SOY SENSIBLE
Un camino de autoconocimiento
Sí, soy sensible. Algunos me han dicho que soy incluso demasiado sensible y quizás sí lo soy. ¿Y qué? Para llegar a decir ¿y qué? he pasado por todo tipo de caminos de búsqueda, de sufrimiento, preguntas, angustias, reírme de mi misma y descubrimientos. En definitiva, un camino de autoconocimiento.
Ser sensible no debería ser problemático si supiéramos cuidarnos. Gracias a la sensibilidad se hacen obras de arte que podemos disfrutar, se generan vínculos de amor, generosidad, se empatiza y podemos desarrollar la solidaridad y cuidamos aquello que nos es preciado.
El problema no es ser sensible, es problema es estar en un contexto que enfatiza y sublima valores que van en contra de la sensibilidad.
Lo sensible se diluye
con sensiblería de mercadotecnia
«Ser sensible no debería ser problemático si supiéramos cuidarnos».
En la sociedad del espectáculo y el entretenimiento, lo sensible se diluye con sensiblería de mercadotecnia. Es más fácil marcarse puntos con elementos chocantes que tratar de comprender la belleza o el dolor. Entre otras cosas porque para comprender necesitas elaborar las emociones y los sentimientos, y, para ello, se requiere tiempo. En tiempos de inmediatez, de adaptación continua a cambios tecnológicos, sociales y ambientales, darse un tiempo para la comprensión nos toca, tanto en sentido positivo como negativo, incluso aquello que nos deja indiferentes, darse un tiempo de observación propio. También requiere de mucha voluntad y de cierta valentía.
Dejar de mirar hacia fuera y reconocerse en la propia sensibilidad sin temerla, abrazarla, comprenderla, saberla poner a tu propio favor a pesar de las renuncias, las decepciones y asombros que conlleva es, en definitiva, hacerse responsable de quien eres, cómo eres y cómo quieres sentirte o estar.
Empiezo a tener una pequeña idea de qué está hecha mi sensibilidad, aunque estoy segura de que aún me queda mucho por descubrir y mucho por desarrollar. Y, también, empiezo a saber cómo cuidarla para dejar de hacerme daño.
TIENE VALOR
En más de una ocasión, antes de empezar un proceso de acompañamiento, mis clientes me dicen que les asusta empezarlo porque no saben lo que pueden encontrarse dentro o tienen miedo a ver cosas que no les gustan.
Lo cierto es que todos somos maravillosamente imperfectos y, a la vez, atesoramos recursos, valores y una sensibilidad que, o bien desconocemos o tememos sacar a relucir; porque tememos no estar en acorde con lo que hay, a desentonar o destacar en lo que opera en nuestro contexto familiar, social o laboral.
Aprender a querer tu propia sensibilidad es también reconocer lo que te hace dudar de la misma, a decir «NO» a aquello que te la niega, a salir a pasear aquello que te avergonzó pero que, de pronto, te das cuenta de que tiene valor. Aprendes a que te «resbalen» actitudes de otros que hasta hace nada te asustaban o alteraban; en definitiva, a decirles «NO» para decirte sí y aceptarte sin más, sin necesidad de reivindicarte, sin renunciar a lo que sientes.
CUIDARTE
Querer tu sensibilidad significa cuidarte, saber cuándo te sientes en tu propio centro y qué es lo que te aleja de él para poder recuperarlo y gozar de todo aquello que te aporta y aportas con tu sensibilidad.