En un sistema educativo en el que las notas juegan un papel esencial muchos estudiantes acaban generando una gran exigencia con ellos mismos. Esta exigencia les lleva a sentimientos de frustración, baja autoestima, perfeccionismo, ansiedad y/o depresión.
La autoexigencia empieza desde que somos pequeños, se va intensificando por la presión del entorno y generalmente acaba desembocando en el perfeccionismo. El problema del perfeccionismo es que provoca mucha frustración, ansiedad y puede acabar convirtiéndose en una pesadilla, como indica Sonia González, directora de la clínica Psyfeel de psicólogos Salamanca.
Es común el perfil de estudiante autoexigente que acaba yendo al psicólogo. No podemos controlar todo nuestro entorno y esto para las personas autoexigentes es un problema, porque han crecido pensando que todo se puede controlar con trabajo y rendimiento. Si tienes esta idea y no consigues tus objetivos, seguramente acabes pensando que tienes que trabajar más y, si sigues sin obtener resultados, puedes incluso pensar que el problema es que tú no eres suficiente y no vales para conseguirlo.
¿Qué es la autoexigencia?
La autoexigencia puede definirse como la capacidad para establecer unos objetivos y luchar para conseguirlos. Aunque en algunos casos la autoexigencia termina por ser un afán de conseguir la perfección en todos los ámbitos de la vida. Si eres estudiante, seguramente estés más enfocado en el ámbito educativo. Sin embargo, lo más probable es que la autoexigencia vaya contigo a todas partes.
La exigencia con uno mismo tiene dos caras. Por una parte, puede ser algo positivo, pues nos ayuda a conseguir nuestros objetivos y metas, puede ser un extra de motivación para nuestro día a día. Sin embargo, si esta autoexigencia es desmedida, puede llevarnos a perder el control y a convertirse en algo peligroso para la salud mental.
Muchos estudiantes tienen en su mente “el diez” y no paran hasta conseguirlo. La cara buena de esta autoexigencia implica que van a tener motivación para estudiar. La cara negativa es que, si no obtienen el 10, acabarán estando frustrados, estresados e incluso desmotivados y deprimidos. En muchos casos los estudiantes autoexigentes sacan notas que, para el resto, pueden ser muy buenas y más que suficientes, pero para ellos sacar un 8 o un 9,5 no es suficiente, sino un fracaso. Esto puede ser un indicio de autoexigencia desmedida y conviene prestarle atención.
En un examen no todo depende de nosotros mismos como estudiantes, la nota que saques no depende únicamente del rendimiento a la hora de estudiar. Puede haber muchos otros factores que influyan. No obstante, estos factores no son significativos o ni siquiera existen para la mente del estudiante autoexigente.
¿Qué causa la autoexigencia?
No hay una única causa para el estudiante autoexigente. Seguramente un compendio de circunstancias del entorno le ha llevado a esta situación.
Por una parte, es importante el papel que juega el sistema educativo. En un sistema en el que las notas son realmente importantes existe mucha presión por ser el mejor. En el colegio y el instituto nos orientan hacia las notas. Aprendemos para sacar buenas notas y sacamos buenas notas porque nos hemos creído que es el camino hacia el éxito. Todo se incrementa y empeora en selectividad, pues tenemos que sacar la máxima nota para poder estudiar lo que queremos en la Universidad. De las notas depende nuestro futuro y, por ello, en muchas ocasiones acabamos orientados a sacar la máxima nota.
Igualmente, influye mucho la educación que recibamos en nuestra casa. Hay padres que también son muy exigentes y esto lógicamente también incrementa la autoexigencia. Nuestros padres son habitualmente las figuras de referencia, por lo que acabaremos intentando no decepcionarles. Es posible que no identifiquemos una presión directa para que saquemos las mejores notas, pero si no obtenemos un reconocimiento de nuestros logros también puede que acabemos programados para autoexigirnos. “Muchos estudiantes confiesan que nunca se han sentido orgullosos de ellos mismos en cuanto a los estudios, porque si sacan menos de un diez piensan que no es suficiente y si sacan el diez piensan que es lo que debería ser”, asegura Sonia.
En ocasiones, aunque los padres no sean exigentes o estrictos, también podemos desarrollar la autoexigencia. Esto también depende de la personalidad que hemos desarrollado o de la valoración que hagamos de nosotros mismos. Puede que obtengamos una valoración positiva solo en el ámbito académico, lo que nos hará esforzarnos más para obtener más reforzamiento. Esto no significa que no tengamos valor en otras cosas, pero sí que nos hemos creído que solo destacamos en este ámbito.
Consecuencias de la autoexigencia
La autoexigencia puede acabar generando un efecto contrario al deseado. Según comenta Sonia González, puede llevar al fracaso en buenos estudiantes. Son muchos los casos en los que la persona ha sacado buenas notas durante mucho tiempo y ha mostrado predisposición a aprender, hasta que no obtiene buenos resultados y acaba abandonado completamente.
Una persona autoexigente tenderá a ser perfeccionista, en este ámbito y seguramente en todos los demás. No obstante, no podemos controlar todo nuestro entorno y, por tanto, tampoco podemos obtener siempre la perfección.
Si no conseguimos los resultados deseados puede aparecer la frustración y la desmotivación. Luchar por conseguir unos objetivos y no llegar a alcanzarlos puede tener dos efectos totalmente diferentes: que nos motivemos más para conseguirlo o que nos desmotivemos totalmente y abandonemos.
Igualmente, la autoexigencia retroalimenta la baja autoestima. La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos. Si nos valoramos como insuficientes en el ámbito académico, podemos sentirnos mal con nosotros mismos, sobre todo si de entrada es el ámbito al que hemos dado más importancia.
Todo ello es un círculo vicioso, hasta que desemboca en sentimientos de ansiedad y depresión. Si fracasamos una vez seguiremos intentándolo. Pero, cuantos más fracasos, más impotencia y frustración sentiremos, hasta que llegue un tope en el que nos cansemos y nos estanquemos.
Cómo ayudar a un estudiante a controlar la autoexigencia
Como padres o profesores también podemos sentirnos frustrados al ver el sufrimiento de un estudiante autoexigente. Es posible que se requiera de un profesional de la psicología para salir de las consecuencias de la exigencia desmedida. Sin embargo, las personas del entorno también podemos hacer cosas para ayudar a que esto cambie.
Una parte importante tiene que ver con ayudar a la persona a sentirse orgullosa por sus logros. A veces creemos que no es necesario decirle al otro lo bien que ha hecho las cosas, pensamos que es algo que ya sabe o que se da por hecho. Una de las causas esenciales de la autoexigencia seguramente sea no haberse sentido suficiente o no valorar sus éxitos. Por ello es importante hacerle ver que, aunque no haya obtenido la máxima puntuación, el resultado es positivo y hay que estar orgullosos de ello.
Además, es bueno dar permiso al otro para que pueda equivocarse. Los errores no tienen por qué ser un fracaso, de hecho, suelen ser son un aprendizaje útil para conseguir el éxito. Avergonzarse u ocultar los errores suele ser contraproducente.
Por otra parte, suele ser útil empezar a dar importancia a otros ámbitos. Si en casa solo nos centramos en el ámbito académico, nuestros hijos también le darán importancia a este terreno. La persona no solo depende de sus notas, por lo que hablar de otros temas o valorar al otro en otras áreas es realmente importante. Esto fomentará también el amor propio y la autoestima, y hará que esta no dependa únicamente de lo académico.
Igualmente, es bueno motivar a conseguir buenos resultados, pero hay que tener en cuenta si las metas son realistas. Ayudar a establecer objetivos realistas hará que la persona baje su nivel de autoexigencia. Está bien querer ser bueno, pero no es necesario ser el mejor.