Todo para el niño pero sin el niño
Pensamos métodos, didácticas, currículos… Enseñamos cosas que los niños no han visto y quizás no vean. Ignoramos muchas que sí ven. Para ellos ver es querer… u odiar, aprendizaje emocional.
Decidimos —por adelantado— qué didácticas emplearemos para cada enseñanza/aprendizaje. No se sabe muy bien dónde y cuándo empieza cada cosa. Solemos pensar la mayor parte del tiempo en la materia y en niños abstractos. Luego, pensamos en los niños reales en el tiempo que queda. Aún así, posiblemente nos encontremos algo perplejos en el momento de evaluar a solas, en casa, antes de las vacaciones, a algún alumno poco bullicioso. ¿Qué sabe de tal o qué sabe de cuál? ¿Cómo hace esto o aquello? Los exámenes tienen limitaciones, mi memoria, también.
Posiblemente la mayoria de los maestros actuales sean una media entre los activos (o activistas) de los años 70 y sus predecesores memoristas. Una especie de compromiso que ha ido sedimentando en los últimos 40 años entre el culto a la materia estática y el nuevo protagonismo de los procesos. Erosión rutinizante por los extremos, un engrudo neopedagógico. En los altares, Dewey, Decroly, Montessori, Freinet, Freire, Vigotsky… santos patronos. ¿Quién los tuviera?
El hecho es que la Iglesia Educativa se ha superinstitucionalizado y se ha convertido en un Régimen. Ahora florecen las guerrillas y no sabemos en qué etapa estamos de la Revolución. Eso siempre se sabe después. Con el agravante de que ahora el campo es mundial, aunque se pueda pensar en repúblicas educativas locales. Ya veremos, en septiembre me parece que empiezan refriegas (escolanova21, Marina, Foro de Sevilla…) y aún no sé si soy girondino, jacobino o cordelier. Bueno, aún falta para la Asamblea Legislativa y esperemos no pasar un Terror.
NUEVO RÉGIMEN
Tal vez soy de Babeuf y moriré pronto, pero antes dejaré uno o dos testamentos (yo, como el otro Marx, tengo más principios).
Últimamente pienso que la Didáctica es todo aquel armamento que has de tener guardado para casos en que falle lo general. ¿Y qué es lo general? En fin, ahí va.
Creo mucho en el autodidactismo. Y que la mejor pedagogía seria un respeto al autodidactismo orientado y controlado de los niños. Alguien dirá: «¡Este es tonto!». Tal vez no le falte razón, pero los tontos votan aunque no gobiernen (y aquí puede ser que falte a la verdad).
Porque el autodidactismo se basa en la creencia de que el niño, de entrada, no es tonto ni vago. Ítem más, el niño es un personaje del mundo y actor de la película. Sólo que él solo no ve el mundo ni aún la importancia de cada cosa. Y si «es» tonto o vago, al menos ha nacido en la era de las neurociencias (suerte que no tuvieron los hijos de la Revolución) y se puede hacer mucho por él. Pero las neurociencias también están para después, no para antes. Son para observar, no para prescribir. Podria ser peligroso intentar prescribir la inteligencia gardneriana de un niño demasiado pronto. El niño es el mejor director de su aprendizaje, sólo necesita la ayuda adecuada en cada momento.
La escuela es el centro neurálgico donde se reúnen los símbolos del mundo y el niño puede ver ordenadas muchas cosas que fuera se ven sin orden ni concierto. Vean los profesores cómo las perciben y a cuáles se orientan. Si hay tiempo, organización y confianza, el mundo siempre está ahí fuera. Y puede salir a la calle con algún esquema ya meditado.
Como la Sociedad existe (desde tiempo inmemorial), están los currículos. El niño ha de verlos y consultarlos. A menudo es el más interesado en saber lo que se espera de él. Evaluación es contrastarse con ellos y someterse a contraste (y no siempre tienen que ganar los currículos previos). El profesor es el consejero experto delegado por la comunidad. Para el gran teatro del mundo el niño debe ensayar mucho y el maestro es su crítico más fiel.
La República Social que ama a los niños no les deja desamparados al rey (Ministro) y sus validos (editores). Toda ella se vuelca en su educación y los validos se convierten en los profesionales del servicio cultural y pedagógico. Han de suministrar todo el material necesario para que la escuela se parezca al mundo actual y a toda la historia humana. Pero eso está dinamitado por la tendencia a reducir el mundo a bandos y decretos absolutistas (libros de texto). Todas las revoluciones hicieron sus desamortizaciones para oxigenar el capital (cultural en este caso).
Ahora que lo pienso bien no sé si tengo otros principios, pero le daré al coco por si fallan éstos.