Cuántas veces nos podemos equivocar
Esta frase ni siquiera es una pregunta, es una afirmación con una profunda preocupación, las acciones del presidente de Francia calaron hondo en el mundo con respecto al uso de la tecnología en la Educación, en mi país fue motivo de reportaje en el noticiero central del canal estatal donde entrevistaron a agentes sociales de cualquier actividad menos la docente.
No entiendo ni justifico las presiones o la razón filosófica que impulsó al gobierno de Francia a generar una medida tan restrictiva, tanto para la educación como para las formas de transferencia de la información. Hasta el momento, no he escuchado a ningún profesor apoyando la medida, el periodismo solo ha acudido a psicólogos, orientadores, directivos, políticos, tecnócratas y –lamentablemente– a ningún profesor.
Para lograr entender su medida me pregunto, algún enfermo iría a consultar su dolencia con otro profesional que no sea un médico? A algún inversionista se le ocurriría pedir opinión de una estructura en construcción a alguien que no sea un ingeniero calculista? ¿Irías a un odontólogo en busca de un nuevo estilo de corte de cabello?
Al profesorado le cansa más las opiniones y medidas de tecnócratas que nunca han pisado un aula que desempeñar nuestra profesión con pocos recursos o cursos sobrepoblados; con entes reguladores que dictan normas o modifican protocolos educacionales a su antojo y sin saber qué tan provechosos pueden ser para la labor docente.
Los alumnos chatean con sus celulares en clases, SÍ; Los alumnos juegan con sus celulares en clases SÍ; Los alumnos buscan información en clases para investigar datos diversos, SÍ, pero lo hacen como acción docente, buscando recursos o jugando como dice la afirmación como recurso pedagógico, porque nosotros lo permitimos, o porque el profesor lo encuentra necesario, verdad que no es tan difícil de comprender?
Si un doctor le receta un remedio nadie lo objeta, Señores tecnócratas u opinólogos, déjenos hacer nuestro trabajo o, por lo menos, averigüe cómo se usa la tecnología en el aula y para qué se usa.
LA MINGA
La Minga en la isla de Chiloé – Chile
Les quiero contar de una vieja tradición que aun se ejerce en mi país, LA MINGA. La minga de tiradura de casas es una antigua costumbre chilota, que consiste en el traslado de casas, las que flotan por los canales, de un sector a otro del Archipiélago al extremo Sur de Chile y muy cerca del Polo Sur, amarradas a una lancha, cuando llegan a otro islote no inundado, son arrastradas por un buen número de yuntas de bueyes. Todo este trabajo logístico es realizado en comunidad con una perfección que asombraría a la ingeniería alemana o a la relojería Suiza.
Para ello, se necesita la colaboración de vecinos y amigos. El trabajo debe hacerse con sumo cuidado para no dañar la estructura de madera de casa, de tal modo que ésta llegue en perfectas condiciones a su destino.
Es primordial la buena voluntad y el trabajo de los invitados dentro de los que siempre encontrarás desde el Alcalde del pueblo hasta el joven más enclenque, el dueño de casa solo recompensará con un curanto, alimento tradicional de la zona y el compromiso de siempre ayudar a la comunidad.
La educación necesita de muchas Mingas
¿Cual sería el análisis fácil de esta imagen?
Un grupo de jóvenes visita un museo y, lamentablemente, están más preocupados de whatsappear con amigos que de admirar la impresionante obra que tienen a su espalda.
¿Qué están haciendo estos chicos en la nueva educación? Comparten la imagen y desarrollan un proyecto, un trabajo de investigación, colaborativamente editan y reportan en diversos formatos para, luego, registrar en su plataforma educativa.
Así educamos en este siglo, la memorización es cosa del pasado, hoy nos enfocamos en el desarrollo de las capacidades colaborativas, inclusivas e individuales.