BUENOS PROYECTOS HUMANOS

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Educar por proyectos es hoy casi un consenso extraoficial de la pedagogía. Aprender haciendo algo… bueno, se entiende. Y hacer algo bueno va ligado a que sea útil o bello. Uno diría que es lo que hacemos los seres humanos, pero, no. Está también el mal.

Como creo que «proyecto» es un concepto demasiado profundo para que lo adoptemos sin más (y nunca se harán suficientes libros), me propongo pensar un poco en ello.

HÍBRIDO MONSTRUOSO

Conviene ir siempre a la etimología porque toda palabra tiene su historia en el imaginario. Resulta que un proyecto es algo que se lanza hacia delante, o al menos está emparentado con «proyectil». Las plantas están siempre en el mismo sitio. Los animales se mueven en el espacio, pero sus vidas son bastante estables.

Los humanos somos animales con todo el espacio y el tiempo en la cabeza. Al menos nos caben. Si la Naturaleza tiene ciclos, nosotros (ya con un pie fuera) tenemos historia. Vamos a algún lugar, nos pro-yectamos. Aunque sea para conseguir una casa, una renta y poder pacer tranquilos. Pero lo hará nuestro cuerpo, pues nuestra mente seguirá proyectándose incluso hasta las estrellas en una noche despejada.

La historia humana también es una historia de

destrucción de proyectos

Si sigo defendiendo que la historia humana es una via de inclusión es porque imagino que los seres humanos que ha habido no han dejado de luchar por tener un proyecto propio y cada vez más entre ellos lo han conseguido. Pero la historia humana también es una historia de destrucción de proyectos. Reyes mayas, emperadores romanos, sultanes turcos y muchos más han hecho prevalecer sus propios proyectos sobre los de pueblos enteros con todas sus personas.

Luego los europeos, convenientemente entrenados y armados, impusimos nuestros proyectos a los demás… Porque para proyectar se necesita en algún momento materia terrestre. Y todos tenemos en mente que fulano o mengano no sabe aprovechar suficientemente algo.

«¡Dios mío! ¿Petróleo sólo para lámparas? Nosotros tenemos una utilidad mejor que darle… y eso nos concede derechos» («mejor» y «derechos» son términos que deberían entrar en el debate).

Hasta la Segunda Guerra Mundial no comprendimos lo peligroso que puede ser querer imponer proyectos. Tal vez el mal sea ese deseo de imponer por la fuerza y de menospreciar al otro. Nuestra parte más animal.

La Naturaleza es el mal para nosotros, como nosotros

lo somos para la naturaleza…

Al menos mientras nos comportemos como el híbrido monstruoso que venimos siendo. La humanidad nos obliga a tener proyectos y a la vez a hablar de ellos y consensuarlos. Es lento pero… ¿alguien tiene mucha prisa?

FÁBRICA DE PERSONAL

¿Y qué tendrá que ver eso con la escuela? Pues yo creo que nuestro deber no es enseñar el mundo con proyectos, sino enseñar el mundo para que todos tengan un proyecto propio y sepan sacarlo adelante solos o consensuarlo y soldarlo con otros.

Hasta ahora la escuela ha sido una fábrica de personal para los proyectos que ya tenían los adultos. A ver cómo encajarán estos niños con lo que nosotros ya vamos haciendo. A ver si este año los de primero responden a mis expectativas (siempre agradeceré al profesor Carlos García Gual la sensibilidad que tuvo para entender que mi proyecto era importante más allá de su asignatura. Me dejó aprender lo que yo quería aprender y no todo lo que él pretendía).

No sé si nuestro pequeño planeta rocoso da para siete mil millones de proyectos pequeños o para siete millones de grandes. En general, la capacidad dependía de nuestra habilidad de sacar panes de las piedras que aumentó exponencialmente a partir de 1800. Ahora que hasta la mente se ha convertido en recurso económico, incluso nuestras vidas son auténticas minas, como decía hace poco Vicente Serrano, parece que hubiera materia suficiente en el mundo para esos miles de millones de proyectos.

¿Cómo nos ponemos de cara a ese futuro y evitamos que los pequeños proyectos sean depredados por los grandes? Teniendo un concepto muy amplio de los proyectos. Sólo han de ser buenos, ciertos y bellos, es decir, humanos. Y estar hechos para ir al fondo.

Por ejemplo, estudiar los monstruos que tanto gustan a los jóvenes en sus ratos de ocio no es mal proyecto si podemos ir al fondo. Un vampiro es el depredador que no vive, cuyo alimento destruye sin producir y chupará siglo tras siglo para seguir sin respirar. Franco o Hitler, con su imperio de los mil años fueron buenos modelos de vampiros vocacionales. Otros de menos pelo siguen corriendo. El hombre lobo es la bestia que llevamos dentro, el animal territorial que no dará tregua a los que son como él y se alimentará de los que no son como él.

A todos nos viene Gengis Khan a la mente y también Hitler, el multimonstruo. Pero muchos los imitaron a menor escala en los campos de batalla y hoy en los mercados. También está la momia, que se reservó una finca propia en el mundo y pretende seguir ocupándola toda la eternidad. Imaginen que todos hiciéramos lo mismo. ¿Qué solar les quedaría a nuestros nietos? El egoismo es nuestra parte animal.

La generosidad no es buena porque sea generosidad,

sino porque en ella cabemos todos para vivir

Creo que los monstruos dan para hablar mucho.

BUENOS PROYECTOS HUMANOS

Teniendo una idea de justicia distributiva de los proyectos. Si los alumnos deciden sólo ellos los proyectos, el mundo se limitará a lo que ya saben. Si los deciden los profesores, se pierde la autonomía personal y con ella el concepto mismo de proyecto.

Por eso, creo que los proyectos no pueden dar cuenta de toda la educación. Los profesores deben mostrar el mundo, presentarlo a los alumnos, que se saluden y darles cierta libertad para que intimen.

«Hola, señor Mundo, jamás hubiera dicho que fuera usted tan interesante». «El gusto es mío, te veo espabilado, creo que tengo en alguna parte una cosa para tí… Es que soy tan desmemoriado.» «No se preocupe le ayudaré a encontrarla.»

Los proyectos que se hagan en clase no tienen por qué ser de grupo… en principio. Hasta al profesor de química le incumbe la asignatura de diálogo y consenso. La cooperación es la excelencia de la voluntad. No se impone.

Sólo así, creo, iremos formando el tipo de personas que sabrán luchar por su proyecto, discutirlo y consensuarlo. Y:

Ampliando la confianza y la generosidad

es posible que quepamos todos

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