El romanticismo pedagógico incluye todas aquellas corrientes donde el desarrollo evolutivo y educativo del alumno, no debe ser interferido en la medida de lo posible. Crecer naturalmente nos llevaría al desarrollo pleno de sus capacidades cognitivas y creativas. Intentar estructurar u organizar ese desarrollo se verá como un obstáculo. Rousseau nos lleva a una sociedad creativa y plena. Romanticismo pedagógico, tememos que de actualidad.
Películas como “La educación prohibida” que critican ciertos sistemas educativos, gurus de la creatividad como Ken Robinson, pedagogías alternativas y sustitutivas de los sistemas formales, tienen ese denominador común: el alumno debe educarse libremente, desde su evolución natural e individual. Lo sentimos, pero el romanticismo pedagógico como el romanticismo político, son seductores en tiempos de crisis, pero peligrosos en sus consecuencias y presupuestos.
Primera crítica: la necesaria reforma de la educación actual, no habilita el romanticismo pedagógico. Presupuesto de partida: mistificar la naturaleza es afirmar que la espontaneidad de la misma no debe frenarse o encauzarse culturalmente. Resultado: produce espejismos respecto a lo que un alumno puede desarrollar por sí solo, y más grave aún, olvida el papel socializador de todo sistema educativo. Desde que nacemos estamos en una trama de retroalimentación naturaleza-cultura, creer que se debe y puede limitar, es una ingenuidad y no comprender la complejidad humana.
Segunda crítica: el desarrollo de las competencias en un alumno se da desde la estructuración de las mismas. Un alumno que domina diferentes tipos de comunicación, es un alumno que tiene pautas concretas para organizar cognitiva y emocionalmente dichos lenguajes. Es más, un alumno creativo es un alumno que domina y hace variaciones sobre estructuras aprendidas. El Picasso cubista era un Picasso que ya dominaba el realismo académico de su adolescencia. Es romántico pensar en la inspiración, pero no es eficaz ni real educativamente.