INFORMACIÓN, CONOCIMIENTO, SABIDURÍA

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Con el tiempo vas descubriendo que

casi todo lo que se te ocurra ya ha sido pensado.

Tal vez la innovación está sólo en los matices.

Me viene a la cabeza recurrentemente desde hace algunos años y la última vez a raíz de una conversación en que pretendía impugnar, la supuesta obsesión por la información en los escritos educativos recientes. Mi interlocutor, sintiéndose destinatario de la crítica, puntualizó que se trataba de información y conocimiento. Asentí, pero algo me faltaba para apuntalar lo que yo defendía y que había propiciado la discusión. Apenas llegar a casa me vino la palabra: sabiduría. Parecía un trinomio bonito pero tal vez sonaba pedante pretender que la escuela procurara sabiduría.

APRENDIZAJE DE LA SABIDURÍA

En esta época informática donde Internet parece contenerlo todo, suele sonar arcaico que yo pretenda hacer leer a los niños cosas que no sean novelas o poesía. Pero me parecía que sembrar ideas con libros y someterlas a la discusión entre iguales (los compañeros) y con un superior (el profesor) era una manera de iniciar ese aprendizaje: el de la sabiduría.

Justo ahí me vino a la mente el título de un libro al que ya había echado el ojo. Se trata de El aprendizaje de la sabiduría de José Antonio Marina, que corrí a adquirir electrónicamente (la tecnología es una cosa y el libro, otra). Y sólo empezar a ojearlo, descubrí que Marina cita de un poema de T. S. Eliot:

¿Dónde está la sabiduría,
que se perdió con el conocimiento?

¿Dónde está el conocimiento
que se perdió con la información?

A veces, parece que los clásicos te contesten. Los ordenadores dan, por supuesto, información, no sólo no se discute sino que se publicita hasta la extenuación. Pueden dar conocimiento, es decir, información organizada y con sentido. Vale. Pero ¿y sabiduría? Pueden dar algo, pero a mi entender sólo desde un libro electrónico. Es decir, desde el pensamiento destilado de un autor que tiene mucha información, ha obtenido mucho conocimiento ajeno y propio y, además, ha fermentado, en soledad, una visión propia de ese conocimiento en el ser del mundo. Ha integrado esa información y ese conocimiento en su visión propia del mundo. Y la ofrece… a los jóvenes. Ése pienso yo que es el matiz innovador. Los jóvenes son los grandes abandonados cuando hablamos de compartir sabiduría. Como si se la regateáramos a la hora de “transmitirles” conocimiento.

Tal vez pensamos que la sabiduría es cosa de viejos, algo que sólo se obtiene cuando ya has visto todo lo que había que ver. Creo que es una de las razones por las que vivimos un mundo patéticamente joven que comete errores descabellados y descabellantes del que sólo podemos esperar que no se suicide antes de madurar.

Tal vez si consideráramos la sabiduría como ‘integración de los conocimientos de una persona en su visión del mundo provisional‘, la que sea, nos sería más fácil tratar con ella. Podríamos hablar de sabiduría infantil, juvenil y senior en toda clase de modalidades, pero sabiduría.

Y eso sería lo más importante que debería ocupar a un maestro. Por supuesto, hace falta una mínima información para obtener un conocimiento. Hacen falta algunos conocimientos para formar un imaginario propio que pueda llamarse “visión del mundo”, ahí posiblemente se detienen los ordenadores. Pero ¿no son más importantes esos momentos en que el profesor y los alumnos completan y mejoran mutuamente sus respectivas sabidurías?

Espero mejorar la mía cuando acabe de leer el libro de Marina aunque (y precisamente porque) me lleve la contraria.

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