Cómo recitar un poema no es uno de esos post en los que se destripa un texto, para que puedas presentar una tarea, más o menos aceptable, y cumplir con una asignatura que no te interesa. Si estás buscando eso, no pierdas más tu tiempo, este NO es tu post.
Cómo recitar un poema es una entrada en la que vas a aprender el modo de leer un poema, de comprenderlo, de interiorizarlo. Y, una vez que lo hayas entendido –y que lo hayas hecho tuyo–, puedas expresar y compartir eso mismo que has sentido con otras personas de tu entorno.
Cómo recitar un poema es una entrada concebida para que puedas hacer un poema tuyo; para que lo puedas proyectar con tu voz en público; y para que, mientras recitas, otros a tu alrededor disfruten de ese estado de consciencia que tú mismo experimentas.
También tratamos aquí sobre algo que a nadie se le escapa, y es el tema de las ventajas –personales y cognitivas– que para las personas tiene recitar. Ciertamente, desde el punto de vista del aprendizaje son innumerables. Por citar algunas, reparemos en:
- La interiorización de patrones sintácticos.
- La práctica de las diferentes curvas de entonación.
- La técnica depurada de la dicción.
- El tesoro impagable que supone el aumento del caudal léxico.
- Y en el torrente expresivo que implica la dramatización.
El milagro se produce cuando se memoriza la sintaxis con la que ha escrito el poeta; y, al mismo tiempo, quien recita incorpora a su diccionario personal los nuevos términos que, en sí, encierra la poesía que se dispone a recitar.
Cómo Recitar un Poema: Los pasos a seguir
Normalmente, gracias a la extensión de las piezas de género lírico –del género poético–, uno puede estudiar fragmentos relativamente cortos (a no ser que se quiera estudiar magnas composiciones como las del género Épico); sin embargo, los poemas «al uso» –como la letra de una canción– pueden ser memorizados sin hacer un gran acopio de memoria.
En otras palabras, un poema es una «cápsula de literatura comprimida». En un poema tenemos lo mejor de la Fonética, lo mejor de la Semántica y lo mejor de la Sintáxis en un conjunto de pocas palabras.
En treinta versos (como ocurre con cualquier otro tipo de manifestación artística), uno puede experimentar una altura como persona que no experimentaría de otro modo. Por eso, cuando uno se prepara para recitar, debe enfocarse en hacer de la lectura de un poema –de su comprensión, de su memorización y de su recitado– una herramienta para:
- Comprender mejor lo que dice el texto.
- Comprenderse mejor a sí mismo.
- Hacer partícipes a los demás de ese estado de Elevación Humana como corolario de todo ese proceso de «auto-comprensión» y de «allo-comprensión».
Para estructurar y dar algo de orden a nuestra concepción de cómo prepararnos para recitar un poema, hemos elaborado una serie de pasos a seguir. Y hemos obrado así solo porque hay personas –como yo mismo– que prefieren realizar sus trabajos de manera secuenciada.
Otro tipo de personas (las verdaderamente inteligentes) piensan y aprenden de otra manera, saltándose los pasos establecidos y aplicando sus propios criterios. Si eres de ese tipo de personas, de esas que son capaces de encontrar atajos eficaces, estos pasos podrán servirte para tomar alguna referencia o, quizás, para nada.
Y es lo más normal del mundo, dado que todas las formas de aprender son igual de válidas si nos conducen al resultado que buscamos. (Ahora bien, por nuestro beneficio habremos de elegir las que –a un mismo nivel de aprendizaje– requieran de menor tiempo y esfuerzo.)
Paso 1: Memorización
En un primer momento, debemos memorizar el poema al completo, en toda su extensión, y todo él con el mismo nivel de precisión. Esto es fundamental para poder interpretar las palabras que vamos a compartir con el público desde nuestra visión única.
Leer el poema entero y memorizarlo perfectamente.
Desde que pretendemos memorizar un texto, debemos concebirlo en su totalidad como un unidad atómica, indivisible. En el sentido de que debemos memorizar todas y cada una de las partes que lo componen con el mismo rigor.
Ello incluye, además de todas las palabras de significado léxico (nombre, adjetivo, verbo, adverbio), el resto de palabras de significado gramatical que suelen contar con un cuerpo fonético más reducido. Es decir, un tipo de palabras como artículos, preposiciones, conjunciones, demostrativos, etc.
Al mismo tiempo debemos retener todos los signos de puntuación que, si bien no son palabras, no es tampoco menor el significado que aportan (por esta razón, memorizamos también el tipo de pausa o marca entonativa que implican): puntos, puntos suspentivos, comas, signos de interrogación, de exclamación, etc.
Finalmente, en lo relativo a la fonética de las palabras (es decir, a los sonidos) mientras las memorizamos, hemos de llegar al dominio sobre la articulación de cualquier palabra o grupo de palabras, cuyo recitado nos pueda parecer de difícil pronunciación. Por tanto, hemos de pronunciar con total claridad esos sonidos del lenguaje que, por hacernos entender aquí, llamaremos (impropiamente) expresiones o palabras. De modo que, mientras memorizamos no solo recordaremos qué significan, sino tambien cuál es la mejor manera de pronunciarlas.
No obstante lo anterior, es indispensable hacernos unos expertos en el plano del significado y conocer perfectamente con qué sentido se usan las expresiones que aparecen en nuestro poema. En este punto, un buen diccionario resulta fundamental.
La razón de conocer el significado con experticia es la de elevar toda la potencialidad expresiva que atesore el texto cuando lo recitemos.
La práctica reiterada de este apartado de memorización activa (es decir, uno memoriza porque desea hacerlo), como la de cualquier otra cosa que se quiera realizar con maestría, es fundamental. Algunos trucos o ejercicios que podemos adoptar para ello, son los siguientes (y no, no son sencillos).
- Recitar de manera aleatoria: este ejercicio consiste en recitar desde el inicio, o desde el medio (o desde cualquier otro punto del texto –el «punto» de arranque es aleatorio–). Es decir, tener el poema tan bien memorizado que no sea necesario que un verso como el primero, ni ningún otro, nos sirva de «señal de salida» o nos «dé el pie» para seguir con lo que viene. No. Nuestro objetivo es dominar el poema a tal punto que podemos comenzar a recitar desde cualquier punto del mismo.
- Invirtiendo el orden de los versos: Es decir, demostrándonos a nosotros mismos que somos capaces de hacer el siguiente ejercicio memorístico: recordamos un verso, y a su término, recitamos el anterior, y a su termino el anterior. Este ejercio de invertir el orden de los versos, te dará mucha confianza sobre el ejercicio de memorización que has hecho; o te obligará a estudiar el texto aún con más ahínco hasta que lo puedas realizar con cierta soltura.
- Dominar toda la secuencia y tenerla a disposicion en la memoria en cualquier momento del día: Este ejercicio consiste en recitar el poema, ya sea en voz baja, o mentalmente, en cualquier momento y lugar del día de manera improvisada: ya sea cuando estás en el supermercado, ya sea subiendo en un ascensor, ya sea yendo en autobús, en la cola del banco, etc. Un truco que suele funcionar es tener una regla: por ejemplo, «cada vez que vea a alguien con un prenda verde, recitaré el poema»; o «cada vez que suba en ascensor recitaré el poema», o «cada vez que vea mi reflejo en un cristal, recitaré el poema», etc. La regla dependerá de ti, pero tienes que buscar una o varias, que al aplicarlas den lugar a que al finalizar el día hayas recitado tu poema con éxito al menos cinco veces.
Paso 2: Comenzar el ensayo de la recitación en voz alta
En este apartado hemos dado por hecho que el poema ha sido memorizado sin fisuras –según lo que acabamos de ver en el paso 1–. De modo que ha llegado el momenro de reproducir nuestro poema en voz alta.
En esta estapa hay que esforzarse por aprender a articular los sonidos con precisión hasta tal punto que pronunciar con claridad llegue a resultarnos:
- Lo natural.
- Lo cómodo.
- Y lo obvio (en el sentido de que no se nos pasa ya por la cabeza hacerlo de otra manera).
Después de esta etapa de familiarización con la pronunciación, comienza el periodo de dramatización.
Es aquí, después de haber trabajado con la memoria y la dicción, cuando ya estamos listos para trabajar la dramatización y volcar nuestra personalidad en el recitado a través de:
- La entonación.
- La velocidad de elocución.
- El volumen.
- Y el lenguaje corporal.
Suele decirse que «el 70 por ciento de lo que comunicamos es visual», y, por tanto, que lo que «nos entra» por los ojos es mucho más importante que lo que «nos entra» por los oídos.
Sea como fuere, cuando recitamos un poema estamos comunicando –estamos transmitiendo– el contenido de una pieza literaria. ¿Qué quiere esto decir? Que para ser eficaces debemos adoptar una forma de ser acorde al contenido de lo que estamos transmitiendo. De modo y manera que, nunca, bajo ningún concepto parezca que estamos «recitando».
Paso 3: Dramatización
Uno de mis poetas favoritos es Pablo Neruda. Un día, tuve la oportunidad de acceder a un audio en el que él mismo recitaba sus piezas; y «se me cayó el alma al suelo». ¿Cómo podía ser que un hombre tan genial a la hora de escribir –un verdadero GENIO de la Literatura– recitara tan mal?
Entonces, me di cuenta de algo importante a la hora de recitar un poema: Nunca debe parecer que estás recitando. Las palabras han de abordar a quienes nos escuchan como un manantial de sentimientos que brota de nuestra voz. Y esto que acabo de decir de una forma tan ampulosa y barroca no es más que lo siguiente:
Comparte el mensaje con CERCANÍA y NATURALIDAD.
De lo contrario, ya puedes ensayar miles y miles de horas que, si no proyectas en tu voz honestidad y naturalidad estarás «vendido». Y el público considerará que tus palabras son «envoltorios vacíos» que no merecen: ni su tiempo, ni su dinero.
Para ilustrar esto he seleccionado algunos poemas que puedan servirnos de ejemplo.
El primero de ellos, se titula «Yo, a mi cuerpo», del poeta Domingo Rivero. El motivo por el cual lo he elegido es el tono de introspección que implica su dramatización. Quien se exprese al dramatizar este poema –¡Sí! Me niego a utilizar esa expresión de voz poética, que me parece una alienación absoluta (propia de aquellos Eruditos a la violeta de los que hablaba Cadalso)–; lo ha de hacer dirigiéndose a sí mismo: a su propio cuerpo.
Creo que es un poema ideal para leer y recitar en la adolescencia, cuando solemos tomar consciencia de cómo es nuestro cuerpo y creemos a pie juntillas –aunque erróneamente– que éste nos define frente a los demás. Dejo paso al poema, dice así:
YO, A MI CUERPO
¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?;
¿por qué con humildad no he de quererte,
si en ti fui niño, y joven, y en ti arribo,
viejo, a las tristes playas de la muerte?
Tu pecho ha sollozado compasivo
por mí, en los rudos golpes de mi suerte;
ha jadeado con mi sed, y altivo
con mi ambición latió cuando era fuerte.
Y hoy te rindes al fin, pobre materia,
extenuada de angustia y de miseria.
¿Por qué no te he de amar? ¿Qué seré el día
que tú dejes de ser? ¡Profundo arcano!
Sólo sé que en tus hombros hice mía
mi cruz, mi parte en el dolor humano.
Partiendo de estos versos, cabe recitar de infinidad de maneras –tantas como personalidades tenga el lector, el actor, el locutor, el rapsoda…–. Sin embargo, creo que podemos convenir que la dramatización de este poema requiere, como apuntamos más arriba:
- Hablar directamente a nuestro cuerpo con cierto aire de introspección.
- Pero, al mismo tiempo, con la intimidad y la confianza que sólo reservamos para nuestros mejores amigos.
¿Música de fondo? Sí. Quizá las sugerentes notas de una guitarra tocada en directo, cuya melodía acompañe a la voz que inunda el auditorio.
En segundo lugar, te propongo revisar un poema cuya dramatización requiere furia, frustración, ternura, pena, melancolía y desasosiego.
¿Como te sentirías si te enteraras, de pronto, de que han matado a tu mejor amigo o amiga, de manera injusta, y de que no has podido –si quiera– intentar hacer algo para evirarlo? En ese momento, te embarga la furia, la frutración y el dolor:
- Quieres gritar.
- Quieres venganza.
- Quieres ponerte en su lugar…
- Y, al mismo tiempo, quieres poder despedirte.
Y, de pronto, en un arrebato de furia y de pena, frente a su tumba, le dices –de todo corazón– lo que sigue:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Elegía a Ramón Sijé. Miguel Hernández
Cuando se recita este poema es clave manejar dos aspectos del recitado o dramatización, a saber: el volumen y la velocidad de elocución.
En efecto, hay partes del poema que requieren mayor o menor volumen y mayor o menor velocidad. Por ejemplo, al principio, cuando rompemos el silencio con el primer verso, podemos empezar lentamente y con un tono grave.
Dibujando muy bien el sonido, nos ayudaremos del micrófono para no tener que elevar demasiado nuestro volumen natural de voz. La impresión en el público, sumido en el silencio de la sala, debe ser la de que está presenciando la expresión de una persona con un sentimiento muy hondo y muy íntimo:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
A partir de aquí la voz, comienza a tomar velocidad, muy poco a poco, muy paulatinamente, hasta confluir con el volumen rayano en el grito de desperación en la estrofa:
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Y que termina volviendo al tono y la velocidad del primer verso en el tercer verso de la siguiente estrofa que acaba con un punto:
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
A partir de aqui retomamos la intimidad del primer verso, y eso se refleja en que mantenemos el volumen, la velocidad y el tono iniciales.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
Y a partir de aquí preparamos la vuelta al silencio en el que desemboca el verso final, dramatizando las palabras como si fueran una confesión abierta, un guiño de complicidad que solo brinda la amistad hacia ese ser amado que nos han arrebatado para siempre, que se nos va, que ya no está.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Finalmente, el último poema sobre el que hablaremos hoy, nos trae del vuelta la figura de mi admirado Pablo Neruda. La temática del siguiente poema es el amor, y suele se la ideal, para cerrar esos recitales de poesía que se celebran en los institutos en mayo.
Imagina que te enamoras por primera vez, de una manera loca, pasional, irracional, desmedida. El corazón te palpita con solo escuchar el nombre de esa personas a quien amas. Con el paso del tiempo, vives los momentos más felices de tu vida en pareja –con él, con ella– a quien nunca, pase lo que pase, olvidarás; y a quien siempre considerarás parte de ti y de tu historia vital…
Sin embargo, un día, acaba todo. La relación llega a su fin, pero sabes que esa persona por la que darías todo lo que eres –y quién eres– nunca desaparecerá de tu memoria, de tus recuerdos. Y sabes que nunca encontrarás a nadie cuyos besos sepan como los suyos.
Y, un buen día, en una noche de soledad –sin pretenderlo– te sorprendes recordándola y, en ese momento, te sobrevienen los versos que siguen:
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
Quiza la única receta para recitar este poema sea la de haber estado –alguna vez– enamorado o enamorada.
Paso 4. Ensayar y ensayar hasta que salga «perfecto»
Este es el último paso que necesitamos acometer para que el nuestro recitado o dramatización poética nos salga en modo «pro». Por ejemplo, antes hablábamos de los recitales que se celebran en los institutos en mayo.
A veces, de manera improvisada, en los centros educativos se reparten folios con poemas o fragmentos literarios antes de una festividad concreta; y a los alumnos con más desparpajo se les pide que lean en público y poco más. Desde nuestro punto de vista, esto no sirve para nada:
- Al que tiene potencial no se le fomenta, ni se le trabaja.
- Al que tiene timidez o pánico escénico, no se le muestra un camino para vencer esos problemas de base. (Ya adelanto desde aquí que es la preparación y el ensayo)
Sugerimos realizar un selección de poemas durante el primer trimestre del curso escolar. Una selección de poemas diferentes a los que se ven en clase. Esto permite:
- Enseñar nuevos textos a los chicos.
- Y conocer la personalidad de cada uno –para poder asignarle un poema que pueda conectar más con su forma se ser–.
Sin embargo, esto en ciertas ocasiones, requerirá del uso de ciertas «mañas» –por parte del docente– para convencer, a ciertos alumnos que a priori no estarán dispuestos a recitar. Y pienso que esto (ante una actitud similar) puede ser extensible a cualquier grupo de dramatización poética que se quiera formar, tanto dentro de la educación reglada, como en un centro independiente, como en un proyecto desarrollado en Internet.
Volviendo a la realidad de un centro, cuatro meses de ensayo (enero – abril) son más que suficientes para que un grupo de unos veinte alumnos, recitadores, haya:
- Memorizado.
- Recitado.
- Dramatizado.
- Escuchado sus voces por el micro.
- Ensayado con la música de fondo elegida para el poema.
- Y obtenido el feedback de sus profesores y compañeros.
Cuando yo era estudiante, nos seleccionaron a varios alumnos de 4º de ESO (y segundo de BUP –que estaba por extinguirse–) antes de las vacaciones de Navidad –para que trajéramos a la vuelta de las vacaciones los textos memorizados– e íbamos a ensayar al salón de actos –durante los recreos– una vez que le demostrábamos al profesor que nos sabiamos el texto «de carrerilla» (sin interpretación ni adorno de ningún tipo).
Al principio, nadie quería pasar su recreo en el salon de actos, pero a poco que dos o tres empezamos a esforzarnos y a hacerlo bien, pronto el soniquete del recitado era una cura para el alma. Y muchos nos relajámos allí y nos empapábamos de la palabra escuchando cómo lo hacían nuestros compañeros y compañeras –que, en honor a la verdad, eran más numerosas que los chicos–.
También puede ser de tu interés:
Un poco más tarde llegaron al centro unos altavoces, una mesa de sonido… y, a los pocos días, el departamento de plástica oscureció el salón de actos con cartones en las ventanas. Un viejo foco para eventos hacía las veces de cañón. A partir de aquel momento, nunca dejaron de venir alumnos de diferentes cursos a los ensayos (de primaria, de secundaria y de bachillerato).
Y, en mayo de aquel año, el abrumador éxito entre alumnado (en los recitales que se hicieron en el centro por las mañanas) y la buena acogida entre las familias (en los recitales que se hicieron en el centro por las tardes) fue totalmente inesperado y muy, muy gratificante: varias locutoras y actores –que hoy se ganan la vida de manera profesional– se acercaron por primera vez a los micros en aquel recital –que recibió alumnos durante 4 años consecutivos–.
He querido compartir algunas pinceladas de cómo fue esta experiencia y los pasos que aprendí para preparar el recitado de un poema para que cualquier persona que pueda sentirse atraída por esta forma de entender la dramatización poética pueda aprovechar –si lo considera de interés– alguna de mis sugerencias. Mientras, pienso en que, si hoy quisiera encontrar a estas personas, quizá las buscaría entre perfiles de Twitch y canales de Youtube.