Me gustaría desarrollar una observación social que, seguramente, es aplicable a muchos países diferentes. España es un ejemplo de este fenómeno: la endogamia como forma de pensamiento y acción en la dinámica social. Lo que argumentaré a continuación es esta idea: vivimos en una cultura endogámica, esa característica que afecta al plano político, económico e intelectual, es contradictoria con la sociedad-red que, inevitablemente, nos va conformando. Esta contradicción no es casual, ni se soluciona con medidas coyunturales, se agudizará hasta el cambio y explosión de muchas estructuras y dinámicas existentes.
Una cultura endogámica es contraria a la idea de meritocracia en cualquier ámbito. La partitocracia que tanto se denuncia políticamente, es una muestra de lo que afirmamos. Ese poder sin control sobre muchas esferas de los partidos políticos, les permiten introducir ese escándalo social y profesional, llamado amiguismo y, en el límite, promueven una cultura donde el talento no es reconocido, sólo el estar cerca a mi influencia directa e indirecta. Cuánta inteligencia se desaprovecha a nivel individual y social, por no ser o estar en una militancia política, o cercana a alguna de sus élites. Lo mismo pasa en la universidad con sus filtros endogámicos y su clientelismo con sus repartos de poder y referencias mutuas, lo importante es entrar en ese ámbito de influencia y seguir ese mecanismo perverso. La endogamia universitaria es un ejemplo de mediocridad intelectual. Endogamia y competencia son términos contradictorios. No es casual cómo la crisis está desnudando nuestras estructuras políticas, económicas y universitarias. Un detalle: es irónico cómo ciertos grupos, inmovilistas en su poder gracias a su endogamia, siguen dando consejos de cómo salir o solucionar la crisis. Irónico, pero muy doloroso, de ahí la falta de legitimación de los mismos. Lo sentimos: la sociedad-red no pregunta quién eres, cada vez es más evidente el qué sabes hacer. Hazlo, no me digas qué título tienes. La experiencia actual donde el talento a nivel político, económico o intelectual, está siendo ignorado o invitado a marcharse, es la consecuencia de una endogamia estructural, entre otros factores, que impide cualquier relevo individual y generacional.
Una cultura endogámica se caracteriza por su reduccionismo. El reduccionismo como dogmatismo, etiquetar aquello que no se conoce directamente o, no estamos de acuerdo políticamente a priori. Leer a Marx y Hayek es necesario, aunque muchos piensen que un debate se cierra, pronunciando comunista o neoliberal; no leerlos y seguir etiquetando a los demás, es una forma de ignorancia y de mediocridad. Conocer los diferentes sistemas de selección y formación del docente a nivel mundial es necesario, porque es un comparativismo crítico que hay que tener en cuenta, aunque muchos etiqueten lo que dices de neoliberal o socialdemócrata radical, sin haber estudiado los mismos. La pereza y la falta de profesionalidad se enmascaran con el dogmatismo rápidamente: la endogamia siempre se justifica a sí misma. Dicho de otro modo: la endogamia es mediocre, aunque se denominen como expertos o asesores. Todo lo anterior tiene difícil acomodo en una sociedad-red que destruye jerarquías rápidamente, una sociedad- red es una sociedad evaluativa: evaluar, siempre, implica comparar. Ese dinamismo saludable no lo han entendido aún ciertas burocracias políticas, económicas y universitarias.
Una cultura endogámica, en su modalidad democrática, es una cultura bipartidista estructuralmente. Hay muchas formas de autoridad como la sociología nos ha desvelado. Los espacios endogámicos producen una autoridad por sustitución. Según los partidos políticos, grupos económicos afines e intelectualidad partidista que estén en el poder, ese conglomerado de poder endogámico definirá el marco de referencia de lo que se puede o debe debatir y el argumentario al respecto. De ahí la dificultad de un individuo o grupo con talento que quiera surgir, en estos espacios asfixiantes. Tengan cuidado: sobresalir es sospechoso, si no aceptan el juego endogámico. No aceptarlo, se llama independencia. Quien pierde las referencias y los matices, está cerca del pensamiento dicotómico que define a quien lo hace, pero que nada aporta a un debate donde se busquen soluciones realistas. Cuántas veces en los debates educativos se limita el pluralismo, intentando identificar en un partido inmediatamente cualquier propuesta o hipótesis. No es extraño que el bipartidismo político produzca bipartidismo mental, aunque la realidad sea mucho más compleja que una opción binaria. Decir lo anterior no es caer en la ingenuidad o la indiferencia política, es abrir un espacio de pluralismo para un debate con argumentos, más allá de partidismos inútiles que bloquean cualquier debate. Si el bipartidismo mental funciona es, sin duda, una de las victorias de la partitocracia reinante. La crisis actual se inscribe en el desarrollo de la sociedad-red, en ésta el pluralismo no es una opción, es la esencia de la comunicación directa. Es difícil de asumir esta dinámica, cuando tu posición de poder político, económico o universitario, entra en conflicto con lo anterior.
Quiero finalizar sin caer en la apología, ni en el pesimismo que nada cambia. La sociedad-red transforma viejos problemas y crea nuevos retos. Un matiz: la aceleración de su dinámica nos desconcierta y puede llegar a paralizar, pero hay soluciones. Frente a los que creen que nada puede cambiarse, sí hay muchas posibilidades y estrategias que se pueden establecer. El poder político, económico e intelectual, empieza a comprender que las nuevas legitimidades se construyen en red, se debaten e interaccionan con aquellos que son sus protagonistas. Comprenderlo no basta, hay que ejercerlo, eso significa que la endogamia vaya siendo denunciada como lo que es: una enfermedad social llena de corrupción. No más palabras, hechos. Si no lo hacen, su destino es desaparecer. No hay forma histórica que sea eterna. Ninguna. Como siempre, el lector decide.