral y escrita de dicho pensamiento.
5
Debe favorecer el desarrollo precoz de la lectura comprensiva.
6
Debe favorecer el uso de técnicas de estudio y análisis eficaces, complementadas con el uso instrumental de las nuevas tecnologías.
Los colegios y las familias deben ser, al margen del marco normativo vigente en cada momento, agentes fundamentales del proceso educativo. Un terreno, a nuestro juicio, fundamental, en el que ambos agentes deben estar alineados es en el fomento de una cultura del esfuerzo, el estudio y la concentración.
Aquí creemos necesario un discurso único sobre el uso restringido de las nuevas tecnologías de comunicación, tanto en el aula como en el hogar. Otro terreno en el que colegios y familias pueden actuar conjuntamente es en la definición de actividades extraescolares adecuadas.
De nuevo, creemos que debe huirse del culto a la novedad por la novedad, y, en cambio, definir actividades que fomenten la convivencia, la reflexión, la creatividad, y la autonomía intelectual.
Han dejado de ser frecuentes en los colegios actividades como los clubes de lectura, el ajedrez, la pintura, la música, o los periódicos escolares. Han desaparecido incluso hasta los deportes. En muchos casos han sido sustituidos por actividades absolutamente banales, quizás con valor instrumental, como los cursos de ofimática, pero poco enriquecedoras.
Las universidades tenemos una gran responsabilidad con los alumnos que nos eligen, sea esa elección el resultado de un proceso claro de discernimiento vocacional o no. Para empezar, el alumno actual debe «aclimatarse» a la Universidad, pues se trata de un entorno muy distinto al colegio/instituto, y la Universidad debe ayudarle en dicho proceso. Son frecuentes en muchas universidades los llamados «cursos cero» o las «semanas de orientación» para los nuevos alumnos.
Creemos que son necesarias, dada la naturaleza del alumno que llega a la Universidad. También creemos necesario, y esta ha sido una de las medidas de mayor éxito adoptadas desde el LIEU, el contacto temprano (a ser posible, en primer o segundo curso de grado) con profesionales del sector productivo en el que pretende integrarse el futuro egresado universitario.
Como hemos puesto de manifiesto, muchos alumnos ingresan en un grado sin tener una idea muy clara de para qué tipo de trabajo éste les habilita, y estas sesiones de interacción con profesionales son muy útiles para asentar su vocación.
Finalmente, la Universidad debe aspirar a personalizar sus procesos. La educación es una actividad entre personas. En la Universidad los alumnos son personas adultas, y deben ser tratadas como tales. En este contexto, en el LIEU hemos podido constatar que la acción mentora personalizada, mediante profesores especialmente formados para esta actividad, genera una influencia muy positiva en la formación de los estudiantes universitarios. Junto con la acción tutorial y las «acciones de acogida» mencionadas más arriba, constituyen un ecosistema de soporte imprescindible para los alumnos del sistema universitario español actual.